viernes, junio 13, 2008

Che de nuevo en su tierra


HÉCTOR ARTURO

El Comandante Ernesto Che Guevara regresó a su natal ciudad de Rosario, donde mañana 14 de junio, en ocasión de su cumpleaños 80, subirá a lo más elevado de la Plaza que llevará su nombre, como si volviera a la tribuna o la trinchera, con la frente alta, la mirada serena, el paso firme y la certeza de saber que su vida no transcurrió en vano.
El artista argentino Andrés Zerneri muestra tres de las llaves donadas para esculpir la estatua del Che.
El escultor bonaerense Andrés Zerneri, nacido el 6 de octubre de 1972, tuvo la idea de perpetuar al Che en la tierra que lo vio nacer. Para ello precisaba de 3 000 kilogramos de bronce y muchas horas de arduo trabajo en su taller de la calle Palermo, en Buenos Aires, desde donde convocó a todos para que hicieran donaciones de este metal.
No le faltaron amenazas fascistoides ni llamadas telefónicas intimidatorias. Pero si el Che jamás tembló y se enfrentó mil veces a la muerte, Zerneri, como fiel seguidor de su compatriota, tampoco vaciló un solo instante.
Fueron entregados 3 000 kilogramos de bronce por personas de todos los confines del mundo para que el Che tenga su estatua en la ciudad argentina de Rosario, a partir de este 14 de junio, en ocasión de su cumpleaños 80.
Más de 15 000 argentinos y ciudadanos de todos los confines del planeta respondieron al altruista llamado de este joven artista, que me confiesa sin temor alguno su admiración por el Che y su ética que ha marcado a generaciones enteras de hombres y mujeres, en especial jóvenes.
"No pretendí endiosarlo, sino que lo tengamos aquí con nosotros, presente en la escultura y no solo en las mentes y los corazones, para que tratemos de ser iguales que él, aunque estemos muy lejos de lograrlo.
"El Che fue un hombre de su tiempo, que es este tiempo también nuestro, y mi deseo es que todos en el mundo, principalmente nuestros hijos y nietos, traten de parecerse a él y de seguir sus huellas y su ejemplo "
Me cuenta Zerneri que al principio se sintió pesimista, pues él y el equipo de colaboradores partieron de la premisa de no aceptar donaciones oficiales, de partidos políticos, empresas y firmas.
"Convocamos a la gente y la gente respondió. Pedimos que donaran llaves de bronce, y poco a poco mi taller de la calle Palermo se hizo pequeño para almacenar todo lo que comenzamos a recibir.
"Sí, muchos donaron llaves y llaveros. Pero también hubo quien nos trajo otras cosas, como un fragmento del primer microscopio utilizado en la Argentina; una ancianita de 91 años de edad entregó una medalla de su difunto esposo, quien fue militar; deportistas donaron sus trofeos; una madre se desprendió del portarretratos de su hijo desaparecido por la dictadura; un matrimonio de exiliados envió las llaves de su antigua residencia bonaerense, y otros trajeron campanas, cadenas, candelabros, camas, placas, escudos, ceniceros, picaportes, pisapapeles, tuberías y grifos de agua."
Quedaba entonces resolver el problema de dónde fundir la estatua de cuatro metros de altura, para hacerla en una sola pieza y que no corriera el peligro de fracturarse en el traslado.
Y Zerneri y los suyos se fueron hasta la fundición de los astilleros de Río Santiago, cuyo propietario les ofreció el local y el horno de 900º, pero no se comprometió a más.
Tras conversar con los obreros metalúrgicos, estos aprobaron fundir la estatua en jornadas de trabajo voluntario, pues habían escuchado decir que el Che fue el pionero de esta forma de resolver problemas en Cuba.
Lo mismo expresaron los constructores de Rosario, que ya dan los toques finales a la Plaza Che Guevara. Allí Emilio, Israel, Ernesto y los demás albañiles y ayudantes afirman que sienten orgullo por laborar en este complejo escultórico, y hasta expresan que se han hecho acompañar en ocasiones de sus pequeños hijos, "para que desde ya vayan aprendiendo quién era y es el Che Guevara y traten de seguir su ejemplo".
La Plaza Che Guevara se encuentra enclavada en cinco manzanas comprendidas en los terrenos del antiguo predio ferroviario de calle 27 de Febrero entre Laprida y Buenos Aires, en Rosario, ciudad natal del Che, que en el 2003 lo proclamó su Hijo Ilustre.
Andrés Zerneri, además de escultor, es director de arte, realizador cinematográfico, fotógrafo, docente, pintor, dibujante e ilustrador, y como escritor tiene en su haber dos importantes ensayos: La deuda externa y El oro robado a América. A los 19 años de edad, ya dirigía la radio comunitaria de la provincia de Neuquén y además, formó filas en la agrupación denominada Hijos de Desaparecidos.
Me habla acerca de su profunda admiración por el Che y dice que ojalá pudiera viajar a Cuba para platicar con compañeros de lucha del legendario guerrillero y estadista, e intercambiar con sus colegas escultores: "Sé mucho de Cuba por mediación de mis constantes contactos con la Embajada, gracias a los cuales conozco de la valentía y dignidad de ese pueblo noble, trabajador, justo, combativo, invencible, solidario y seguidor de Fidel, de Raúl y del Che, quien precisamente en Cuba comenzó a inscribirse en la Historia Universal".
¿Satisfecho?, le pregunto.
Y Andrés Zerneri responde con absoluta modestia:
"Sí. Y mucho. Sobre todo porque este Che que regresa a Rosario no es una estatua solamente mía, sino de miles de personas que en Argentina y el resto del mundo, se sumaron al proyecto, por lo cual siempre digo que es una obra colectiva y levantada desde abajo.
"Sé que el Che era crítico de los homenajes, pero estoy convencido de que aceptaría este por haberse convertido en una convocatoria de masas y por saber que sus ideas, sus principios y su ética han calado hondo en las multitudes a las que él supo defender desde su más temprana adolescencia hasta su caída en combate y posterior asesinato en las selvas de Bolivia.
"Ustedes tienen su monumento en la ciudad de Santa Clara; los bolivianos el suyo en La Higuera, y nosotros tenemos ya el nuestro en Rosario, donde el Che volverá a estar presente para siempre y ser profeta en su tierra¼ "

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