martes, agosto 21, 2007

El Che, paradigma de internacionalista.



Conferencia pronunciada el 20 de julio del 2007, ante la Brigada “Rius Rivera”, integrada por patriotas puertorriqueños.

Queridos compañeros y compañeras:

El año pasado, se me encargó por la Presidencia del ICAP dar la bienvenida a la Brigada “Rius Rivera”. Hoy cumplo nuevamente esta honrosa encomienda.
Para nosotros los cubanos, los borinqueños son los hermanos más entrañables. Como dice el bello poema, tenemos un mismo corazón.
Para los cubanos, el Mayor General Juan Rius Rivera es uno de nuestros más queridos jefes del Ejército Libertador.
Estuvo en la Guerra Grande, de diez años. Dos veces fue herido.
Estuvo junto a Antonio Maceo en la Protesta de Baraguá, donde se fundó para siempre la intransigencia revolucionaria del pueblo cubano en la voluntad de ser un pueblo libre en una nación plenamente independiente y soberana.
Rius Rivera se incorporó a la Guerra del 95 organizada por José Martí y el Partido Revolucionario Cubano por él fundado para lograr la independencia de Cuba y coadyuvar a la de Puerto Rico.
Rius Rivera desembarcó en la región más occidental de nuestra Isla, con un gran cargamento de armas, donde su viejo amigo y compañero de armas el Lugarteniente General Antonio Maceo, después de recorrer combatiendo la Isla de un extremo a otro, en aquella Epopeya que llamamos La Invasión, se batía como un león frente al grueso de las tropas de España.
Al marchar el Titán de Bronce hacía La Habana en diciembre de 1966 el gran puertorriqueño lo sustituyó en el mando de la región occidental. Rius Rivera fue gravemente herido en combate en los momentos finales de aquella contienda, hecho prisionero y enviado a las cárceles de España.
Se me pidió que les hablara sobre el internacionalismo del Che en ocasión del 40 Aniversario de su caída en tierra boliviana, en octubre de 1967.
¿Qué decirles en una breve conferencia a ustedes, internacionalistas puertorriqueños?
A ustedes que demuestran con su solidaridad militante con Cuba lo avanzado de su pensamiento, de sus sentimientos, de sus acciones, de su amor a la libertad, de su reclamo de independencia para Puerto Rico, de su denuncia al imperialismo norteamericano.
Ese Imperio del mal que oprime a Puerto Rico, bloquea a Cuba y arrasa a Irak con una guerra genocida que ya cuesta centenares de miles de víctimas inocentes, mujeres, niños, ancianos y de hombres patriotas que combaten y se inmolan para aniquilar a los invasores y los traidores a su servicio.
Para iniciar la exposición del tema quisiera recordar este juicio sobre el Guerrillero Heroico, expresado en ocasión tan solemne y dolorosa, en el acto luctuoso por su caída en Bolivia en octubre de 1967, por nuestro Comandante en Jefe, Fidel:
“Che era un insuperable soldado; Che era un insuperable jefe: Che era, desde el punto militar, un hombre extraordinariamente capaz, extraordinariamente valeroso, extraordinariamente agresivo.
Y es en ese campo, en el campo de las ideas, en el campo de los sentimientos, en el campo de las virtudes revolucionarias, en el campo de la inteligencia, aparte de sus virtudes militares, donde nosotros sentimos la tremenda pérdida que para el movimiento revolucionario ha significado su muerte.
Che era un hombre de pensamiento profundo, de inteligencia visionaria, un hombre de profunda cultura. Es decir, que reunía en su persona al hombre de ideas y al hombre de acción.
Pero no es que reuniera esa doble característica de ser hombre de ideas, y de ideas profundas, la de ser hombre de acción, sino que Che reunía como revolucionario las virtudes que pueden definirse como la más cabal expresión de las virtudes de un revolucionario, hombre íntegro a carta cabal, hombre de honradez suprema, de sinceridad absoluta, hombre de vida estoica y espartana, hombre a quien prácticamente en su conducta no se le puede encontrar una sola mancha. Constituyó por sus virtudes lo que puede llamarse un verdadero modelo de revolucionario.
Suele, a la hora de la muerte de los hombres hacerse discursos, suele destacarse virtudes, pero pocas veces como en esta ocasión se puede decir con más justicia, con más exactitud, de un hombre lo que decimos del Che: ¡que constituyó un verdadero ejemplo de virtudes revolucionarias!
Pero además añadía otra cualidad, que no es una cualidad del intelecto, que no es una cualidad de la voluntad, que no es una cualidad derivada de la experiencia, de la lucha, sino una cualidad del corazón ¡porque era un hombre extraordinariamente humano, extraordinariamente sensible!
Por eso decimos, cuando pensamos en su vida, cuando pensamos en su conducta, que constituyó el caso singular de un hombre rarísimo en cuanto fue capaz de conjugar en su personalidad no sólo las características de hombre de acción, sino también de hombre de inmaculadas virtudes revolucionarias y de extraordinaria sensibilidad humana, unidas a un carácter de hierro, a una voluntad de acero, a una tenacidad indomable”.
(Fin de la cita de Fidel)
Este era el Che maduro, plenamente formado, paradigma de internacionalista, el que cayó en la Quebrada del Yuro.
Pero tal vez sería interesante para ustedes, conocer algunos momentos, aquellos en que se reafirmó su decisión de entregarse por entero a la causa de la liberación de los pueblos o aquellos pocos conocidos de su combate internacionalista en otro Continente, en fin, episodios de los cuales yo fui testigo de excepción y pudiera referirles algo interesante.
Estuve en Guatemala varias veces: en 1952 la primera vez, en 1953 la segunda y durante cinco largos meses, de marzo a septiembre de 1954. En esta tercera estancia, coincidí con la presencia del Che, que llegó a Guatemala en diciembre de 1953 y estuvo allí hasta septiembre de 1954.
No voy a hacer la historia de mi actividad en Guatemala, sino a leerles varios párrafos de un largo artículo que escribí en aquel septiembre de 1954, que se publicó en la Revista Juventud del Mundo, órgano de la Federación Mundial de Juventudes Democráticas, que se editaba en más de 10 países, en 17 idiomas.
“Una noche estuve de guardia con otro. Teníamos que cuidar que nadie encendiera luces para evitar que la aviación enemiga descubriera algún blanco. Nuestra única arma era un viejo fusil. De los techos de las casas podíamos ver cómo los aviones volaban impunemente sobre la ciudad, pues no teníamos antiaéreas. Es muy difícil poder describir el sentimiento de impotencia que teníamos en aquel momento. “¿No tienes miedo?”, le pregunté a mi joven acompañante. “Si estuviéramos solos, respondió él, entonces habría que sentirse perdido. Pero no estamos solos. Hoy corre por las calles de La Habana y Tegucigalpa la sangre de muchos jóvenes que luchan por nuestra libertad…
Abandoné Guatemala el 2 de septiembre de 1954, bajo la protección de una embajada latinoamericana. Nadie estaba en el aeropuerto; gran parte de la población estaba encarcelada o había sido ejecutada. Vi solamente las caras de los soldados y los policías, sus cascos de acero y sus ametralladoras. Un joven amigo que pudo acercarse a mí, me dijo al oído con cautela: “En Chiquimula, en Tiquisate, han matado a los campesinos, obreros, maestros… más de 1 500 personas fueron arrestadas… entre ellos mi padre y mi hermano…” Me pidió insistentemente denunciar este asesinato.
Le contesté: ¡Te juro que lo haré! Estoy seguro de que algún día nos veremos nuevamente en la tierra de Guatemala para liberarla para siempre del yugo norteamericano y de la opresión.
Las hélices del avión comenzaron a girar. El diplomático que me acompañaba me tomó por el brazo y me llevó hasta la escalerilla de la nave.”
(Fin de la cita del artículo de Risquet en “Juventud del Mundo”)
Les he leído estos párrafos de aquel largo reportaje que tanta repercusión alcanzó, como una referencia que les permitirá comprender mejor lo que les daré a conocer a continuación
Se trata de un testimonio de un viejo combatiente nicaragüense, que radicaba en Guatemala como exilado político antisomocista en los años del Gobierno democrático de Jacobo Arbenz:
Che me enseñó a no temerle a la muerte
Así lo cuenta Rodolfo Romero Gómez, un nica que tuvo el privilegio de conocer al Che y estar cerca de él en varias ocasiones, pero no precisamente en su país, sino en Guatemala y después en Cuba.
Este viejo militante dirigió durante la Revolución Sandinista operaciones militares en Masaya, Granada y Jinotepe. Hoy es uno de los congresistas del FSLN y preside el Comité de solidaridad con Cuba en la ciudad de Granada. Me asegura que no se perdonaría nunca morir en una cama, por eso a su edad sigue y seguirá luchando, explica la historiadora Alicia Elizundia que recogió el testimonio para su libro “Bajo la piel del Che”, segunda edición.
“Mi amistad con el Che nació una noche de l954, bajo las balas de la revolución guatemalteca.
En Guatemala se dieron citas revolucionarios de diferentes partes del mundo. Allí había como se dice un cóctel de exiliados.
Entramos en contacto con el Partido de Acción Revolucionaria (PAR) que es donde se origina el Partido Comunista de Guatemala, en octubre del 49. Estuve en su congreso de fundación y entré en contacto con varios revolucionarios.
El Che llega a donde yo estaba una noche de junio de 1954 cuando ya nosotros estábamos preparándonos para combatir. Me acuerdo que era una noche de plenilunio, y el Che llega al cuartel de la brigada Augusto César Sandino, de la juventud comunista de Guatemala, cuyo jefe era yo. Entonces, el se acerca a unos compañeros que estaban jugando pim pon y pregunta por Edelberto Torres, hijo del nicaragüense antisomocista Edelberto Torres, que también estaba en el exilio. Como él no se encontraba, me lo remiten a mí que era el oficial de guardia en esos momentos. Acababa de pasar un bombardeo terrible sobre la ciudad de Guatemala en contra del gobierno revolucionario del Coronel Jacobo Arbenz. El Che se me presenta como Ernesto Guevara, no como el Doctor Ernesto Guevara. Me dice que había pasado por Chile y que traía una carta de recomendación de una tal María Luisa, dirigente comunista chilena. Le dije que Edelberto no se encontraba que la carta podía guardarla para cuando él llegara. Le digo que soy nicaragüense y comienza a interesarse por el tiempo que llevaba allí. Le hago una pequeña referencia sobre mi persona, le cuento todo lo de Costa Rica y como había llegado a Guatemala. Me pidió información sobre Nicaragua. Me habló de su admiración por Darío, de su obra poética, la que había leído pero no mucho y que el pensaba algún día dominar el pensamiento Dariano. Esa noche sentí la admiración del Che hacia la poesía. El Che era un romántico, que no equivoquen los que lo ven sólo como un hombre duro. No digo que no tuviera ese temperamento pero además de esa personalidad había otra cara de un Che muy humano y se le notaba cuando él hablaba y se refería por ejemplo a los trabajadores. Me contó que había estado en Puerto Barrio, un puerto del Atlántico guatemalteco, donde él había trabajado como estibador. Llegó como a las 8 y tanto de la noche y estuvimos hasta pasada las doce. Me tocó hacer el relevo de la guardia circular en el cuartel de la brigada, y entonces el Che viene hacia mí y me dice: “Compañero, yo quiero también hacer guardia.” Acabábamos de conocernos y me trata de compañero.
Cuando me dice esto, yo rápidamente comienzo a pensar: poner un arma en manos de este hombre, pero al mismo tiempo pienso que trae una carta de una dirigente comunista chilena, y esto me persuade a entregarle una carabina del ejército checo para que haga la guardia. No eran los fusiles que tenían por lo general otros ejércitos latinoamericanos.
Me pregunta: “Y esto como se maneja”. E inmediatamente le di una pequeña instrucción y me lo llevé a la parte más alta, al quinto piso del edificio, casi en la azotea. Pero fíjate que cosa, en ese momento quien estaba haciendo posta era Jorge Risquet Valdés. Él me entrega el arma y yo se la doy al Che, pero no le comento nada que era de un cubano porque no tenía razón para decírselo. Además, Risquet se había sumado a nosotros de una manera espontánea porque él era funcionario de la Federación Mundial de la Juventud Democrática. Y estaba en esas funciones, es decir, oficialmente no estaba con nosotros, y si hubiese hablado tal vez hubiera dicho cosas indebidas. Así que la carabina que tenía Risquet se la pasé yo al Che.
Al día siguiente terminó su guardia, entregó el arma y nos despedimos, pero no nos cruzamos más palabras.
Se produce la renuncia de Arbenz. Comienza la persecución sobre los revolucionarios guatemaltecos y los exiliados, que en mayoría abandonaron la ciudad, y se fueron a refugiar a las embajadas. El Che no fue la excepción, y va al exilio a México.

Junio y julio de 1954.

Me expulsan de Guatemala y vuelvo a Nicaragua donde hago vida revolucionaria en el Partido Socialista Nicaragüense.
Nosotros siempre veíamos una similitud entre Somoza y Batista. Y de aquí quiero contar algo.
En el año 53 yo había conocido personalmente a Raúl Castro y a Jorge Risquet en una conferencia internacional por la defensa de los derechos de la juventud en Viena y yo me acuerdo que en pláticas que tuvimos un grupo de centroamericanos le dimos la palabra a Raúl, y él dijo: “El caso de Cuba es el caso de Nicaragua con Somoza. En Cuba como en Nicaragua la situación solo se resuelve a balazos”. Había una similitud entre la lucha cubana y la nica, porque cuando Fidel se levanta en armas nosotros estamos pendientes siempre de Radio Rebelde, que aquí entraba como un cañón. El 26 de julio del 58 nos reunimos un grupo de sandinistas con Carlos Fonseca. Y dijimos que teníamos que hacer algo por Cuba, algo por Fidel, y colocamos banderas cubanas en varios lugares, incluyendo en la catedral de Managua, y en los barcos de Corinto.
Cuando triunfa la revolución, el Che, en el mismo mes de enero, estableció contacto con los núcleos de oposición nicaragüense y Fidel también. La llamada izquierda nicaragüense se entrevista con el Che y se suscribe un acuerdo entre la izquierda y el Che de darle seguimiento a la lucha armada. En ese paquete de acuerdos venia la solicitud del Che de que le mandaran a Rodolfo Romero a Cuba y así fue como yo me vi viajando a La Habana en los primeros días de marzo de l959.
Tenía mis dudas de si se acordaba o no de aquella noche que nos encontramos en Guatemala porque los nicaragüenses que se habían reunido con él, en ningún momento pidieron que me mandaran a mí. Y me preguntaba: “¿Por qué yo?” La respuesta la tuve la noche en que nos volvemos a encontrar por segunda vez, en Tarará. Allí estaba, acabado de pasar un terrible ataque de asma.
Nos abrazamos y me dice: ¿“No te mató Castillo Armas en Guatemala?”. Le digo: “No, aquí estoy.” Me invitó a que me sentara y comenzamos a hablar de Nicaragua, de la lucha, de la posibilidad de desarrollar una acción guerrillera, qué partidos se podían aliar a la lucha y toda una serie de cosas que en realidad él tenía interés en conocer.
Salí de Cuba para Honduras con un pasaporte falso que tenía el nombre de Manuel Díaz Calero, de Santiago de Cuba. El teniente Onelio, un cubano que después muere luchando en Nicaragua es quien me recibe. De ahí iniciamos la marcha para penetrar en Nicaragua y cuando se da el primer combate el 24 de junio de 1959 a las doce del día, por un lado nos rodeó el ejército de Honduras; y por el otro, el de Nicaragua. Fue un desastre, murieron 9 compañeros y 16 fueron heridos. Caigo prisionero, nos llevan al Cuartel del Ejército. Allí, por gestiones directas del presidente hondureño Ramón Villeda Morales, que en su despacho presidencial tenía una gran foto del guerrillero porque era amigo y un gran admirador del Che, e incluso médico también, gracias a él, es que los amigos nicaragüenses y también guatemaltecos, nos trasladamos al hospital Calixto García en La Habana.
En aquel grupo estaba el que sería futuro líder de la revolución nicaragüense, Carlos Fonseca Amador. Llegó herido con una bala en medio de los dos pulmones, allí en el Calixto lo operaron y le salvaron la vida.
Llega Tomás Borges, que era dirigente estudiantil en esa época y casi me exige que le presentara al Che, porque él le traía un saludo de los estudiantes nicaragüenses, y quería entrevistarse con el Che.
Se lo digo a Manolito Piñeiro y me dice: “Llama al Che”.
Cuando llamo al Che, me pregunta: “¿Y quien es? “Un muchacho así y así, que estuvo preso con Somoza tanto años”. Inmediatamente cambió: “Si, si, lo recibo el miércoles a las 11 de la noche”.
Che era un hombre tan hábil que sabía tocarte el amor propio, sabía llegarte adonde quería, y luego, tenía también esos gestos de humildad, de humanismo. Como yo digo: Hombres valientes hay muchos, hombres honestos hay muchos, hombres de principios también hay muchos, lo difícil es reunir toda esa gama de cualidades en un solo hombre y el Che tenía todas esas virtudes. Yo he caminado bastante mundo y no he podido ver todavía a un hombre parecido al Che. El Che era un hombre que sonreía poco pero cuando sonreía tenía una sonrisa de niño
La última vez que vi al Che fue un mediodía del verano de 1963 en París. El iba a una reunión relacionada con el azúcar y yo iba clandestino para Nicaragua con las facciones un poco alteradas. Venía de Cuba, y en Praga yo había abordado el mismo avión de él, pero no lo sabía porque él iba en la cabina especial. Cuando bajamos a la aduana en París veo al Che delante, me dirigió la mirada y me saludó con los ojos. Sabía que yo venía en la clandestinidad, y le devolví con los ojos el saludo. No pudimos cruzarnos palabras, fue una mirada profunda y silenciosa pero cuantas cosas nos dijimos en esos momentos. Sentí un deseo profundo de abrazarlo y decirle que como guerrillero iba a continuar la lucha a la que él se había consagrado. Su lucha que también era la mía.
(Fin del testimonio de Rodolfo Romero)

A pesar de mi edad, me gustaría morir en la lucha, por eso sigo en la lucha.

Cuando vi la foto del cadáver del Che acribillado en las montañas de Bolivia, la sensación que tuve fue la de ver a Cristo. Los hombres como el Che son la imagen de Jesucristo. Y el se me revela como Cristo. Uno quisiera que la vida y el tiempo preservaran la vida de esos hombres que no debían morir. Lo mismo ocurre con Fidel. La mayor bendición de ese Señor que dice que está allá arriba, es que nos pusiera en cada país a un hombre como el Che o Fidel Castro.
(Fin de la cita del relato de Rodolfo Romero)

En la primera parte de este relato de Rodolfo Romero se narra el momento en que el Che pide un arma para defender a Guatemala, a un país que no era el suyo, cuando ante el crimen del Imperio contra aquél pueblo, decide sumarse a su causa: aquella noche, el Che rubricó con ese gesto su decisión de convertirse en un combatiente internacionalista, como culminación de sus inquietudes, de su toma de conciencia que se había ido formando en su extenso recorrido por América Latina, su medio año de estancia en Guatemala y en su entrañable amistad con un moncadista, con Ñico López, exiliado también en aquel país después de la heroica acción del 26 de Julio de 1953.
En mi tercera visita a Guatemala, fines de marzo incluyo ahora un texto mío,

“Supe que en los meses anteriores, habían permanecido en Guatemala el compañero Ñico López y otros supervivientes de las acciones del 26 de julio de 1953, pero se marcharon en coincidencia con mis primeros días de estancia, mas conocí entonces a un íntimo camarada de Ñico, al médico argentino Ernesto Guevara. Me lo presentaron una noche, en el local de la Alianza de la Juventud. Fue un encuentro breve.
Más prolongada resultó la segunda ocasión. Coincidimos en una actividad social familiar en casa del profesor Torres. Participé invitado por su hijo Edelberto. La hermana del presidente de la Alianza de la Juventud Guatemalteca, Myrna, era compañera de trabajo y sostenía una relación estrecha con la exiliada peruana Hilda Gadea y por medio de ésta con el doctor Guevara. En actividades de ese tipo, en medio de una tensión como la existente, se suele hablar poco de la situación, para escapar por unas horas a las hondas preocupaciones que a todos embargaban.
Para la primavera de 1954, Guevara era ya un decidido partidario del proceso revolucionario que se desarrollaba en el país. Prueba inequívoca de esto es la carta enviada a su tía Beatriz, en Buenos Aires de fecha 12 de febrero: “…he tomado posición decidida junto al Gobierno y, dentro de él, en el grupo del PGT, que es comunista…” El futuro guerrillero había captado en profundidad la naturaleza del conflicto que acontecía en el país del quetzal.
(Fin de la cita del texto de Risquet)

Esto que acabo de leer, que apareció publicado por primera vez en un prólogo escrito por mí a principios de este siglo para el libro sobre Guatemala del profesor Piero Gleijeses “La Esperanza Destrozada”, no se refiere al encuentro con el Che en la azotea del edificio y al relevo de mi guardia.
El nicaragüense Romerito actuó tan discretamente, que en medio de la oscuridad de la noche le entregué el arma y descendí de aquel techo sin saber quien me había relevado.
Varias veces estuve de guardia en aquella azotea, con una carabina checa o con un viejo fusil.
No sé si esta coincidencia en la azotea, fue antes o después de las dos ocasiones mencionadas, en que si me fue presentado como un médico argentino que había llegado a Guatemala y permanecía solidario con la batalla que aquel pueblo libraba.
¿Qué influencia tuvo el compañero Ñico López en la decisión del Che de sumarse a la Revolución cubana?
He aquí lo que escribió Ernesto Guevara en su diario de sus días guatemaltecos:
“Cuando oía a los cubanos hacer afirmaciones grandilocuentes con absoluta serenidad, me sentía chiquito. Puedo hacer un discurso diez veces más objetivo y sin lugares comunes, puedo leerlo mejor y convencer al auditorio de que digo algo cierto, pero no me convenzo yo y los cubanos sí. Ñico dejaba su alma en el micrófono y por eso entusiasmaba a un escéptico como yo”
(Fin de la cita del Che)

Oigamos al Che, su relato acerca de la toma de decisión de emprender su primera contienda internacionalista, en el primer encuentro que tiene con Fidel, en México, conducido por Raúl que lo había conocido antes a través de Ñico López.
“Lo conocí en una de esas frías noches de México, y recuerdo que nuestra primera discusión versó sobre política internacional. A las pocas horas de la misma noche –en la madrugada- era yo uno de los futuros expedicionarios. Pero me interesa aclarar cómo y porqué conocí en México al actual Jefe del Gobierno en Cuba. Fue en el reflujo de los gobiernos democráticos en 1954, cuando la última democracia revolucionaria americana que se mantenía en pie en esta área -la de Jacobo Arbenz Guzmán- sucumbía ante la agresión meditada, fría, llevada a cabo por el Secretario de Estados, Foster Dulles, que por rara coincidencia también era abogado y accionista de United Fruit Company, la principal empresa imperialista existente en Guatemala.
De allí regresaba uno en derrota, unido por el dolor a todos los guatemaltecos, esperando, buscando la forma de rehacer un porvenir para aquella patria angustiada. Y Fidel venía a México a buscar un terreno neutral donde preparar a sus hombres para el gran impulso.
Fidel Castro, auxiliado por un pequeño grupo de íntimos, se dio con toda vocación y su extraordinario espíritu de trabajo a la tarea de organizar las huestes armadas que saldrían hacia Cuba. Casi nunca dio clases de táctica militar, porque el tiempo le resultaba corto para ello. Los demás pudimos aprender bastante con el general Alberto Bayo. Mi impresión casi instantánea, al escuchar las primeras clases, fue la posibilidad de triunfo que veía muy dudosa al enrolarme con el comandante rebelde, al cual me ligaba, desde el principio, un lazo de romántica simpatía aventurera y la consideración de que valía la pena morir en una playa extranjera por un ideal tan puro”.

(Fin de la cita Fragmento inicial de “Una Revolución que Comienza”, publicada en “O Cruzeiro”, 16 de junio, 1ro de julio y 16 de julio de 1959)

La brillante participación del Che en la guerra del Ejército Rebelde contra la tiranía pro yanqui de Batista es bien conocida, así como sus años de fecunda actividad como uno de los principales dirigentes de la Revolución Cubana.
Muy poco conocida es, sin embargo su presencia en África negra, iniciando la epopeya de Cuba en aquella parte del continente, que habría de prolongarse durante más de un cuarto de siglo.
El inicio de las épicas hazañas de Cuba en África Subsariana fue exactamente el 24 de abril de 1965.
Dejemos al principal protagonista de aquel primer episodio, en el Congo exbelga, el Comandante Ernesto Che Guevara, que nos precise el significado de la decisión puesta en marcha por la Dirección de la Revolución Cubana.
“Nuestro país, solitario bastión socialista a las puertas del imperialismo yanqui, manda sus soldados a pelear y morir en tierras extranjeras, en un continente lejano, y asume la plena y pública responsabilidad de sus actos; en ese desafío, en esta clara toma de posición frente al gran problema de nuestra época, que es la lucha sin cuartel contra el imperialismo yanqui, está la significación heroica de nuestra participación en la lucha del Congo”.

Así narra el Che este momento primero:

“El día 22 de abril por la noche llegamos a Kigoma, después de un fatigoso viaje, pero las lanchas no estaban listas y tuvimos que permanecer allí esperando al día siguiente para el cruce,
Por fin, en la madrugada del 24 de abril tocamos tierra congolesa ante un grupo extrañado de soldados con buen armamento de infantería que muy solemnemente nos hicieron una pequeña guardia de honor. Pasamos a ocupar un bohío desalojado expresamente para nosotros”.
(Fin de la cita del Che)

El hecho de que el bohío pudiera albergarlos a todos es demostrativo de lo reducido de este grupo de vanguardia de la Columna Uno: el Che y otros trece combatientes habían cruzado del Lago Tanganika, el segundo más profundo del mundo, en dos lanchas medianas con motor fuera de borda, en una noche de lluvia y encrespadas olas lacustres.
Así fue la fundación heroica del destacamento guerrillero del Che en el Congo, la tierra de Patricio Lumumba, que él mismo bautizó como Columna Uno y llegó a contar con más de cien combatientes cubanos.
Como reserva y Segundo Frente de esta Columna Uno, la Columna Dos, nombrada Batallón Patricio Lumumba, entró por el otro lado del continente, por el puerto atlántico de Punta Negra, en el Congo Brazzaville. Nuestro Batallón llegó a tener cerca de 300 hombres.
Para describir con brevedad y exactitud la actuación de las dos columnas, les leeré párrafos de la síntesis magistral de nuestro Segundo Secretario y Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, General de Ejército Raúl Castro, expuestas en su discurso de 1985, en el XX Aniversario de la misión de las dos columnas en tierras congolesas:
“En cada uno de nosotros se conserva la emoción de aquellos momentos definitorios de nuestra vocación internacionalista, cuando por vez primera un aguerrido contingente de combatientes cubanos se aprestaba a marchar al África negra para cumplir, no sólo con un deber solidario, sino con un histórico imperativo de gratitud hacía uno de los continentes desde donde vinieron nuestros ancestros, como tres décadas atrás habíamos combatido por la libertad de España, cuna también de nuestros antepasados.
Fieles a la confianza depositada en ellas por el Partido y por Fidel, en el transcurso de sólo unos meses ambas columnas desarrollaron en sus respectivos campos de acción una intensa actividad combativa caracterizada por el arrojo y la disciplina de sus integrantes.
La columna que marcho al Congo (B) bajo el nombre de Batallón Patricio Lumumba tenía múltiples misiones. Era en primer lugar, reserva de la columna del Che, a cuya fuerza se uniría en caso necesario y en el momento oportuno.
Tenía además la tarea de prestar ayuda al gobierno progresista del Congo(B), amenazado por agresión del régimen de Leopolville… Para ello no sólo el batallón estaba dispuesto a pelear junto al ejército congolés contra una agresión extranjera proveniente de la otra margen del río Congo sino que debía formar varios batallones de milicianos.
De esta múltiple misión eran responsables los compañeros Risquet y Kindelán.
No por breve fue heroica la actuación de la Columna Uno del Che que en los varios meses que permaneció en el interior…(del Congo L) a donde llegó tras salvar peligrosos obstáculos, libró numerosos y desiguales combates.
Más de 50 acciones combativas se cuentan en la hoja de servicios de la columna del Che, quien bajo el seudónimo de Tatu se desenvolvió en aquellos nuevos escenarios de lucha con maestría y agudeza táctica y estratégica que hicieran de él un verdadero artífice de la guerra de guerrillas.
Mas no fue posible reunir y cohesionar a las fuerzas lumumbistas, llegó un momento en que la columna internacionalista combatía sola en un terreno desconocido. Ante tales adversas circunstancias la columna debió salir de aquel país. No fue vencida por el enemigo, pero el objetivo de su misión no pudo cumplirse dada la ausencia de un movimiento patriótico vertebrado con el cual colaborar.
Para el Batallón Patricio Lumumba resultaron más favorables las condiciones. El sostén al gobierno progresista del Congo (B) frente a las amenazas extranjeras fue sólido y en un momento resultó decisivo.
Los batallones de milicias de la juventud congolesa se organizaron, entrenaron y armaron, reforzando el apoyo popular al régimen democrático. Ello consolidó la base de retaguardia del MPLA permitiendo el incremento de las acciones guerrilleras en el Segundo Frente de Cabinda. Dos columnas, instruidas y equipadas por cubanos, marcharon hacia el Primer Frente, hacia la lejana región de Luanda. Una de ellas, llevaba el nombre glorioso de Escuadrón Camilo Cienfuegos.
Estos antecedentes de colaboración internacionalista con los pueblos del Congo y Angola constituirían una sólida base para una nueva y mayor acción solidaria de Cuba con la lucha de liberación de los pueblos de África Austral”.
(Fin de la cita de Raúl)

Fue así como comenzó la Epopeya de Cuba en África Subsariana: el Che y trece compañeros, cruzando en botes de motor fuera de borda el segundo lago más profundo del mundo, en una noche lluviosa, el 24 de abril de 1965.
Cuando los últimos 500 soldados cubanos regresaron a Cuba procedentes de Angola, el 25 de mayo de 1991 habían pasado un cuarto de siglo, más un año, más un mes, más un día.
En esos 26 años, más de 380 mil combatientes cubanos habían prestado el servicio de las armas en África.
Nuestras dos columnas sumaron unos 380 combatientes, en 1965.
En 26 años aquella cifra inicial se multiplicó por mil, sin contar 70 mil colaboradores civiles que prestaron sus valiosos servicios en las esferas de la salud, la educación, la construcción y otros muchos sectores.
El plan estratégico de Fidel, el Che y Raúl para África, de ayuda a sus pueblos en la lucha contra el colonialismo y el Apartheid alcanzó exitosamente sus objetivos. Más de dos millares de combatientes cubanos entregaron sus vidas por tan noble causa. Siguieron el ejemplo del Comandante Ernesto Che Guevara.
Permítaseme recordar estas palabras de Fidel:
Che y su ejemplo extraordinario cobran fuerza cada vez mayor en el mundo. Sus ideas, su retrato, su nombre, son banderas de lucha contra las injusticias entre los oprimidos y los explotados y suscitan interés apasionado entre los estudiantes y los intelectuales de todo el mundo.
En los propios Estados Unidos el movimiento negro y los estudiantes progresistas, que son cada vez más numerosos, han convertido en algo suyo la figura del Che. En las manifestaciones más combativas por los derechos civiles y contra la agresión a Viet Nam, sus retratos son esgrimidos como emblemas de lucha.
Pocas veces en la historia, o tal vez nunca, una figura, un nombre, un ejemplo, se han universalizado con tal celeridad y apasionante fuerza. Es que el Che encarna en su forma más pura y desinteresada el espíritu internacionalista que caracteriza al mundo de hoy y cada vez más al de mañana.
De un continente oprimido ayer por las potencias coloniales, explotado hoy y mantenido en el retraso y en el subdesarrollo más inicuo por el imperialismo yanqui, surge esa singular figura que se convierte en aliento universal de lucha revolucionaria hasta en las propias metrópolis”.
(Fin de la cita de Fidel)

Termino con este mensaje final del Che, expresión de su acendrado internacionalismo:
“Que se desarrolle un verdadero internacionalismo proletario –dijo en su mensaje a la Tricontinental- …la bandera bajo la que se luche sea la causa sagrada de la redención de la humanidad, de tal modo que morir bajo las enseñas de Viet Nam, de Venezuela, de Guatemala, de Laos, de Guinea Bissau, de Colombia, de Bolivia…, para citar sólo los escenarios actuales de la lucha armada, sea igualmente gloriosa y deseable para un americano, un asiático, un africano, y aún, un europeo.
Cada gota de sangre derramada en un territorio bajo cuya bandera no se ha nacido, es experiencia que recoge quien sobrevive para aplicarla luego a la lucha por la liberación de su lugar de origen. Y cada pueblo que se libere es una fase de la batalla por la liberación del propio pueblo que se ha ganado”.

¡ Viva eternamente el ejemplo inmortal del Che!
¡ Hasta la victoria siempre!

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