lunes, agosto 20, 2007

20 de agosto de 1976 : la masacre de Pilar.



La noche del 19 de agosto, un grupo militar efectuó un control caminero sobre la ruta 9, en Pilar, mientras aviones sobrevolaban el área. A las 4 de la madrugada del 20, una camioneta y un furgón llegaron al lugar y a los pocos minutos se escuchó una fuerte explosión. A la mañana, el espectáculo era macabro: restos humanos se esparcían en un radio de cien metros. El área fue cercada por soldados mientras los restos de los cuerpos dinamitados eran cargados en un camión municipal. Según el parte policial las víctimas eran treinta: 10 mujeres y 20 hombres. El informe judicial dice que los cadáveres presentaban balazos en la cabeza, tenían las manos atadas y los ojos vendados. Cinco cuerpos fueron identificadas: Inés Nocetti, Ramón Vélez, Ángel Leiva, Alberto Comas y Conrado Alzogaray. Los otros 25 fueron inhumados como N.N. en el cementerio de Derqui. La Junta Militar, mediante un cínico comunicado expresó que "repudia el vandálico hecho, atribuible a la demencia de grupos irracionales que pretenden perturbar la paz interior y la tranquilidad del pueblo argentino, así como también crear una imagen negativa del país en el exterior

Un testimonio

Según el testimonio ante la CONADEP (Comisión Nacional de Desaparición de Personas) del policía Víctor Luchina, él estaba de guardia en la Superintendencia de Seguridad Federal el 19 de agosto de 1976, la noche que trasladaron a 30 personas: "Apagaron todas las luces. Sólo quedaron encendidas las del ascensor y la playa de estacionamiento. Recuerdo que los detenidos eran 30 porque fueron contados. Algunos venían envueltos en mantas, parecían estar muertos; otros venían tambaleándose como drogados". Mientras cargaba los cuerpos en un camión, le comentaron: "Estos se van para arriba".

La búsqueda

En 1985, el Equipo Argentino de Antropología Forense exhumó los cuerpos sin identificar. La sanción de la ley de Obediencia Debida archivó el expediente y los restos quedaron en un cuarto del cementerio de Derqui. Diez años después se reabrió el caso en el marco de los Juicios por la Verdad. Se realizaron las pruebas de ADN. Hasta el momento se identificó a Daniel Argente, José D. Bronzel, Susana Pedrini de Bronzel, Carmen Carnaghi, Haydée Cirullo de Carnaghi, Norma Fontini, Selma Ocampo, Horacio García Gastelú, Carlos Raúl Pargas, Ricardo José Herrera y Juan Carlos Vera. Todos estaban denunciados como desaparecidos y habían estado secuestrados en el Centro Clandestino que funcionaba en la Superintendencia de Seguridad Federal de la Ciudad de Buenos Aires.

Eso que no se puede explicar

Por Gisela Gaeta (entrevista a Oscar García Buela, padre de Horacio García Gastelú, víctima de la Masacre de Pilar)

Oscar o Coco, tal como lo conocen en su entorno, me espera en su oficina del centro. Desde el octavo piso se avistan automóviles entrecruzándose por la Avenida 9 de Julio, siguiendo las instrucciones de los policías de tránsito, evitando cualquier accidente que pudiera enlutar una vez más la columna de jóvenes que caminan como en un vía crucis hacia la Plaza de Mayo. Juntos y abrazados en nombre de sus muertos caídos absurdamente, estúpidamente, esa noche de rock and roll fatal. La noche del 30 de diciembre. La noche que cambió, una vez más, la historia de la Argentina.
Treinta fueron los cadáveres dinamitados que se hallaron el 21 de agosto de 1976 en Fátima, una localidad de Pilar al norte del Gran Buenos Aires. El año que viene se cumplirán 30 años.
Horacio García Gastelú fue secuestrado el 7 de agosto de 1976. El hijo de Haydee García Gastelú y Oscar García Buela.
Dos semanas después, el titular del diario “La Opinión” vomitaba los restos de odio que el terrorismo de Estado, indigesto por su propia inmundicia, debía liberar del cuerpo.

“FUERON HALLADOS 30 CADÁVERES EN PILAR”. La noticia pegó en el medio de la frente de Oscar. Algo que nunca se pudo explicar le hizo sentir que entre aquellos cadáveres de Pilar estaba Horacio. No fue certeza ni intuición. Fue algo silencioso, intangible; eso que no se puede explicar.
- En esta carpeta guardo todo lo que encontré en los diarios de esa época, cada noticia que pudiese darnos una pista que nos llevara a un destino referencial y encontrar a Horacio. Por supuesto que jamás lo imaginamos muerto. Horacio no ha sido un militante de la lucha armada, por eso en nuestra inocencia no podíamos asumir que mataran a un pibe como él. No podíamos entender que mataran a alguien y mucho menos de la forma en que han asesinado a tanta gente durante la dictadura militar.
- Horacio fue un hijo ejemplar. Ha tenido siempre las mejores notas en la escuela, tanto en la primaria como en el secundario. Él hizo la escuela primaria en el Colegio Ward de Ramos Mejía (Oeste del Gran Buenos Aires) porque allí vivíamos entonces. Cada año que terminaba las maestras le escribían una nota de despedida en tarjetas que ellas mismas les hacían a los chicos. Mira, acá están todas, año por año. La que le escribió su maestra de quinto grado parece premonitoria.
Oscar me muestra una carpeta en la cual están todas esas tarjetas. Prolijamente resguardadas en folios, impecables. Si no conociera la historia creería que han sido escritas hace un mes. Pero hay más recuerdos; fotos tomadas por Horacio con la calidad de un fotógrafo profesional. Me llama la atención hacia dónde apuntaba la mirada; abuelos solos y tristes, perros de la calle, niños jugando en la plaza, humildes y excluidos. El blanco y negro le imprime aún más un halo de dolor y ternura a la vez. Los ojos sensibles de Horacio no se detenían en superficialidades ni paisajes suntuosos. Horacio no era un chico con problemas económicos, sin embargo podía sentir el dolor de los humildes y solos, no era indiferente al sufrimiento de sus semejantes.
Leo con atención y en voz alta la tarjeta escrita por su maestra de quinto grado. Advierto que Oscar quiere escuchar una vez más esas palabras que por un momento le traen a su hijo de diez años a su lado.
La última estrofa me impacta. Hay una especie de oración premonitoria. Tal vez su maestra, con agudeza, comprendía que los seres como ese alumno suyo de diez años dejarían su huella tempranamente.
“… Dios te ha dotado de grandes cualidades para que trabajes en esta maravillosa oportunidad de construir un mundo mejor: ¡úsalas! Adelante, y cuando creas no poder hacer más, recuerda que hay muchos seres que te quieren y para los cuales sos toda su esperanza.”
Realmente es impresionante. ¿Volvieron a verla a ella? ¿Supo lo que pasó con Horacio?
- Si, nos comunicamos y le contamos lo que había pasado. Se angustió mucho porque no entendía por qué terminaron de esa manera con la vida de un muchacho que era maravilloso. De tanto en tanto nos ponemos en contacto con ella.
¿Por qué dice usted que la mañana que vio ese titular en el diario, algo le hizo pensar que Horacio estaba entre esos muertos?
- No, no lo sé. No puedo explicarlo. Tal vez porque la incertidumbre de no saber qué habían hecho con él, no conocer el destino al cual lo habían derivado, nos llevaba a pensar siempre en lo peor. Pero algo raro sentí en el pecho, llámese angustia, dolor, no lo sé. El solo hecho de que mi hijo estuviera detenido, era algo que no podía asimilar.
- Ese titular no hacía otra cosa más que confirmar que esos cadáveres eran el producto de un “ojo por ojo”. Unos días atrás habían asesinado al general del Ejército Omar Actis, y en venganza cayeron 30 jóvenes que nada tuvieron que ver con ese crimen. De hecho ya estaban detenidos. Con el tiempo supimos por boca de sobrevivientes que, tanto Horacio como los 29 restantes, estaban detenidos en la Superintendencia de Seguridad Federal de la Policía Federal, a pocas cuadras de acá. Ojalá yo hubiera sabido que mi hijo estaba tan cerca.
¿Hubiera ido a buscarlo aun poniendo en riesgo su propia vida?
- Si, sin ninguna duda. Supe más tarde que una señora se enteró de que su hijo estaba allí y consiguió que le permitieran llevarle comida, desconozco cómo. Tal vez alguno de los policías se apiadó y le concedió ese beneficio. No sería extraño, existieron casos de hombres de las fuerzas armadas que no estaban de acuerdo con las atrocidades que se estaban cometiendo.
Si, yo también quiero pensar que alguno de ellos tenía una mínima brizna de sensibilidad…
Vuelvo los ojos una vez más hacia ese amarillento diario, producto del paso del los años y no por lo que se entiende hoy por “amarillo”. El copete de la noticia reza: “NA: Despacho indica que habrían dejado un cartel señalando la filiación de los muertos.”
¿Cómo es esto de que “habrían dejado un cartel señalando la filiación de los muertos”?
- Entre los restos encontraron una tarjeta que tenía escrito “30 x 1”, un claro mensaje de venganza por el asesinato del General Actis. Ellos quisieron hacer pasar la masacre de manera confusa. Con esa tarjeta confirmaban que estos muertos pagaron el asesinato de Actis. Y la realidad es que al general Actis lo mató su propia fuerza. Entre ellos siempre existieron las famosas “internas”, que no eran más que luchas por el poder. Actis no fue muerto por Montoneros, lo mataron los militares.
Estas víctimas hoy conocidas como de la “Masacre de Fátima”, fueron dinamitadas. Aparentemente las tiraron amontonadas sobre un gran cargamento de dinamita. Luego los arrojaron adentro de una fosa común en el Cementerio de Derqui. Después como el impacto en la sociedad había sido muy fuerte y se sintieron presionados, los desenterraron y depositaron adentro de un galpón. Allí quedaron hasta que los restos fueron recuperados.
- Nosotros supimos que el cuerpo de Horacio estaba entre esos treinta cadáveres recién en el año 2001. Unos tres años antes habíamos dejado la muestra de sangre al Equipo de Antropología Forense, como la mayoría de los padres que buscábamos a nuestros hijos. Un buen día fuimos sorprendidos por el llamado del Equipo, para solicitarnos que fuéramos a sus oficinas porque tenían novedades al respecto. Y allí nos enteramos. Ellos lo sabían desde hacía un tiempo, pero para que no hubiera dudas, enviaron las muestras a Inglaterra a un forense especializado en lo concerniente a ADN. Cuando regresó el informe que daba un 99% de compatibilidad con la sangre nuestra, entonces fue que nos enteraron.
- Por supuesto que lo único que recibimos fue una caja con restos óseos. Supimos que su cráneo tenía un orificio de bala, es probable que lo hayan matado antes de la dinamita. Lo llevamos a la bóveda de la familia de Haydee en San Justo. Yo nunca he sido de ir a los cementerios, pero de tanto en tanto voy para tener aunque sea algún contacto con mi hijo. No lo puedo entender, todavía no puedo entender que a mi hijo le haya pasado esto. Un muchacho tan bueno, tan inteligente… Nunca me dio trabajo para nada, yo les sugería a él y al hermano, que estudiaran idiomas. Los dos se prepararon muy bien en idiomas. Cuando sobrevino el posible conflicto armado con Chile, y ante la eventualidad de que pudieran llamar a prestar servicio a mi otro hijo Diego, decidí sacarlo del país. A tal fin lo envié a Londres a perfeccionarse en inglés. Quise preservarlo, incluso quien fue su tutor en Inglaterra, cuando Diego ya había terminado los estudios, me recomendó que lo dejara allá. Ahora Diego es ingeniero electromecánico, está acá en Argentina. Es el menor.
¿Cuántos hijos han tenido, Oscar?
- Tres hijos. La mayor es Alicia Ester, quien nació con Síndrome de Down; el segundo Horacio Oscar y el menor Diego Fernando.
¿Cómo fue la relación de Horacio con su hermana? ¿Cómo vivió ella la desaparición de Horacio?
- Alicia y Horacio se adoraban. Él la cuidaba mucho, la mimaba, y cuando eran chicos jugaban juntos. Jamás Horacio la trató como una nena diferente. Alicia sintió mucho la desaparición de su hermano, para ella la palabra “desaparecido” no tiene explicación, desde ya que por su sentido, explicación no existe para informar sobre el destino de una persona, en la cabeza de Alicia esa palabra no se puede procesar. La pobrecita muchas veces habla de él, lo tiene muy presente, todo parece demostrar que lo extraña. Era su mejor amigo.
¿Horacio ya había terminado sus estudios secundarios cuando lo secuestraron, verdad?
-- Si, no sólo eso, ya estaba en la facultad de Ciencias Exactas y trabajaba en una firma exportadora. Pero al momento de su secuestro estaba haciendo el servicio militar.
Oscar busca en su carpeta de recuerdos y extrae el boletín del último año del secundario hecho en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Con orgullo me hace leer las notas que conseguía su hijo gracias al esfuerzo y horas de dedicación al estudio. Notas como esas, no son fáciles de lograr en el Buenos Aires. Parten desde 8 hacia arriba, salvo algunas materias en las que califica con 10. Por ejemplo: latín.
Sinceramente, hay que calificar con 10 en latín… O mejor dicho: hay que tener esas notas en el Buenos Aires…
- Era un pibe inteligentísimo. Nunca tuve que pedirle que se pusiera a estudiar, él solo lo hacía. Y por supuesto, una natural inteligencia que lo favorecía.
El Colegio Nacional de Buenos Aires, siempre se caracterizó por abarcar un alumnado muy politizado. Hoy día continúa así. ¿Horacio comenzó allí su militancia? Había un importante grupo de jóvenes Montoneros en esos años en el Buenos Aires…
- Él era militante si, y entiendo que a partir del comienzo del secundario, se conectó aún más con esa realidad. Simpatizaba con la JP, como todos los chicos de esa edad. Fue una generación muy politizada. Horacio militaba en las villas y con la gente. Ayudaban a realizar mejoras en sus viviendas precarias, de manera que no se inundaran cuando llovía, alfabetizaban, concientizaban a los más humildes para que no fuesen explotados por sus patrones, de eso básicamente se trataba su militancia. Horacio jamás durmió fuera de nuestra casa, salvo aquellas veces que se quedaba en la casa de su novia, pero lo sabíamos con anterioridad o nos llamaba desde allí para que no nos preocupáramos. Y en el tiempo en que estudiaba en la facultad, siempre regresó a casa a la misma hora. Por eso estamos seguros de que realmente no tenía que ver con la lucha armada.
- Su mejor amigo de la infancia y compañero del Buenos Aires, fue fusilado en Quilmes a los 19 años. Su caso fue muy conocido porque era el presidente de la UES: Eduardo Beckerman. Esta es la foto del sepelio, cuando lo están llevando hacia el cementerio (Oscar me muestra la foto del diario “Noticias”, prensa de los Montoneros, en la cual se ve una multitud de chicas y muchachos despidiendo al compañero con sus dedos en “V “). Nosotros no lo dejamos ir ese día. Sentimos mucho dolor porque era su mejor amigo, su íntimo amigo de la infancia; pero tuvimos mucho miedo.
Muchas veces le dije que dejara la militancia, que lo iban a matar, pero él me decía: “¿Por qué?, si yo no hice nada…”. Le ofrecimos enviarlo a otro país, pero repetía lo mismo. Él estaba seguro de que no había motivos para que lo mataran.
Me dijo que estaba cumpliendo con el servicio militar cuando lo secuestraron. ¿Estaba en día de franco?
- Estaba de licencia. A él le tocó Marina y lo enviaron a Bahía Blanca, y supimos después por él que estaba bajo el mando del teniente de inteligencia De León y en carácter de observado. Fuimos en varias oportunidades a verlo al lugar de instrucción, cerca de La Plata, sin lograrlo. Solamente lo pudimos ver una vez, para la jura de la bandera en Bahía Blanca. Fuimos en junio del 76 con su hermano y su novia. Cuando fue secuestrado hacía pocos días que había salido de licencia. Estaba en la casa de su novia en Banfield (Sur del Gran Buenos Aires) cuando en la madrugada del 7 de agosto, en presencia de sus padres y hermanos, entró un grupo vestido con ropa de las Fuerzas y violentamente se metieron en el cuarto en el que dormían Ada y Horacio. Se los llevaron a los dos encapuchados. De ella no se supo nunca más. Se llamaba Ada Victoria Porta. Tampoco sabemos si su cuerpo estaba entre los 30 de Fátima. Los padres no continuaron con las investigaciones, muchos padres prefirieron no indagar. No es fácil, nada fácil afrontar todo lo que sigue a partir de la desaparición.
- Haydee y yo continuamos relacionados con ellos. Hemos hecho una buena amistad. A ellos les tocó darnos la noticia sobre el secuestro de Horacio.
¿Ada también militaba?
- No, ella no. Su padre es un ingeniero muy reconocido, incluso a nivel mundial. Trabajó en Estados Unidos y Cuba en importantes proyectos. Por lo que yo se, Ada no tenía militancia alguna.
¿Por dónde comenzaron ustedes la búsqueda?
- Seguimos los pasos de todos los padres. Acudimos a Organismos Internacionales, establecimos varios habeas corpus en Provincia y Capital Federal, y Haydee se sumó a las Madres de Plaza de Mayo en sus comienzos. Ahora pertenece a Madres Línea Fundadora. Ella va a la Plaza siempre; yo, la verdad que no. Trabajo mucho, todo el día. Siempre trabajé demasiado, mi profesión no me permite moverme de la oficina. Toda la vida fue así. Cuando mis hijos eran chicos, quería que tuvieran la mejor educación y no me importaba renunciar al descanso con tal de que no les faltara nada. Pero sobre todo me importaba que estudiasen. Ahora me aboco mucho al trabajo un poco también para evadirme y mantener la cabeza ocupada, y al ser contador público en estos momentos las empresas requieren mucha dedicación por los impuestos nuevos y una serie de cosas que no se pueden descuidar. Pero reconozco que me encierro mucho en mis tareas para no pensar. No puedo asumir la ausencia de Horacio, un hijo ejemplar que no merecía el final que le tocó. Su muerte no la podré superar nunca. Mi hijo, mientras vivió, nos hizo sentir orgullosos de ser sus padres, lo amamos y lo seguiremos amando por el resto de nuestras vidas.
Antes de retirarme de la oficina de Oscar García Buela, le solicito el teléfono para realizar una llamada. Mientras me comunico vuelvo a echar una mirada al lugar de trabajo de ese papá que no se resigna. Todo está rodeado de imágenes de Horacio; con sus hermanos, con la familia, la foto sonriente con su traje de conscripto de la Marina, una placa de bronce con una frase en su memoria, la foto con Ada y otra con Alicia, su hermanita especial, la misma que hoy día lo nombra continuamente, la hermana que jamás comprenderá el significado de la palabra “desaparecido”.

Fuente: www.madresfundadoras.org.ar

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