domingo, abril 06, 2008

El tenebroso terrorista.


Iván Márquez, Integrante del Secretariado de las FARC-EP,

Como dijo el comandante Manuel: “mataron a Raúl, e hirieron gravemente el canje de prisioneros y la paz”. A las 00:25 de ese primero de marzo un misil impacta con estruendo el corazón del campamento dormido. No se escucharon aviones ni helicópteros. El misil había sido disparado por los gringos desde la Base Aérea de Tres Esquinas, en el Caquetá. De sur a norte entraron las tropas terrestres que fueron avistadas en el área desde el 26 de febrero.
¡Aquí hay uno vivo! –gritaban en la oscuridad. ¡Dénle bala! –respondían. Y luego los disparos… Así actuaban las tropas de Uribe Vélez, el tenebroso terrorista internacional pelele de los Estados Unidos, al consolidar la toma del campamento de Raúl Reyes. Varios de los heridos fueron rematados con tiros de gracia.
A las 00:25 de ese primero de marzo un misil impacta con estruendo el corazón del campamento dormido. No se escucharon aviones ni helicópteros. El misil había sido disparado por los gringos desde la base aérea de Tres Esquinas, en el Caquetá. De sur a norte entraron las tropas terrestres que fueron avistadas en el área desde el 26 de febrero. Ya no habría encuentro con la delegación francesa para explorar la liberación de Ingrid. Habían muerto Raúl Reyes, algunos de sus guerrilleros y unos estudiantes mexicanos de visita en el lugar. Como dijo el comandante Manuel: “mataron a Raúl, e hirieron gravemente el canje de prisioneros y la paz”.
El “Israel” de Suramérica –Colombia-, el país receptor de la mayor ayuda militar y de millones y millones de dólares del gobierno de Washington en la región, había actuado sobre seguro, con el consentimiento de su amo, con los satélites y la tecnología militar de punta proporcionada por el gobierno de los Estados Unidos.
La indignante mentira de la persecución en caliente no podía resistir el embate de la verdad. Se derrumbó ante el primer análisis dejando al desnudo la más infame violación al territorio, a la soberanía y la dignidad de un país hermano. Y como ya habían soltado su perfidia, intentaron y siguen intentando convertir a la nación victimizada en victimaria. Por eso como perros de presa ladran la doctrina de la soberanía limitada, inaceptable sofisma y pretexto de la Casa Blanca para agredir y expoliar pueblos, argucia precaria que no servirá para encubrir la transgresión a la ley internacional en Nuestra América. La respuesta del Presidente del Ecuador, Rafael Correa, al señor Uribe fue altiva y contundente: “su insolencia hace más daño que sus bombas asesinas. ¡Déjese de falacias!
El mundo no podrá olvidar aquella tarde de Santo Domingo en que un enloquecido Álvaro Uribe cubría de improperios a Raúl Reyes ya muerto, llamándolo cobarde y tenebroso terrorista, calificativos que más bien pueden endilgarse al terrorista con banda presidencial, que a nombre del narco paramilitarismo que sucedió a los carteles de Cali y Medellín, se tomó el Palacio de Nariño.
A la muerte de Raúl y al asesinato posterior de Iván Ríos le siguió la más irracional euforia triunfalista de las oligarquías de Colombia. El fascismo histérico –el mismo que incita a lapidar a mujeres extraordinarias como Piedad Córdoba- estremeció al país comandado por los Santos, gossaínes y arismendys. Vomitaron todo su odio y llenaron el espacio electromagnético de informaciones manipuladas, manos cercenadas, recompensas y sapos, aquelarres de victoria y de incitaciones a “fumigar” a la insurgencia. Se destaparon y se lanzaron con todo creyendo que estaban sellando la victoria de la batalla final. Sus más terribles anatemas profanaron los cadáveres de los caídos con el mismo ensañamiento de los paramilitares con sus víctimas. Les pasará lo que al mariscal Monet, que creyendo asegurada la victoria en los campos de Ayacucho, con desmedido optimismo se lanzó con todas sus fuerzas a exterminar a los invencibles de Sucre y de Bolívar.
A través de un micrófono el Fiscal General Mario Iguarán exteriorizaba su escalofriante dilema: catalogar o no como homicida al asesino del comandante Iván Ríos y su compañera. Y por otro lado el general Mora Rangel se ufanaba de los 400 mil efectivos de las Fuerzas Armadas oficiales comparados con los 50 mil del Ecuador y los 70 mil de Venezuela. La experiencia de los soldados colombianos es mayor, -decía. “les llevamos años luz y no sólo a Venezuela, pues nuestros pilotos están acostumbrados a combatir de noche”. Y tal vez tenga razón, pero el problema de su ligero análisis es que no tiene en cuenta ni a las FARC ni a los pueblos de la Gran Colombia. Unas FARC libres para avanzar no es asunto despreciable, y mucho menos si lo hacen rodeadas de pueblo insurreccionado, resuelto a salir de la horrible noche de la opresión.
Se les está olvidando que Colombia entera es un polvorín social a punto de estallar. Uribe desterró para siempre de sus discursos, los programas sociales. Sólo habla de guerra y odio y lo hace desde las guarniciones militares, y desde la escuela de policía General Santander. Convirtió sus Consejos Comunales en la tribuna de la demagogia y el engaño descarado a la población. Anuncia que va a solucionar las necesidades más sentidas de la gente, pero de ahí no pasa. Ya son más de 30 millones los colombianos que viven en la pobreza. El alto costo de la vida y el desempleo están matando de hambre a las mayorías. No hay techo, no hay salud ni educación para ellas. Las tierras despojadas no han sido devueltas a los campesinos, y más de 4 millones de desplazados continúan engrosando la miseria. Sólo hay ganancias para los grandes inversionistas, objeto fundamental de la “sacrosanta” política de la Seguridad Democrática impuesta por los gringos, como prolongación renovada de la nefasta Doctrina de la Seguridad Nacional.
La violación a la soberanía del Ecuador fue otra de las tantas cortinas de humo para intentar tapar todas las podredumbres y vergüenzas reunidas de un régimen que ha vuelto sus armas represivas contra el pueblo. Buscan encubrir los inobjetables vínculos del señor Uribe con la narco-para-política que deshonra el nombre de Colombia. Que nadie cuestione cómo puede seguir siendo presidente un hombre cuyos principales alfiles están tras las rejas por sus escandalosos nexos con la narco-para-política. El 90% de los congresistas acusados, es uribista. El Vicepresidente y el Ministro de defensa, los señores Santos, no pueden ocultar su frondoso rabo de paja narco-paramilitar. Los mismos capos paramilitares han denunciado que financiaron con maletas repletas de dólares las campañas presidenciales de Uribe. No puede ocultar el señor Uribe su trayectoria delictiva en el narcotráfico. Está metido ahí hasta los tuétanos desde que se desempeñó como director de la Aeronáutica Civil , cargo que aprovechó para autorizar a Pablo Escobar Gaviria la operación de centenares de pistas clandestinas en la selva, desde donde el capo surtió de cocaína las ciudades estadounidenses.
¿Es a éste a quien Bush y Rice llaman a apoyar como Presidente democrático y paladín de la justicia social? ¿Será que ya se les olvidó que llegó a la presidencia, además, cabalgando en un gigantesco fraude electoral montado por los paramilitares y el director del DAS? Que diga ese “presidente democrático” dónde están los 11 prisioneros que sacó del campamento de Raúl Reyes, hoy desaparecidos. Que responda por las masacres y las miles de fosas comunes sobre las que erigió su gobierno, por los más de 150 mil ciudadanos encarcelados tras sus redadas fascistas. Que responda por el asesinato de dirigentes sindicales y populares, por la extradición a los Estados Unidos de más de 600 nacionales, renunciando a la soberanía jurídica del país en el más abrumador arrodillamiento a una potencia extranjera. No puede ser un gobernante democrático quien envía sus hordas paramilitares a Venezuela a asesinar a un Presidente, o quien no se inmuta ante el asesinato de varios de los organizadores de la gran marcha del 6 de marzo contra el terrorismo de Estado. En realidad, Uribe es un “tenebroso terrorista”. El terrorismo de Estado es su práctica cotidiana.
Las convulsiones de la Colombia de hoy son el signo de que estamos en los umbrales de una nueva era. América está pariendo la era de Bolívar. Es la hora de la lucha de los pueblos y la solidaridad. Nos aproximamos a un hito histórico portentoso en que los pueblos serán los protagonistas del cambio luego de 500 años de opresión y expolio. No se puede vacilar en este momento. Esa cuerda de bandidos santanderistas, neoliberales y pro-yanquis no va a desactivar la resistencia popular con su subjetiva y alegre arrogancia triunfalista.
Los pueblos de la Gran Colombia deben marchar contra el pelele fascista de Washington, contra los halcones histéricos que chillan amenazantes su doctrina fascista sobre los pueblos de Nuestra América, azuzados por el Comando Sur.
Colombia requiere de un levantamiento popular por la patria, por la solución política del conflicto, contra el hambre, contra la guerra, por la paz, por un nuevo gobierno, por democracia popular y soberanía del pueblo. Queremos la patria que quería Bolívar, no la que truncaron Santander y el entonces Secretario de Estado Henry Clay, un nuevo gobierno que aborde la búsqueda urgente de la paz con justicia social que le dé a nuestro pueblo la mayor suma de estabilidad política y felicidad; que empuñe la bandera bolivariana de construir en este hemisferio una gran nación de repúblicas, que sea “escudo de nuestro destino” y garantía inmovible de respeto y dignidad.

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