domingo, mayo 24, 2009

Reforma Agraria de 1959


La ley que sacó de quicio al imperio

Su aplicación conllevó que más de 200 mil familias campesinas se convirtieran en propietarias de las tierras que cultivaban y las liberó del pago de rentas, así como de la explotación de intermediarios y usureros a otras 150 mil que las labraban en condición de arrendatarios, aparceros, precaristas y colonos, entre otras
La ley agraria anunciada por Fidel el 16 de octubre de 1953, en su alegato en el juicio por los sucesos del 26 de Julio de ese año en Santiago de Cuba y Bayamo, no fue promulgada de inmediato por la Revolución triunfante. Quizás ese hecho alentó las esperanzas del reducido grupo que tenía en su poder la mayor cantidad de las mejores tierras cubanas, y les llevó a pensar que las cosas continuarían como hasta entonces.
Sin embargo, la promesa de entregar la tierra en propiedad a quienes la trabajaban no fue desechada por la dirigencia revolucionaria. Era cuestión de tiempo, pues antes era preciso convencer a todos de su necesidad y prepararlos para tan importante medida.

Añejo reclamo del campesinado

Poseer en propiedad la tierra que a diario regaban con su sudor, era un viejo anhelo del campesinado cubano. Surgió en los primeros años de la década de 1930, cuando estaba más fortalecido, y organizado en asociaciones, uniones, comités y ligas. A su lucha contra los desalojos sumó el reclamo de una reforma agraria y otras reivindicaciones económicas y sociales. En esa batalla contó con el apoyo y experiencia de los movimientos obrero y estudiantil, con la influencia del Partido Comunista de Cuba, que no dudó en enviar varios de sus más valiosos cuadros a los escenarios en que se libraba, entre ellos el Realengo 18, en el cual estuvieron presentes Ramón Nicoláu, Alfredo Martínez y Lelis Nordet; y Caujerí, adonde llegaron Andrés de La Rosa y Laureano Prades.
La desidia de los gobernantes y la existencia de grandes latifundios, algunos de hasta 18 mil caballerías, en poder de grandes compañías estadounidenses y oligarcas nacionales, deterioró cada vez más la situación agraria cubana, con la consecuente agudización de los desalojos, la miseria, el analfabetismo y la insalubridad en un importante sector de la población.
Fue esa una apremiante razón para que la entrega de la tierra a quienes la trabajaban figurara entre las primeras leyes que los participantes en la heroica jornada del 26 de julio de 1953 se proponían promulgar si el empeño resultaba exitoso.
Una vez iniciada la lucha armada en la Sierra Maestra, bajo la conducción de Fidel, el campesinado brindó su apoyo incondicional al Ejército Rebelde en cuya Comandancia General, en La Plata, el 10 de octubre de 1958 fue firmada la Ley No. 3, Sobre el derecho de los campesinos a la tierra, de obligatoria aplicación en todos los territorios liberados por esa fuerza.
Conocida también como Ley de la Sierra, ese instrumento legal constituyó el antecedente inmediato de los profundos cambios operados en el sistema agrario cubano tras el triunfo de enero de 1959.

Escenario ideal

La Comandancia General del Ejército Rebelde, en La Plata, también fue el sitio escogido por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, para que el 17 de mayo de 1959 el Consejo de Ministros ratificara por tercera vez el proyecto de Ley de Reforma Agraria sometido a su consideración. Tras su aprobación el documento sería incorporado a la Ley Fundamental de la República.
Ningún otro escenario pudo haber sido mejor para dar vida a una ley que transformaría radicalmente las bases sociales y económicas de la nación. Su articulado reducía a 30 caballerías la extensión de tierras a poseer por las personas naturales o jurídicas; proscribía la venta de tierras a extranjeros; regulaba los procedimientos de expropiación e indemnización a los propietarios de extensiones superiores al límite permisible y de adjudicación de tierras a sus cultivadores no propietarios.
Su aplicación conllevó que más de 200 mil familias campesinas se convirtieran en propietarias de las tierras que cultivaban y las liberó del pago de rentas, así como de la explotación de intermediarios y usureros a otras 150 mil que las labraban en condición de arrendatarios, aparceros, precaristas y colonos, entre otras.
Además de erradicar el latifundio, la Ley de Reforma Agraria puso término al control de grandes empresas estadounidenses sobre la mayor parte de las mejores tierras del país, golpe mortal que enfureció al imperialismo, que arreció su agresiva política contra la Revolución y el pueblo cubanos.
Como complemento de aquella, una segunda ley, firmada el 3 de octubre de 1963, fijó en cinco caballerías la máxima extensión a poseer, cuando ya los campesinos cubanos habían comenzado a disfrutar la obra de una revolución verdadera.

Felipa Suárez Ramos

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