miércoles, noviembre 07, 2007

Las mentiras de Bush y la verdad histórica.

Diatribas anticubanas del presidente Bush

Por Andrés Zaldívar Diéguez


Investigador Titular del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado de Cuba

En sus más recientes diatribas anticubanas del pasado 24 de octubre, entre otras muchas flagrantes mentiras el presidente norteamericano George W. Bush en tono acusador hizo referencia al supuesto momento posterior al triunfo de la Revolución en que los representantes norteamericanos acreditados en La Habana habían sido “expulsados” del territorio nacional. Con ello, a estas alturas, intentó culpar al Gobierno cubano de la ruptura de las relaciones diplomáticas entre ambos países, hecho acaecido a inicios de enero de 1961. Esa referencia da continuidad a una de las líneas propagandísticas oficiales del Gobierno de Estados Unidos hacia Cuba, vigente desde 1959, y que desde entonces se ha mantenido inalterable: culpar siempre a nuestro país de todo deterioro que se manifieste en las relaciones entre ambos Estados.
Los hechos, tozudos, muestran una realidad diferente a la idea que los asesores de Bush quisieron transmitir cuando incorporaron tal referencia en su discurso. Si hubo felonía alguna en las relaciones diplomáticas entre ambos Gobiernos hasta que se materializó aquella ruptura, era la protagonizada como línea por la embajada norteamericana en La Habana. Una breve ojeada a la cadena de acontecimientos acaecidos incluso desde antes del triunfo de enero de 1959 sobre la tiranía batistiana muestra una frenética actividad, en gran medida proveniente de aquella sede, encaminada a evitar el triunfo rebelde en Cuba, lo que ha sido documentado prolijamente por investigadores cubanos y extranjeros, entre ellos también norteamericanos. Fue del 23 de diciembre de 1958, resumiendo lo que venían haciendo desde mucho antes, la expresión del Director de la CIA Allen Dulles en una reunión del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos: “Debemos evitar la victoria de Castro”.
La embajada norteamericana en la capital cubana, y en particular la estación de la CIA que desde fines de los años 40 allí funcionaba, se convirtió desde el primero de enero de 1959 en el estado mayor de la contrarrevolución en Cuba. Los archivos de la seguridad cubana muestran que solo días después del triunfo de enero de 1959, desde allí se escribieron las pautas de lo que fue la primera gran campaña propagandística contra la Revolución, iniciada entonces tomando como pretexto el ajusticiamiento de torturadores y criminales de guerra de la tiranía batistiana,iii potenciada luego por la prensa norteamericana y puesta al servicio de los intereses propagandísticos de la CIA a través de la denominada Operación Mockingbird.
En abril de 1959 se elaboró en aquella Embajada uno de los primeros documentos rectores de la actividad subversiva anticubana conocidos,iv y en su cumplimiento se esforzó tanto la estación CIA como otros funcionarios diplomáticos, en aras de provocar un cisma al interior del Gobierno, el Ejército Rebelde y la sociedad en su conjunto, bajo la bandera del anticomunismo, lo que se haría coincidir con una invasión desde el exterior organizada por el tirano dominicano Rafael L. Trujillo; un levantamiento contrarrevolucionario en las montañas del centro del país y el control de las más importantes unidades militares y policiales del país por integrantes del antiguo Ejército batistiano, muchos de ellos aún en servicio activo. El fracaso de tales acciones en agosto de 1959 al conjurarse la denominada invasión trujillista trajo consigo el inicio aquel mismo mes de nuevos planes, los que se fueron perfeccionando en los meses subsiguientes hasta su aprobación por el presidente Eisenhower en marzo de 1960.
En el cumplimiento de esos planes para el derrocamiento de la Revolución, que alcanzaron luego la derrota en Playa Girón en abril de 1961, se esmeró a fondo la estación de la CIA y la embajada norteamericana en la capital cubana, con una plantilla engrosada para tal actividad contrarrevolucionaria. Además de la selección y envío clandestino a Estados Unidos de muchos de los que luego de su entrenamiento en Guatemala, Panamá, Puerto Rico e incluso Estados Unidos integrarían la brigada mercenaria, una de sus más importantes líneas de acción fue la creación de una eufemísticamente denominada red interna de inteligencia y de acción –en realidad grupos terroristas- dedicada desde mediados del año 1960, con medios de guerra introducidos al país clandestinamente por las costas o medios aéreos, a la ejecución de sabotajes en fábricas y escuelas, centros comerciales y lugares de recreación, así como en la creación de los primeros grupos de alzados en las montañas, bandidos y malhechores que intentaron infructuosamente convertir las serranías en santuarios de la contrarrevolución. Por coincidencia histórica, uno de los más horrendos crímenes de aquellos grupos de alzados, el asesinato en la zona de San Ambrosio, en las montañas del Escambray, del maestro voluntario Conrado Benítez García y del campesino Eliodoro Rodríguez Linares, fue perpetrado el 5 de enero de 1961, en los mismos momentos que los diplomáticos norteamericanos hacían sus maletas y se marchaban de Cuba. Está documentado que la organización y dirección de los más importantes de aquellos grupos, y la precisión de los lugares donde serían abastecidos de armamentos y explosivos para sus fechorías, se realizó muchas veces desde la embajada norteamericana en la capital cubana.
En este contexto de guerra sucia, la ruptura de relaciones diplomáticas con Cuba se preveía por la administración Eisenhower como un paso importante a ejecutar antes de que John F. Kennedy asumiese la presidencia el 20 de enero de 1961, lo que contribuiría en sus fines de aislamiento y desestabilización de la Revolución. Documentos norteamericanos así lo muestran, en primer lugar algunos de la propia Embajada de inicios de diciembre de 1960 que recomendaban tal rompimiento, como única vía para poder llevar hasta sus últimos extremos la guerra económica; la propaganda contrarrevolucionaria y las acciones terroristas de su red interna de “inteligencia y acción” previas a la invasión por Girónv; así como también otros contentivos de expresiones del presidente Eisenhower al respecto. En entrevista de éste con el subsecretario de Estado para Asuntos Políticos Livingston T. Merchant, el 29 de diciembre de 1960, al referirse a las medidas anticubanas en curso y decir que “debían moverse rápidamente” en su ejecución añadió que “[…] él sería feliz si pudiéramos dar antes del 20 de enero un paso tal como el rompimiento de las relaciones con el Gobierno de Castro […]”.

El pretexto

En brillante análisis de las gravísimas acciones terroristas que se realizaban a la sazón contra Cuba, en su intervención del 2 de enero de 1961 al concluir el desfile en ocasión del segundo aniversario del triunfo de la Revolución, el Comandante en Jefe señaló que “poner bombas y hacer sabotajes se convirtió en un negocio lucrativo, y sin riesgo; si no los descubrían, recibían las espléndidas monedas con que la embajada norteamericana aquí paga el terrorismo”. Sobre aquella embajada enfatizó: “Ahí hay un enjambre de agentes del Servicio (sic) Central de Inteligencia, del FBI y del Pentágono, que han estado operando aquí impunemente […] y esos agentes son los que han dotado a los terroristas de los instrumentos más modernos de destrucción, son los que han abastecido a los terroristas de sustancias químicas de gran efectividad, son los que han abastecido a los terroristas de todos los medios de destrucción y de sabotaje, son los que han abastecido a los terroristas de bases allí, en el territorio de Estados Unidos, para que constantemente sus aviones estén hostigando nuestros campos y nuestras ciudades, son los que les han dado allí hospitalidad a los criminales, a los que aquí han asesinado soldados y se han ido a ocultar allá, a los que se roban aviones aun a costa de la vida de los pasajeros, son los que han estado enviando constantemente armas a los distintos lugares de Cuba para tratar de promover insurrecciones y son, sobre todo, los que le han dado aliento a los gusanos miserables”.
Continuaba Fidel “tienen aquí más de 300 funcionarios, de los cuales el 80 por ciento son espías […] han introducido aquí un verdadero ejército de agentes conspiradores y promotores del terrorismo”. Ante ello expresaba el jefe de la Revolución una justa exigencia, como vía para limitar las acciones subversivas provenientes desde aquella sede, pero lejana al rompimiento de las relaciones diplomáticas: la reducción de la cifra de integrantes de aquella representación diplomática a once, la misma cantidad de funcionarios en la embajada cubana en Estados Unidos.
Toda vez que lo que el presidente Eisenhower requería era un pretexto para romper con rapidez con Cuba, antes del cambio de Administración, quiso encontrar en esta justa exigencia tal pretexto, y el 3 de enero de 1961 anunció la ruptura de las relaciones diplomáticas. Lo que con toda seguridad nunca supuso, desde que inició los pasos para lograrlo, era que lo ejecutaría ante tal vertical postura de un Gobierno que defendía el honor patrio con valentía y coraje, pero a la vez con serenidad e inteligencia.
Si cercanos ya los 47 años de aquellos hechos el presidente George W. Bush trata desvirtuarlos con aviesos fines, lo único que encontrará –puntualizado por nuestro canciller Felipe Pérez Roque, al expresar la respuesta oficial del Gobierno de Cuba al discurso de Bush- será renovada valentía y renovado coraje, renovada serenidad y renovada inteligencia.
Los gobernantes norteamericanos de aquella época encontraron en Girón pocos meses después, y el presidente Bush si sigue aquellos pasos encontrará ahora también aquí, la horma para sus zapatos.

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