viernes, septiembre 14, 2007

Podrían permanecer en Irak las tropas de Estados Unidos por lo menos una década.

Los dos rayos de luz blanca que durante los últimos días subían verticalmente al infinito desde donde estuvieron las Torres Gemelas en Nueva York fueron apagados al amanecer, pero la guerra que desató el gobierno de Estados Unidos en nombre del 11-S continuará oscureciendo el mundo infinitamente, revelan militares y la Casa Blanca.
Después de dos días de interrogatorio en el Congreso, el general David Petraeus, comandante supremo de las fuerzas de Estados Unidos en Irak, y el embajador estadunidense en ese país, Ryan Crocker, quedó claro que la estrategia propuesta es simplemente “más de lo mismo”.
Pero en sus declaraciones, y en los documentos presentados, se reveló que el gobierno estadunidense está operando con la suposición de mantener una presencia militar importante en Irak durante por lo menos una década, o tal vez de manera permanente.
Aunque se mencionó que para el próximo verano se podría contemplar el retiro de 30 mil tropas, eso sólo sería regresar al mismo nivel de tropas (130 mil) que había en Irak a comienzo de este año, antes del incremento supuestamente extemporáneo ordenado por el presidente George W. Bush.
Más allá de este regreso a los niveles anteriores, las proyecciones a futuro sobre la presencia militar en Irak ofrecidas por el general Petraeus dejaban claro que se trataba de muchos años.
La presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, dijo el pasado martes que las declaraciones del general y el embajador “me suenan como un compromiso de por lo menos 10 años a una presencia y guerra indefinida”.
Jim Fine, analista legislativo de Friends Comittee on National Legislation, organización de cabildeo antiguerra, señaló que Petraeus mostró una gráfica a los legisladores para ilustrar cómo, a lo largo de un número indeterminado de años, la misión militar de Estados Unidos se transformará de contrainsurgencia a una de “supervisión estratégica” con entre 30 mil a 40 mil tropas estadunidenses estacionadas en Irak.
Añadió que al observar estas presentaciones “me di cuenta de que estaba atestiguando la propuesta más explícita hasta la fecha del gobierno de Bush para la ocupación indefinida de Irak”.
Agregó: “los oficiales de mayor rango militar y diplomático estaban informando al Congreso y al pueblo de Estados Unidos que la guerra de Irak es una aventura imperial del siglo XXI con un propósito de crear un régimen subordinado y protegido en el corazón petrolero de Medio Oriente”.
Fine y otros han indicado que las frecuentes comparaciones de Corea con Irak por Bush y otros altos funcionarios subraya la intención de establecer una presencia militar perpetua en Irak, igual a la presencia durante medio siglo de soldados estadunidenses en ese país asiático.
Bush tiene programado un “mensaje a la nación” para este jueves, donde se espera que refrendará las propuestas estratégicas presentadas por el general y el embajador de “mantener el curso” en Irak. Seguramente repetirá el mantra de su gobierno de que la guerra se libra en Irak para evitar que sea librada aquí, y que tiene el objetivo fundamental de “hacernos más seguros”.

Seguridad insegura

Pero tal vez el momento más notable de las presentaciones de Petraeus y Crocker ante el Senado fue cuando el senador republicano John Warner –de los más respetados en política exterior y de defensa– le preguntó al general si la estrategia en Irak “estaba haciendo más seguro a Estados Unidos”.
Petraeus intentó responder hablando de los intentos por lograr los objetivos de la guerra en Irak, pero Warner insistió y el jefe militar finalmente declaró: “señor, no lo sé, realmente”.
El Congreso y la clase política ahora tendrán que decidir cómo proceder sobre el financiamiento de la guerra, qué condiciones intentar imponer al comandante en jefe y cómo reducir los daños políticos ante una opinión pública que no confía ni en la Casa Blanca ni en el Congreso para resolver esta guerra cada vez más reprobada.
Sin embargo, los demócratas todavía no cuentan con la suficiente unidad interna para lograr –con su mayoría legislativa– imponer condiciones a la Casa Blanca y demandar el retiro de tropas, ni un calendario fijo para iniciarlo.
Por la otra parte, Bush ya no cuenta con el endoso de varios legisladores republicanos que cada día más buscan alejarse o expresar más explícitamente sus diferencias con la estrategia del comandante en jefe. Casi todos hablan de la necesidad de “un cambio en curso”, pero hasta ahora no hay consenso hacia dónde o qué tan rápidamente.
Y es que casi ningún político desea abordar esta guerra y después ser responsabilizado de su fracaso. En gran medida, eso explica la renuencia a ofrecer propuestas concretas y la necesidad de evitar cualquier crítica o duda sobre “nuestros uniformados”.
Ya inició la temporada electoral de 2008 (entre los legisladores en las audiencias con el general y el embajador había cinco candidatos presidenciales –potenciales comandantes en jefe–, y la guerra ahora se trata tanto del juego político aquí como de la estrategia bélica en el exterior.
La estrategia política de Bush, señalan comentaristas de ambos partidos, es sostener esta aventura bélica hasta después del fin de su mandato y entregarle el paquete a su sucesor. Por el lado militar y geopolítico, todo indica que muchos expertos consideran que tal vez el peor desastre de política exterior en la historia reciente podría continuar por una década o más.
Este fin de semana se convoca una marcha y manifestación nacional en esta capital, donde veteranos de ésta y otras guerras, familiares de soldados, ex funcionarios y figuras nacionales como Cindy Sheehan, Ramsey Clark y Ralph Nader esperan contar con la presencia de decenas de miles de estadunidenses para, una vez más, demandar el fin de la guerra.

David Brooks
La Jornada

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