sábado, mayo 24, 2008

La mambisa Comandante


Mercedes Sirvén Pérez-Puelles

Raquel Marrero Yanes

En las guerras de independencia cada patriota pensaba en el mejor modo de servir a la causa redentora. Las mujeres partían con sus esposos e hijos a la manigua. Nuestras mambisas, dignas del mayor elogio, mostraron valor y no pocas dejaron su vida en el campo insurrecto.
Fueron ellas, en la gesta libertadora, la voz de aliento, el corazón enérgico, la mano fiel y tierna dispuesta a empuñar un machete o llevar un mensaje sin sentir temor, de ser la enfermera, el médico, o quien cerrara los ojos de nuestros mártires.
La cubana de más alta jerarquía en nuestras guerras independentistas fue una profesional de las ciencias médicas, la doctora en Farmacia Mercedes Sirvén Pérez-Puelles.
Desde muy joven comenzó a dar muestras de rebeldía y bravura. Aunque su familia era oriunda de Oriente, ella nació en Bucaramanga, Colombia, porque sus padres tuvieron que emigrar. Es esa la razón por la cual su figura emerge históricamente entre las patriotas orientales.
Mercedes terminó la carrera en la Universidad de La Habana, exactamente en 1895, año en que comenzó la Guerra de Independencia. Cuando obtuvo el título, viajó a Holguín para reunirse con su hermano el doctor Faustino Sirvén, quien se disponía a marchar, junto a su esposa, a la guerra. Con el mismo pensamiento se une a ellos y se incorpora al Ejército Libertador el 5 de octubre de 1896.
A la manigua lleva consigo una gran cantidad de medicamentos. Su vida entonces estuvo expuesta una y otra vez al peligro. Solía salir bajo el mortífero fuego de la metralla, cuando por la gravedad de las heridas de los soldados no era posible trasladarlos. Pasaba las noches preparando fórmulas para curar a los mambises.
A finales de 1896 se le confiere el grado de Capitana de Sanidad, en el Rancho de Palmarito, al sur de Las Tunas, y en 1897 es ascendida a Comandante, grado con el que terminó la contienda.
Estableció una botica destinada a abastecer de medicamentos y materiales de curación a los diferentes hospitales de guerra en el territorio. Realizaba la distribución sin más ayuda que su mula y su fusil.
Luego de la guerra, Mercedes dirigió la farmacia del hospital civil de Holguín, hasta que abrió su propio establecimiento en 1902. Murió en La Habana, el 25 de mayo de 1948.
Según describe María Collado, su biógrafa: "Mercedes Sirvén se distinguió por poseer una mente bien organizada y un alma gigante". La recordamos sobre todo como la mujer que más alto grado militar alcanzó dentro del Ejército Libertador.

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