sábado, septiembre 27, 2008

Blackwater. La privatización de la guerra en Irak.

La ocupación de Irak se sigue complicando para Estados Unidos. El 16 de septiembre, 17 iraquíes caían muertos bajo el fuego de “contratistas”. Leonard Mattioli nos explica qué hay por detrás de este eufemismo utilizado para denominar a ciertas fuerzas militares.
El confuso incidente, si bien no es el primero, fue la gota que desbordó el vaso. La reacción de la gente fue tan fuerte, que el gobierno iraquí se vio forzado a prohibir las actividades de la empresa de seguridad Blackwater en el país. Oficialmente Blackwater brinda servicios de seguridad. Esto significa que entrena y despliega mercenarios –la mayoría ex militares– en áreas de alto riesgo. Desde el año 2001 dicha empresa ha recibido más de mil millones de dólares en contratos con el gobierno de Estados Unidos. Según un periódico español: “Los mercenarios de Blackwater han protagonizado 195 tiroteos en Irak desde 2005, según un informe presentado en el Congreso de Estados Unidos. La mayoría de los incidentes se produjo cuando los empleados de la compañía dispararon desde sus vehículos sin preocuparse después por el estado en el que quedaban los heridos”.
La utilización de mercenarios les permite a las potencias ocupantes reforzar sus tropas sin la necesidad de recurrir a soluciones como la implementación del servicio militar obligatorio (este extremo ha sido manejado entre políticos conservadores norteamericanos enfrentados a la imposibilidad de sus Fuerzas Armadas de mantener la guerra de Irak y Afganistán, y lanzarse a un ataque contra Irán). Por otro lado, los mercenarios poseen una flexibilidad que las tropas regulares no, y es que ellas obedecen a una empresa, sus acciones no están controladas por un parlamento, o por ningún otro representante, sino por una sociedad anónima. El escándalo que se desató al conocerse la masacre del 16 de septiembre probablemente hubiera sido mucho mayor si las responsables hubieran sido tropas regulares.
Tras la primera reacción del gobierno iraquí, se desarrolló algo que hasta le momento no había pasado: Blackwater tuvo que salir a dar explicaciones, a justificarse. Su dueño, Erik Prince, un ex militar y conocido simpatizante del Partido Republicano, concurrió al Congreso de los Estados Unidos para defender la actuación de sus mercenarios. Su nueva estrategia comunicativa fue diseñada por una filial de la empresa de relaciones públicas Burson-Marsteller. El presidente de Burson-Marsteller es Mark Penn, el principal estratega de la campaña presidencial de Hillary Clinton. De está manera Balckwater se acerca a quien posiblemente se transforme en la sucesora de Bush.
En un mes se ha sabido más sobre las actividades de Blackwater en Irak que en todos los años anteriores juntos, y esto se debe a que las cosas llegaron a un límite casi intolerable para las víctimas de sus “servicios de seguridad”. A pesar de que el gobierno iraquí fue incapaz de mantener la prohibición de que Blackwater desarrolle sus actividades en el país, su visibilidad se ha transformado en su peor enemigo, ya que nada es peor para un mercenario que el ser identificado, el ser monitoreado. Las pesquisas posteriores a la masacre parece que darán resultados contrapuestos. Por un lado el FBI continúa con su investigación, pero es curioso el hecho que los investigadores de esa agencia que se encargan del caso sean protegidos por los propios mercenarios de Blackwater en sus movimientos por Bagdad.
Por otro lado, la investigación de los funcionarios iraquíes ha concluido, y sus resultados señalan que los mercenarios cometieron “homicidio premeditado” de 17 personas. Sin embargo los autores de la masacre ya no están en Irak, y difícilmente enfrenten un juicio por sus crímenes.
El domingo 7 de octubre, varios cientos de personas se congregaron para protestar contra los planes de Blackwater de abrir una base de entrenamiento militar de más de 320 hectáreas en el este de San Diego, en Estados Unidos. Ese es el tipo de acciones que realmente perjudican a estas empresas, de la misma manera que fue la indignación del pueblo iraquí dejada de manifiesto en las calles la que obligó a su gobierno títere a salir a protestar contra la masacre. Fue la gente común la que dejó en evidencia a estos sobrios mercenarios; fue la gente común la que con su sangre los delató, la que con sus gritos y protestas los expuso, y la que con el tiempo expulsará a todas las fuerzas ocupantes de Irak.

periodico@elmundoalreves.org

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