sábado, diciembre 08, 2007

Juan Carlos I de Borbón: ¿Heredero de quién? ¿Al servicio de quién?



Con la reciente polémica contra el presidente venezolano Hugo Chávez, Juan Carlos I ha tomado la iniciativa a la hora de situarse frente a la revolución venezolana en la gigantesca campaña mediática actual orquestada por el imperialismo para derrocar el régimen revolucionario. Conociendo un poco la historia, no es nueva esta posición de la monarquía actual que entronca con la defensa que los Borbones han hecho de los poderosos durante toda su existencia.
Adentrémonos un poco más en el conocimiento de la historia del actual jefe de Estado, que se permite ir por ahí dando lecciones de democracia.

Los orígenes del reinado actual

"Desde muy pronto con perseverancia y tenacidad ejemplares, el general Franco supo atraer a su órbita a Don Juan Carlos... ¿Podrá tener la monarquía que así nace posibilidades efectivas de consolidación?...".
Esta frase es de José Mª Gil Robles, ex presidente de la ultrarreacionaria CEDA, consejero personal después de la Guerra Civil de Don Juan, padre de Juan Carlos I. Don Juan nos fue presentado en la Transición desde algunos de los principales dirigentes de izquierda como un gran demócrata. La realidad es que Don Juan defendió el alzamiento fascista en 1936, y por dos veces se ofreció a Franco para servir en sus tropas. Franco, que veía más lejos que el joven príncipe, le contestó por carta:
"Si alguna vez en la cumbre del Estado vuelve a haber un Rey, tendría que venir con el carácter de Pacificador, y no debe decantarse entre el número de los vencedores...".
Durante la Segunda Guerra Mundial el contraespionaje norteamericano utilizó a Don Juan haciéndole creer que los aliados invadirían España para derrocar a Franco. Con gran sentido táctico diplomático, típico de los Borbones, Don Juan trata de oficializar el rompimiento de su hasta entonces formidable relación con Franco en una carta: "...es preciso ofrecer a los españoles algo que no sea el totalitarismo de V.E. ni la vuelta a la república democrática, antesala del extremismo anarquista; y esa tercera solución la constituye solamente la Monarquía Católica Tradicional, de cuyos ideales fundamentales estaban más próximos la mayoría de los héroes y mártires que hicieron posible el alzamiento de Julio de 1936".
Dándose cuenta de que ha sido utilizado, de manera patética Don Juan intenta hacer nuevas genuflexiones dialécticas frente al dictador para hacer las paces y le escribe a los pocos días:
"Apelo con toda mi alma a su bien probado patriotismo para que, olvidando las divergencias de opinión, lleguemos a un acuerdo que permita la restauración de la Monarquía en plazo breve".
El padre del actual Rey, como vemos, era hombre de hondas y bien fundadas opiniones demócratas. Entre otras cosas, para congraciarse con Franco, Don Juan le entregó a su propio hijo, el actual Juan Carlos I, para que le educase "según los principios fundamentales del Movimiento".
Su hijo no le iba a la zaga en fidelidad y convicción de opinión. Después de asegurarle a su padre una y otra vez por carta que le sería leal y nunca reinaría antes que él, se dejó nombrar heredero por parte de Franco en 1969, que veía en él una persona mucho más maleable que a su padre. Entonces, a la tensa e íntima entrevista con su padre para convencerle que abdicase a favor de él, le acompañó el que sería su secretario y confesor hasta finales de los 70, Alfonso Armada, uno de los principales directores y ejecutores del golpe de Estado del 23-F.
Gonzalo Puente Ojea, encargado de la embajada española en Atenas en otoño de 1962, relató la conversación que mantuvo entonces con nuestro actual demócrata Juan Carlos I:
"Recuerdo que me chocó su apología de Franco. Mostraba (...) una notable insensibilidad ante los problemas derivados de la Guerra Civil. Quedé sorprendido ante su postura a favor de una vía intermedia que no cuestionase los fundamentos del régimen. Los hechos disiparon mis expectativas ante el joven príncipe. En julio de 1969, ante el Pleno de las Cortes franquistas, Juan Carlos juró tres cosas: lealtad a Franco; fidelidad a los principios del Movimiento Nacional y a las "demás leyes fundamentales del Reino...".

¿Cuál fue el ‘real' papel jugado por Juan Carlos en la Transición?

Este es el gran momento de nuestro monarca según nos han contado todos los dirigentes políticos en las tres últimas décadas. Uno de los primeros hechos esclarecedores en el comienzo de su mandato como Jefe del Estado, una vez muerto Franco en 1975, tiene lugar en febrero de 1976 cuando tuvo conocimiento previo de la matanza que, consciente y orquestadamente, se preparaba en febrero de 1976 en Montejurra por parte de los servicios de seguridad del Estado, según escribe Josep Carlos Clemente en su libro El pecado original de la familia real española. Podemos desconfiar de dicho autor, que políticamente es un confeso carlista reaccionario. Pero resulta que, ahora que se habla tanto de Constituciones, en la nuestra, en el artículo 490.3 se deja bien clarito que:
"el que calumniare o injuriase al Rey (...), será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años si la calumnia o injuria fueran graves, y con la multa de seis meses a doce meses si no lo son".
El autor mencionado escribe con todas la letras su acusación pero no sabemos que se le haya aplicado todavía el código penal. En cambio sí se le aplicó a Javier Madrazo, coordinador de IU en el País Vasco, por decir lo siguiente durante las movilizaciones contra la guerra en Iraq:
"Ya que le pagamos policías, yates, viajes a esquiar y a montar a caballo, no habría estado de más que, por una vez abandonase sus ocupaciones y compartiese con la sociedad su preocupación por la guerra de Iraq"
Pero no nos adelantemos a los acontecimientos. En 1974 tiene lugar la Revolución de los Claveles en Portugal. En mitad de las ocupaciones de latifundios y empresas por los trabajadores, se aprueba una nueva Constitución en nuestro país vecino cuyo primer artículo empieza así: "Portugal es una República socialista de trabajadores...". En este contexto, las movilizaciones en la España del Franco moribundo experimentan un auge exponencial. Los sectores más inteligentes de la burguesía ya son conscientes de que el recambio en la jefatura del Estado en la persona de Juan Carlos I tiene que formar parte de un proceso para llegar a un pacto con los dirigentes de los sindicatos y partidos obreros y así desactivar la lucha de los trabajadores que ya para entonces amenaza la existencia del capitalismo en toda la península ibérica. Con el concurso activo de los dirigentes obreros esta operación tiene éxito, no sin grandes dificultades, ante las luchas e ilusiones de la inmensa mayoría.
La conscientemente ambigua redacción de la Constitución aprobada en 1978 confiere al Rey unos pequeños poderes. Algunos de ellos son:
· Nombrar al presidente del gobierno y a sus ministros (al máximo poder ejecutivo).
· Corresponde al Rey sancionar las leyes.
· Nombra al presidente del Tribunal Supremo, al del Tribunal Constitucional y a los veinte integrantes del Consejo General del Poder Judicial (representantes de los máximos poderes legislativos).
Por tanto, esta institución de la monarquía se reserva poderes fundamentales que pueden ser utilizados en determinados momentos de crisis excepcionales. La historia enseña que estas crisis, que se reproducen periódicamente, representan en última instancia confrontaciones decisivas entre las clases sociales, como ocurrió en los años setenta, como está ocurriendo ahora mismo en Bolivia o Venezuela ¿En beneficio de qué clase social utilizará el Rey este poder en su momento?
Se nos dice que el Rey salvó a la democracia con su actuación el 23 de febrero de 1981. Según viene a decir Josep Carlos Clemente en su libro mencionado, la Reina Sofía, sincerándose con la periodista Pilar Urbano, le dio a entender que el Rey había estado al tanto de diferentes aspectos de las conspiraciones para (según la historia oficial que nos han contado) luego poder actuar él y salvar al Estado democrático. Lo cierto es que una vez que se declaró el golpe tardó medio día en decidirse a hablar por la televisión para expresar su opinión. Un testimonio importantes es el de uno de los máximos implicados, el general Milans del Bosch:
"El rey quiso dar un golpe de timón institucional, enderezar el proceso que se le escapaba de las manos y, en esta ocasión, con el peligro que se cernía sobre su corona y con el temor a que todo saltara por los aires, me autorizó a actuar con las instrucciones que recibiera de Armada". Armada, como dijimos fue preceptor y secretario del Rey. Posteriormente fue Segundo Jefe del Estado Mayor del Ejército y condenado por el 23-F.

La fortuna real

Debido al papel tan trascendental que ha jugado y juega en nuestros días, Don Juan Carlos se merece un buen sueldo. Los Presupuestos Generales del Estado para 2007 le asignan 8,29 millones de euros. La web Rebelión publicó en 2001 un reportaje explicando algunos de los menesteres a que se dedicaban algunos de sus, por entonces 160 empleados: el rey tenía entonces dos ayudas de cámara que le ayudaban a vestirse. Como la monarquía actual es moderna y lucha contra la discriminación sexual, la reina cuenta con dos doncellas para iguales efectos. Tienen (o tenían en 2001) un cuidador de perros: al fin y al cabo, los 25 perros reales que hay en Palacio, son muchos perros... La mayor parte de estos empleados no eran pagados con el presupuesto de la Casa Real, sino por el Ministerio de Administraciones públicas.
El Rey recibe regalos. Por ejemplo, ahí está el último yate Fortuna que le regalaron desinteresadamente algunos empresarios mallorquines. Una bagatela que costó 14.000 millones de las antiguas pesetas. Eso sí, su mantenimiento lo pagamos entre todos, gracias a que Su Majestad usa el barco pero la propiedad es de Patrimonio del Estado al igual que el mantenimiento del Palacio Real. En cuanto al Palacio de la Zarzuela donde reside, se trata de una humilde edificación de 4.200 metros cuadrados. Hay que comprender ¡un Rey es un Rey! Diferentes fuentes valoran el conjunto del dinero público real destinado a mantener los reales gastos en unos 25 millones de euros. Pero el caso es que según la revista Forbes de abril de 2003, el Rey tenía entonces 1.790 millones de euros, sobre todo invertido en diferentes fondos y propiedades en el exterior del Estado español.
Algunos malpensados parece que defienden que en su día José Mª Ruiz Mateos le daba al Rey maletas llenas de dinero. De hecho, lo que vino a decir en su día es que el rey había recibido de él mil millones de las antiguas pesetas. Como evidentemente se trataba de una calumnia, el fiscal general del Estado acusó a Ruiz Mateos por un delito de injurias al Rey, que ya sabemos que está bien defendido por la Constitución. La causa judicial está archivada... También Javier De La Rosa, que comió con el Rey alguna vez en Palacio, calumnió de una manera parecida al Rey, pero nunca fue encausado por ello, no como Madrazo.
En fin, que resulta claro que en democracia, valores y dignidades, Hugo Chávez tiene mucho que aprender de nuestro simpático Rey.

Miguel Jiménez

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