domingo, marzo 29, 2009

Iraq y la guerra perdida


Transcurría la última decena del mes de marzo del año 2003. En la Casa Blanca y el Pentágono, Bush y sus halcones se frotaban las manos ante la posibilidad de que esta vez el petróleo iraquí quedaría bajo su dominio total.
Una y otra vez aseguraban al mundo la existencia de armas de exterminio masivo en la nación árabe, y de vínculos entre el Gobierno de Bagdad y Al Qaeda.
Antes y durante la invasión, el poder mediático bajo su dominio, hacía "volar" millones de "informaciones" sobre esta mentira propalada por el mandatario estadounidense, y reiterada por sus más cercanos estrategas.
Fue entonces cuando, desde la frontera con Kuwait y por el desértico paraje iraquí, rauda y veloz se lanzó hacia Bagdad una demoledora fuerza militar norteamericana con 800 tanques, 600 blindados y otros medios terrestres; mientras el cielo era surcado por 100 helicópteros Apache, otros 200 AH-20 Cobra, y cientos con identificaciones variadas.
También la tropa agresora contaba con 90 aviones F-15, 75 F-16, 200 Mc Donnell Doglas, 36 bombarderos B-1B y B-52, 60 Harrier AV-8B y otros.
Por los mares cercanos se desplazaban en los días de la invasión cuatro grupos de combate que incluían a los portaaviones Constellation, Harry S. Truman, A. Lincoln y T. Roosevelt.
Junto a ellos una fuerza de 225 000 soldados norteamericanos entraba en zafarrancho de combate y para secundar la criminal acción y, como parte de lo que se le llamó "coalición", el Gobierno británico dispuso de 45 000 soldados, 120 carros de combate, 150 blindados, 100 aviones de ataque, además de 16 buques de guerra.
Otro aliado —Australia— cooperó con 2 000 soldados, tres fragatas, 17 aviones y algunos helicópteros.
Como para que ningún cabo quedara suelto, Washington decidió desplegar tres baterías de misiles Patriot en Jordania, como medida de protección a Israel ante cualquier eventualidad de una reacción iraquí contra el estado sionista.
La ocupación comenzaba con intensos bombardeos contra Bagdad usando misiles Tomahawks lanzados desde buques y submarinos, que eran apoyados por ataques aéreos con cazas y bombarderos pesados.
Mientras, la otra "pata de la mesa", Gran Bretaña, cumplía la misión de que sus marines tomaran Basora, la segunda ciudad más populosa del país árabe.
Contrario a lo que se esperaba, los invasores apenas encontraron oposición, y se dice que los demoledores golpes aéreos norteamericanos fueron la causa de la debacle, aunque también se argumenta que se dio la orden a los soldados locales de retirarse y mezclarse entre la población para continuar la lucha mediante una guerra de guerrillas que ya se estaba organizando.
Para la resistencia iraquí, aquel podría ser el comienzo de una nueva batalla, la que se libra hasta nuestros días, y que demuestra cuán equivocado estaba George W. Bush, cuando el 1 de mayo del 2003 proclamó el fin de la guerra, en un discurso desde la cubierta del portaaviones USS Lincoln, con su frase Mission acomplished! (Misión cumplida).
Se ha demostrado que la resistencia iraquí estaba lejos de ser doblegada y que la guerra contra los ocupantes apenas comenzaba.
Para Estados Unidos el resultado no ha podido ser peor: invadieron y ocuparon a Iraq, pero nunca vencieron su resistencia que le ha causado más de 4 600 militares muertos, más de 9 000 heridos, y un desprestigio internacional enorme.
Esa guerra está perdida para el agresor. Vale más ahora una retirada a destiempo que hundirse aún más en el pantano iraquí.
Quizás sea esa la razón por la cual el presidente Barack Obama ha anunciado una evacuación de sus tropas¼ . aunque dejando unos cuantos miles de soldados en suelo de la nación árabe, que ya ha visto perecer a un millón de sus hijos a consecuencia de esa guerra impuesta.

ELSON CONCEPCIÓN PÉREZ
elson.cp@granma.cip.cu

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