jueves, junio 28, 2007

El hombre nuevo.

Ensayo sobre la transformación revolucionaria de la personalidad

En este trabajo incorporaremos una serie de reflexiones que, entroncándose en el legado clásico del pensamiento marxista, nos permiten avanzar en el complejo tema del rol de la personalidad y su transformación en el proceso revolucionario, en la búsqueda de algunas definiciones esenciales para la práctica política. Este es el resultado de años de investigación basada en algunas fuentes del pensamiento revolucionario y científico que, en nuestra opinión, son una buena parte de la plataforma sobre la cual construiremos el marxismo del siglo XXI:

El pensamiento de Marx, Engels y Lenin y el Che Guevara, de quienes extraemos concepciones sobre el ser humano cuyas líneas directrices pretendemos continuar en un esquema coherente. En el caso del Che, nos basamos fundamentalmente en "El socialismo y el hombre en Cuba", verdadero manifiesto sobre el hombre nuevo.
El texto "Marxismo y Teoría de la Personalidad", del pensador francés Lucien Sève. Esta obra, publicada en 1969, constituye una colosal investigación que recorre toda la obra de Marx y sienta las bases de la concepción científica y revolucionaria del hombre.
La psicología socio-cultural cuyo más famoso exponente es Lev Vigotsky. Este, junto con Alexei Leontiev y Alexander Luria**, formaron la "troika" que en la Unión Soviética desarrolló, sobre la base del marxismo, una concepción científica sobre el psiquismo.
La teoría de la inteligencia emocional, popularizada por el investigador norteamericano Daniel Goleman.
Los aportes de la teoría de la complejidad, la cual permite comprender la evolución de la personalidad como un caso particular de todos los procesos de incremento de la organización que se dan en la naturaleza, por lo tanto, regida por sus mismas leyes.


EL HOMBRE NUEVO

ENSAYO SOBRE LA TRANSFORMACION REVOLUCIONARIA DE LA PERSONALIDAD

PRIMERA PARTE

PRÓLOGO

En este trabajo incorporaremos una serie de reflexiones que, entroncándose en el legado clásico del pensamiento marxista, nos permiten avanzar en el complejo tema del rol de la personalidad y su transformación en el proceso revolucionario, en la búsqueda de algunas definiciones esenciales para la práctica política. Este libro es el resultado de años de investigación basada en algunas fuentes del pensamiento revolucionario y científico que, en nuestra opinión, son una buena parte de la plataforma sobre la cual construiremos el marxismo del siglo XXI:

1) El pensamiento de Marx, Engels y Lenin y el Che Guevara, de quienes extraemos concepciones sobre el ser humano cuyas líneas directrices pretendemos continuar en un esquema coherente. En el caso del Che, nos basamos fundamentalmente en «El socialismo y el hombre en Cuba», verdadero manifiesto sobre el hombre nuevo.

2) El texto «Marxismo y Teoría de la Personalidad», del pensador francés Lucien Sève. Esta obra, publicada en 1969, constituye una colosal investigación que recorre toda la obra de Marx y sienta las bases de la concepción científica y revolucionaria del hombre.

3) La psicología socio - cultural cuyo más famoso exponente es Lev Vigotsky*. Este, junto con Alexei Leontiev** y Alexander Luria***, formaron la «troika» que en la Unión Soviética desarrolló, sobre la base del marxismo, una concepción científica sobre el psiquismo.

4) La teoría de la inteligencia emocional, popularizada por el investigador norteamericano Daniel Goleman.

5) Los aportes de la teoría de la complejidad, la cual permite comprender la evolución de la personalidad como un caso particular de todos los procesos de incremento de la organización que se dan en la naturaleza, por lo tanto, su dinámica está regida por leyes semejantes.

Agradecemos a Ernesto, Roberto, Daniel y Cristina por sus valiosas indicaciones que nos han permitido pulir este trabajo, por su apoyo y preocupación por este proyecto y por haber ayudado a transformarlo en realidad.

Por otra parte, nos ha acompañado el apoyo, aliento y los señalamientos de aquellos militantes que nos han ayudado en esta reflexión.

Si bien toda obra es un borrador y toda obra es colectiva, este trabajo lo es de manera especial. En primer lugar porque pretendemos abrir un debate que posibilite nuevas líneas de reflexión, este trabajo es el borrador de los que vendrán. En segundo término porque nuestro aporte original se reduce a una mínima parte del texto: si algún mérito nos corresponde es el de haber amalgamado el pensamiento de mentes brillantes.

Sabemos que el tema del hombre nuevo jamás podrá ser reducido al simple planteo catedrático, ya que nos plantea el desafío de alcanzar el escalón máximo del ser humano: el de revolucionarios. Nuestro más profundo deseo es que esta obra sea un arma certera al servicio de esa causa, que no es otra que la causa de la revolución.


* Lev Semionovich Vigotsky (1896-1934). Psicólogo soviético, fundador de el enfoque socio – cultural. Desde 1924 hasta su muerte por tuberculosis en 1934, en diez años de furia creadora, Vigotsky desarrolló sobre la base del materialismo dialéctico e histórico las bases de la investigación psicológica científica. VOLVER

** Alexei Nicolaevich Leontiev (1903-1979). Psicólogo soviético, doctor en ciencias psicológicas, profesor miembro de la Academia de Ciencias Psicológicas de la URSS. Premio Lenin 1963. Decano de la Facultad de Psicología de Moscú desde 1966. VOLVER

*** Alexander Romanovich Luria(1902-1977). Psicólogo Soviético, Doctor en Ciencias Psicológicas y Ciencias Médicas. Se lo considera uno de los «padres» de la neuropsicología moderna. VOLVER

INDIVIDUO Y SOCIEDAD

Haciendo historia

A diferencia del pensamiento dogmático, el marxismo jamás deja de inquietarnos. Engels ya expresaba en su Antidühring que «la soberanía del pensamiento se realiza a través de una serie de hombres pensantes de un modo muy poco soberano; el conocimiento que pueda alegar títulos incondicionales de verdad, se impone a lo largo de una serie de errores relativos; ni una ni otra soberanía puede convertirse en plena realidad más que a través de una duración infinita de la humanidad.»1

A este proceso histórico de pulimento, de maduración, tampoco ha escapado la propia teoría marxista. Un breve repaso nos permitirá contextualizar la actual necesidad de desarrollo teórico en el marco de la rica experiencia de estos más de 150 años de pensamiento marxista.

El «Manifiesto Comunista» fue publicado en medio de los densos nubarrones de la crisis económica que azotaba con hambrunas a Europa y presagiaba lo que fue la ola revolucionaria de 1848.

En estas terribles crisis, las masas se veían objetivamente compelidas a la acción más decidida ya que la burguesía no ofrecía más salida que morir de hambre. Repentinamente, grandes masas hasta entonces aparentemente dormidas, se lanzaban a la lucha.

Por esto, la decisión de Marx de especializarse en temas económicos tenía una evidente importancia táctica: había que predecir cuándo llegaría la próxima tormenta y preparar a las fuerzas revolucionarias para «tomar el cielo por asalto».

A modo de ilustración, transcribimos a continuación una excelente descripción, extraída de la biografía que Mayers realizó de Engels, de cómo vivió junto a Marx lo que pareció que iba a ser una gran crisis en 1857.

«Como sabemos, Engels consideraba las crisis económicas como uno de los agentes más poderosos de cambios políticos. En 1850 aventuró por primera vez (...) Ya no hay nuevos mercados que abrir. Cuando vemos que a pesar de que es imposible encontrar nuevos mercados, el sistema capitalista se ve constantemente forzado a incrementar la producción, es obvio que el imperio de los dueños de fábricas ha llegado a su fin. Y ¿entonces qué? El caos y la ruina universal dicen los librecambistas. La revolución social y la dictadura del proletariado, decimos nosotros.(...).

Por fin, en 1857, el acontecimiento que había esperado con tanta impaciencia, ocurrió(...) Ahora previó la revolución con certeza absoluta. Pero esperaba que las masas tendrían tiempo de estar completamente despiertas por la depresión crónica. Después de crisis semejantes, el proletariado golpea con más fuerza y unidad, con mejor «connaissance de cause» (conocimiento de causa), tal como un ataque de caballería tiene mucho más éxito si los caballos han de trotar durante unas quinientas yardas antes de llegar a la distancia desde la que cargarán sobre el enemigo. (...) Estaba encantado con la idea de que pronto estaría en condiciones de cambiar la Bolsa por el campo de batalla y su taburete de oficina por el caballo. Rebosaba de vitalidad: el hombre de acción revivía en él . El sábado pasado,- le escribía a Marx en el mes de diciembre - salí a cazar y estuve siete horas en la silla. Ese género de cosas me pone endiabladamente animado durante varios días; es el mayor placer físico que conozco. (...) Le escribió a su amigo: En 1848 dijimos: Ahora llega nuestro momento y en cierto modo llegó. Pero esta vez llegará plenamente, una lucha a vida o muerte. Mis estudios militares se harán inmediatamente más prácticos. Me lanzo de inmediato al estudio de la táctica y de la organización de los ejércitos prusiano, austríaco, bávaro y francés; y aparte de eso no hago sino cabalgar, es decir, cazar, porque la caza es la verdadera escuela de la caballería. Los dos amigos se confesaban mutuamente su alegría: Marx decía que a pesar de su pobreza constante, desde 1849 no se sentía tan feliz como ahora y Engels agregaba que en este colapso general se sentía ‘terriblemente confiado’, Marx trabajaba la noche entera para poner en orden sus investigaciones económicas. Quería sacar en limpio su plan antes del diluvio. Engels le enviaba todo el material que podía recoger sobre la crisis, en un torrente precipitado de mensajes.

A fines de diciembre, las cosas estaban en general más tranquilas (...) Durante mucho tiempo le preocupó la forma en que la sobreproducción había sido absorbida.»2

Estos párrafos nos trazan un panorama colorido de la enorme expectativa que despertaba en Marx y Engels las crisis económicas y la confianza que tenían en que, dadas las características internacionales que estas adquirían en el siglo XIX, una situación de este tipo sería el preludio de la revolución mundial.

Desde la perspectiva en la que se hallaban Marx y Engels, plantearse más profundamente el problema de la relación entre la determinación de la base económica y la superestructura no era posible por motivos teóricos y prácticos. En el plano teórico la investigación debía seguir el orden de determinación, por lo cual, siendo la base económica lo más determinante y la superestructura lo más determinado, era lógico concentrarse en el estudio económico. Pero profundizar en el rol de la superestructura también significaba un ejercicio mental poco práctico, ya que, como vimos, las crisis de superproducción se presentaban con una intensidad tal que no dejaban otra salida para las masas hambreadas que la insurreción.

Luego de la caída de la Comuna en Francia y de las leyes antisocialistas de Bismarck en Alemania, el movimiento revolucionario entra en un repliegue que abarca el último cuarto del siglo XIX. En esta etapa, así como el marxismo desplaza a las corrientes ideológicas pequeñoburguesas del seno del movimiento obrero europeo (anarquismo, lasalleanismo), en el interior del propio movimiento marxista se va definiendo una corriente oportunista, revisionista que, repitiendo idénticos argumentos en toda Europa, defiende una tergiversación del marxismo y realiza una práctica oportunista.

Cuando Lenin retoma el hilo del pensamiento marxista, se encuentra con este panorama de reflujo, al punto que ya se hablaba de la «muerte del marxismo». En su inmortal «Qué Hacer» critica el culto a la espontaneidad, la ausencia de principios, el desdén hacia la teoría y el practicismo reformista. Y plantea las cosas con claridad meridiana: ideología burguesa o ideología socialista, sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria, dado que el socialismo es ciencia, no surge espontáneamente de las masas. De esto se deriva la necesidad de un partido que una a los luchadores más decididos y formados para unificar el mando revolucionario, evitar la infiltración del enemigo y dar una implacable lucha contra el reformismo. El partido es la herramienta para contrarrestar la tendencia espontánea hacia el oportunismo, la que se le presenta a Lenin con la inexorabilidad de una ley. Sin embargo consideramos que este fenómeno, hasta ahora, no ha sido debidamente investigado.

Sin tomar en cuenta esta lucha contra el oportunismo, no se puede entender la fuerza espiritual que necesitaron los bolcheviques para resistir la represión, organizarse en condiciones de clandestinidad, tomar el poder y sostenerlo a pesar de la guerra de intervención. ¿Qué pasó en el resto de Europa? Lenin esperaba que la toma del poder en Rusia fuera el puntapié inicial del incendio revolucionario en todo el continente europeo, pero eso no sucedió. Lenin explica esta demora en el hecho de que el capitalismo ruso cae por ser el «eslabón más débil» de la cadena imperialista, es decir, que la victoria proletaria se explica porque en Rusia se concentraban múltiples contradicciones: entre el proletariado ruso y la burguesía, entre aquel y el imperialismo mundial y entre las nacionalidades oprimidas y el zarismo ruso.

El Che, en «El socialismo...», define así este cambio conceptual: «En el esquema de Marx se concebía el periodo de transición como resultado de la transformación explosiva del sistema capitalista destrozado por sus contradicciones; en la realidad posterior se ha visto cómo se desgajan del árbol imperialista algunos países que constituyen las ramas débiles, fenómeno previsto por Lenin.»

Pero esta nueva visión requiere de una reflexión más profunda sobre la relación entre lo objetivo y lo subjetivo. Perry Anderson, historiador marxista inglés, señala que el pensamiento marxista mantiene un Talón de Aquiles que se verifica en «(...)la permanente oscilación, (...) la potencial disyunción que existe en los propios escritos de Marx entre la atribución del primer motor del cambio histórico, por un lado, a la contradicción entre las fuerzas de producción y las relaciones de producción - pensemos en la famosa Introducción de 1859 a la Contribución a la crítica de la económía política- y, por otro lado, a la lucha de clases - pensemos en El manifiesto comunista-. La primera se refiere esencialmente a una realidad estructural o, más propiamente, interestructural (...). La segunda se refiere a las fuerzas subjetivas que se enfrentan y luchan por el control de las formas sociales y de los procesos históricos ¿Cómo se articulan estos dos tipos diferentes de causalidad o principios de explicación en la teoría del materialismo histórico?

(...) Las antinomias políticas a que daba lugar la persistente elusión o suspensión del problema fueron debatidas, por supuesto, amplia y apasionadamente: economicismo por un lado, voluntarismo por otro. Las intervenciones de Lenin durante la preguerra pueden considerarse como un esfuerzo constante por controlar y combatir estas dos posibles deducciones del legado marxista, cuyas expresiones políticas fueron las tendencias contrapuestas hacia el reformismo y hacia el anarquismo en la derecha y la izquierda, respectivamente, de la II Internacional. Pero estas intervenciones fueron meramente prácticas y coyunturales, sin fundamentación teórica. Las mismas cuestiones no resueltas han aparecido una y otra vez tanto en la política como en la historiografía marxista.»3

En respuesta a Anderson podría referirse, por ejemplo, las aclaraciones realizadas por Engels en sus cartas a Bloch, Schmidt y a Mehring, en las cuales explica que, en el marco del debate con el idealismo, ni Marx ni él hicieron el suficiente hincapié en el rol de la superestructura ideológica. No obstante, debemos admitir que el problema que planteaba Perry Anderson en 1979 sigue sin ser adecuadamente resuelto. Los desafíos de este nuevo siglo nos exigen ir más allá.

Como observamos, la historia del siglo XX deparó sorpresas de difícil asimilación: no ocurrieron otras insurrecciones «puras» como la de los bolcheviques sino que generalmente tomaron el poder aquellas organizaciones que aplicaron primeramente una estrategia de guerra popular y prolongada para crear las condiciones para la revolución. Además, la teoría que planteaba que la existencia de la gran industria y consecuente desarrollo del proletariado industrial era una condición básica para la existencia de un proceso revolucionario, ha sido refutada, los procesos revolucionarios se desarrollaron en países donde la clase obrera industrial era sumamente minoritaria o inexistente. El Che explicaba este fenómeno porque, dado el carácter mundial que adquirió la conciencia de la clase obrera, esta podía ser tomada por otras capas sojuzgadas en la medida que se forme una vanguardia que se organice y dé vida a los principios marxista - leninistas.

En definitiva, la «debilidad» del eslabón no explicó por sí sola el hecho del triunfo de determinados pueblos a diferencia de otros, sino que sobre esta base es el accionar conciente de los pueblos y sus organizaciones revolucionarias son el factor decisivo para madurar la crisis del sistema de explotación, así como la pericia de las clases gobernantes demostró ser clave para evitarlas.

Por último, la reversión sufrida en los sistemas socialistas del este europeo, junto con la caída en el oportunismo de la mayoría de las organizaciones que en algún momento fueron revolucionarias, son hechos que han destruido la visión del socialismo como un futuro al cual la sociedad iba a llegar por fuerza de las «férreas leyes del desarrollo social». Surge el interrogante sobre la posibilidad de profundizar en la dinámica de estos fenómenos de manera que nos permita salir del análisis inmediatista que fija en tal o cual suceso fortuito las causas de un mal tan generalizado. Aparece la necesidad de estudiar el rol del factor subjetivo y de la personalidad en el proceso revolucionario.

Las condiciones de la revolución

Toda revolución es fruto de condiciones históricas concretas, pero ¿cuáles son y qué lugar tienen esas condiciones? Una explicación del tema debería evitar los extremos señalados por Perry Anderson: voluntarismo por un lado y economicismo por otro. Esta última respuesta aparece como la más cómoda. Por ejemplo, si nos preguntamos ¿Por qué en Vietnam sí se hizo la revolución y en Argentina no? La respuesta desde esta óptica es sencilla: allí las «condiciones» sí estaban dadas, Vietnam era el «eslabón más débil», Argentina no. Como vemos, esta postura termina siendo autodemostrante: Vietnam era el eslabón más débil, por eso se hizo la revolución, ¿Cuál es la prueba de que era el eslabón más débil? Precisamente, la revolución. Así es que, protegidos por el escudo de las famosas «condiciones», podemos dedicarnos a cantar loas a la sabiduría, la determinación y el coraje de los revolucionarios que tienen éxito en lejanas tierras, sin tener que afrontar la tarea de cuestionarnos nada: «ya vendrán las condiciones y las masas seguirán nuestras posiciones», conciente o inconcientemente, estos razonamientos funcionan como autojustificaciones.

En el materialismo histórico este no es un asunto nuevo; en efecto Antonio Gramsci, desde la cárcel y sin la rica experiencia de este siglo, ya había vertido claros conceptos al respecto: «(...)el elemento determinista, fatalista, mecanicista, ha sido un ‘aroma’ ideológico inmediato de la filosofía de la praxis*, una forma de religión y de excitante (al modo de los estupefacientes) pero necesaria y justificada históricamente por el carácter ‘subalterno’ de determinados estratos sociales.

Cuando no se tiene la iniciativa en la lucha y cuando la lucha misma termina por identificarse con una serie de derrotas, el determinismo mecánico se convierte en una fuerza formidable de resistencia moral, de cohesión, de perseverancia paciente y obstinada. (...) es necesario siempre demostrar la futilidad del determinismo mecánico, el cual, explicable como filosofía ingenua de la masa y, solo como tal, elemento intrínseco de fuerza, cuando es elevado a filosofía reflexiva y coherente por los intelectuales, se convierte en una causa de pasividad, de imbécil autosuficiencia(...)»4

Gramsci llama la atención sobre las consecuencias negativas que tiene sobre la actitud revolucionaria el pensamiento mecanicista. Pero ¿cuál es la alternativa? ¿debemos aceptar como única respuesta la reducción del socialismo a una «mera posibilidad»? ¿o es posible fundar sobre bases científicas una fe en la victoria? Hacia el final propondremos algunas respuestas a estos interrogantes.

Claro está que la crítica al mecanicismo no implica negar la necesidad de ciertas condiciones previas, de lo contrario, se cae en el voluntarismo, en confundir los sentimientos de la vanguardia con los de la clase. A largo plazo (ya que la lucha de clases tiene sus propios tiempos) se termina en la desazón al no estar preparados para una larga y paciente lucha.

Aunque coincidamos en que la revolución es producto de la unidad de elementos objetivos y subjetivos, la controversia aparece cuando pretendemos afinar los conceptos. Veamos qué entendemos por cada uno.

1) Elementos Objetivos

a) Factor objetivo: Es lo que se denomina una situación revolucionaria. Lenin, en un memorable párrafo de «El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo», definía este elemento de la revolución de la siguiente manera: «Mientras se trate(...) de atraerse al comunismo a la vanguardia del proletariado, la propaganda debe ocupar el primer término (...). Pero cuando se trata de la acción práctica de las masas, de poner en orden de batalla - si es permitido expresarse así- al ejército de millones de hombres, de la disposición de todas las fuerzas de clase de una sociedad para la lucha final y decisiva, no conseguiréis nada con solo las artes de propagandista, con la repetición escueta de las verdades del comunismo ‘puro’. Y es que en este terreno, la cuenta no se efectúa por miles, como hace en sustancia el propagandista miembro de un grupo reducido y que no dirige todavía masas, sino por millones y decenas de millones. En este caso tenéis que preguntaros no solo si habéis convencido a la vanguardia de la clase revolucionaria, sino también si están dispuestas las fuerzas históricamente activas de todas las clases, obligatoriamente de todas las clases de la sociedad sin excepción, en forma que la batalla decisiva se halle completamente en sazón, a fin de: 1) que todas las fuerzas de clase que nos son adversas estén suficientemente sumidas en la confusión, suficientemente enfrentadas entre sí, suficientemente debilitadas por una lucha superior a sus fuerzas; 2) que todos los elementos vacilantes, versátiles, inconsistentes, intermedios -es decir, la pequeña burguesía, a diferencia de la burguesía- , se hayan puesto bastante al desnudo ante el pueblo, se hayan cubierto de ignominia por su bancarrota práctica; 3) que en el proletariado empiece a formarse y a extenderse un estado de espíritu de masas favorable a apoyar las acciones revolucionarias más resueltas, más valientes y abnegadas contra la burguesía. He aquí en qué momento está madura la revolución, he aquí en qué momento nuestra victoria está asegurada, si hemos calculado bien todas las condiciones indicadas y esbozadas brevemente más arriba y hemos elegido acertadamente el momento.»5

La situación revolucionaria es el momento de las grandes definiciones, el momento de la acción más decidida para los revolucionarios, pero esto también lo sabe el enemigo de clase que ha aprendido a no «regalarnos» crisis. Siendo este un corto período de gran convulsión, (a lo sumo de algunos meses) es necesaria una categoría para designar a las condiciones más generales. A tales factores vamos a denominarlos condiciones materiales.

b) Condiciones Materiales: Con esta categoría se alude a la situación objetiva que se desarrolla a lo largo de años, que está dada por las contradicciones que se desarrollan en el modo de producción de una sociedad, entre el desarrollo de las fuerzas productivas y el freno que le pone las relaciones de producción capitalistas. Esta se expresa en la contradicción fundamental del capitalismo, entre el carácter privado de la apropiación y el carácter social de la producción. Tales condiciones estaban ausentes, por ejemplo, en las Provincias Unidas del Río de la Plata en 1810, pero actualmente, en la época del capitalismo trasnacionalizado, es difícil sostener que estas condiciones aún no estén maduras en Latinoamérica, África y Asia.

A diferencia de las burguesías de los países del primer mundo, las de los países pobres tienen más dificultades para mantener la estabilidad del sistema de explotación; una serie de mecanismos de control son puestos en juego para evitar los grandes estallidos: hacer que las crisis exploten antes de tiempo, fraccionarlas, contenerlas, hacerlas jugar a favor de las clases dominantes en el marco de un constante control ideológico. La miseria por sí sola no engendra conciencia revolucionaria, los pueblos comprenden las contradicciones sociales en la esfera ideológica, superestructural. Por esta razón, la agudización de las contradicciones en el modo de producción no se traduce automática y mecánicamente en la elevación de la conciencia revolucionaria.

Para dar respuestas adecuadas al pensamiento mecanicista debemos desarrollar la investigación que ya había planteado Gramsci: «Existiendo las condiciones, ‘la solución de los objetivos deviene ‘deber’, la ‘voluntad’ deviene ‘libre’. La moral devendría una investigación de las condiciones necesarias para la libertad de la voluntad en cierto sentido, hacia cierto fin y la demostración de que estas condiciones existen.»6 Gramsci tenía que apelar al lenguaje oscuro por la realidad que le imponía su encierro carcelario, pero evidentemente se está refiriendo a la «libertad de la voluntad» para acabar con la explotación del hombre por el hombre y la conciencia alienada. Cabe preguntarse ¿Acaso basta con la destrucción de las relaciones capitalistas de producción para dejar en el pasado la alienación? Y si esto no se da ¿se cierra el problema hablando del «déficit en el trabajo ideológico» de la vanguardia? o, yendo más allá, ¿la no superación de la alienación no será la «demostración del fracaso histórico del marxismo»?

Para dar respuesta a estos interrogantes debemos centrarnos en el factor subjetivo, en el rol del partido revolucionario y del cuadro, desechando las esperanzas en que la gran crisis resolverá los problemas por nosotros. Para acabar con la tiranía imperial deberemos vérnosla con crisis que son descargadas de acuerdo a una estrategia de dominación centralizada; por nuestra parte tendremos que preverlas y llegado el caso, ocasionarlas.

2) El Factor Subjetivo

Como vimos, la optimización del control por parte del imperialismo ha permitido al sistema continuar agudizando sus contradicciones sin que se le enfrentara un avance equivalente en la conciencia del proletariado. Para dar respuesta a este hecho, el marxismo debe prestar especial atención al elemento conciente, el factor subjetivo. Esto supone una profundización en los valores marxistas y su proceso de encarnación en el pueblo, porque contrariamente a lo que logra el capitalismo, debemos sacar lo mejor de cada ser humano para hacer realidad la revolución.

A tal fin es preciso abandonar la postura ingenua que idealiza a la clase obrera como la «portadora natural de los valores revolucionarios.» Desde esta visión se niega la supervivencia de prejuicios burgueses en las masas populares y en la vanguardia muchos años después de la revolución. En consecuencia, se subestima peligrosamente la tarea de educación revolucionaria integral, de conformación del hombre nuevo.

Profundizar en lo subjetivo nos permitiría avanzar más allá del simplismo que implica achacarle todas las responsabilidades de los procesos de reversión al reformismo a una serie de señores malintencionados. Los marxistas somos optimistas en cuanto a la posibilidad de perfeccionamiento del espíritu humano, pero tal vez hayamos pecado de cierta subestimación de la complejidad del proceso de transformación que desemboca en el hombre nuevo. Ahora bien, al sopesar los errores del optimismo histórico, jamás olvidamos la diferencia cualitativa de estos con los que cometen aquellos filósofos posmodernos que celebran irónicamente las derrotas del hombre y no sus victorias, los que se relamen cínicamente con aire de autosuficiencia ante cada traspié de los que luchan o los que consideran que la experiencia revolucionaria del siglo XX fue un simple absurdo evitable.

Es necesario, por lo tanto, ver la transformación del sentido común de la humanidad hacia la asimilación profunda de la moral comunista como un proceso sociohistóricamente determinado.

Más allá de la voluntad personal, una revolución se gesta a través de años de injusticia, inmoralidad, falta de esperanzas para el pueblo. En ese marco, es preciso que se conforme una vanguardia**, la existencia de un conjunto de personas fieles al marxismo, que comprendan a su pueblo y lo orienten en su organización con determinación y capacidad táctica para conducirlo en las distintas adversidades.

Esta organización, a su vez es producto de años de lucha teórico-práctica de un pueblo, una tarea colectiva en la que los pueblos van creando a sus líderes y dando ejemplo a las futuras generaciones.

Las revoluciones de este siglo confirman un aporte fundamental de Lenin y del Che Guevara: la importancia del factor subjetivo, encarnado en una sólida organización de vanguardia que surja del pueblo y lo conduzca a la victoria. Para ello no basta la autoproclamación de fidelidad al marxismo, un sinnúmero de organizaciones se han proclamado marxistas sin haber llegado a traducir esta pretensión en una actitud consecuentemente revolucionaria; mientras que otras que durante años mantuvieron una línea de clase, terminaron deslizándose por el tobogán del oportunismo que siempre tiende el enemigo.

Sin una profunda asimilación de la teoría revolucionaria no se puede mantener a largo plazo una práctica revolucionaria. Y si esto está bastante confirmado en épocas de auge revolucionario, en un retroceso como el que hemos vivido, este fenómeno se presenta con mayor contundencia. La experiencia mostró en muchas ocasiones la actuación oportunista de organizaciones que pretendieron ser marxistas y revolucionarias, pero esto no abona en lo más mínimo las teorías que interpretan este hecho «por derecha» y niegan la necesidad de la teoría y la organización. Esto significa ir a contrapelo de la historia, es tomar las debilidades propias de un basamento moral que apenas comienza a desarrollarse en la humanidad para pretender volver a la época en que los pueblos del mundo no contaban con una herramienta teórica tan valiosa. Efectivamente, los movimientos populares que no se enfilaron hacia el socialismo y que no se plantaron sólidamente desde el marxismo, viraron al campo enemigo con la mayor rapidez. A su vez, el hecho históricamente demostrado de que si el partido revolucionario se burocratiza las masas retroceden ¿no es acaso una prueba contundente del rol decisivo de la vanguardia?

La conclusión que es posible extraer de este hecho es que no basta «decirse» marxista para dominar la teoría. A su vez, entenderla no implica comprenderla, es decir, estar «consustanciado» con los valores revolucionarios, ser un hombre nuevo. Aún así, la famosa frase de Bertold Brecht nos recuerda que «luchar muchos años» no es lo mismo que hacerlo «toda la vida». Todo esto sin olvidar que el proceso de forja de un partido revolucionario no se da en el vacío sino que sus cuadros surgen de una clase con su historia de lucha, su cultura, su idiosincrasia. No obstante, al margen del basamento moral comunista y de su concreción, el partido revolucionario, es imposible el desarrollo del hombre nuevo. A su vez, como vimos, este proceso es de una complejidad tal que escapa a la mera voluntad individual, aunque sin ella sería imposible.

Se trata entonces de un proceso que sin prescindir de la conciencia individual, es de carácter colectivo. Lenin, en «La enfermedad infantil del ‘izquierdismo’...» plantea que «la disciplina férrea necesaria para la victoria del proletariado» se mantiene, controla y refuerza «Primero, por la conciencia de la vanguardia proletaria y por su fidelidad a la revolución; por su firmeza, por su espíritu de sacrificio, por su heroísmo. Segundo, por su capacidad de vincularse, aproximarse, y hasta cierto punto, si queréis, fundirse con las más grandes masas trabajadoras, en primer término con la masa trabajadora proletaria, pero también con la masa no proletaria. Tercero, por lo acertado de la dirección política que lleva a cabo esta vanguardia; por lo acertado de su estrategia y de su táctica políticas, a condición de que las masas más extensas se convenzan de ello por experiencia propia (...) Sin estas condiciones, los intentos de implantar una disciplina se convierten, inevitablemente, en una ficción, en una frase, en gestos grotescos. Pero por otra parte, estas condiciones no pueden brotar de golpe. Van formándose solamente a través de una labor prolongada, a través de una dura experiencia; su formación se facilita a través de una acertada teoría revolucionaria, que a su vez, no es un dogma, sino que solo se forma definitivamente en estrecha relación con la práctica de un movimiento que sea verdaderamente de masas y verdaderamente revolucionario.»7

Haciendo un repaso de las condiciones que permiten la elevación de la conciencia aparece el grado de complejidad del cambio cultural implicado. De hecho hoy se suele poner (y con razón) el acento en el hecho de que el factor subjetivo tiene un aspecto objetivo, que no se puede hacer avanzar por un simple voluntarismo. Sin embargo lo que falta es una caracterización profunda de esa objetividad del carácter subjetivo. Para un primer acercamiento a la cuestión, es preciso debatir con las posturas que simplifican el proceso revolucionario.

* Filosofía de la práxis era un eufemismo que utilizaba Gramsci para referirse al marxismo en los textos que escribía dentro de la cárcel. Seguir

** Gramsci definía así el proceso de formación de la conciencia del proletariado: "Autoconciencia crítica significa, histórica y políticamente, la creación de una élite de intelectuales; una masa humana no se ‘distingue’ y no se torna independiente per se, sin organizarse (en sentido lato), y no hay organización sin intelectuales, o sea, sin organizadores y dirigentes, es decir, sin que el aspecto teórico del nexo teoría-práctica se distinga concretamente en una capa de personas ‘especializadas en la elaboración conceptual y filosófica’. Pero este proceso de creación de intelectuales es largo, difícil, lleno de contradicciones, de avances y retrocesos, desbandes y reagrupamientos, y en él la ‘fidelidad’ de las masas (y la fidelidad y la disciplina son inicialmente la forma que asume la adhesión de la masa y su colaboración al desarrollo de todo fenómeno cultural) es puesta a dura prueba. El proceso de desarrollo está vinculado a una dialéctica intelectuales-masa; el estrato de los intelectuales se desarrolla cuantitativa y cualitativamente; pero todo salto hacia una nueva ‘amplitud’ y complejidad del estrato de los intelectuales está ligado a un movimiento análogo de la masa de los simples, que se eleva hacia niveles superiores de cultura y amplía simultáneamente su esfera de influencia, entre eminencias individuales o grupos más o menos importantes en el estrato de intelectuales especializados." El materialismo histórico... Pág. 17.
El carácter específico de la sociedad socialista

1) Planteo del problema

En términos sencillos, el planteo sería el siguiente: si el socialismo es la sociedad superior, ¿No tendrían que «tender espontáneamente» todos los pueblos del mundo a buscar ese orden superior y a mantenerse y progresar en el mismo? ¿por qué, entonces, se dan los procesos de retroceso hacia el capitalismo?. Cuando analizamos los procesos de burocratización* del Este Europeo dando una respuesta afirmativa a la primera pregunta, se llega a sostener que los pueblos van «siempre para adelante», con la conclusión de que la única causa que impide al pueblo revolucionario avanzar es una «camarilla pequeñoburguesa» y su accionar contrarrevolucionario conciente. Anida en la izquierda la difusa sensación de amargura que proviene de considerar que el proceso revolucionario tendría «necesariamente» que haber sido más corto, si no fuera por alguien en particular que actuó aviesamente, llegándose a descalificar la idea misma de la necesidad de un partido revolucionario.

La hipótesis de la conspiración global de la mala fe permite mantener «atada con alambre» una teoría que supone la victoria mundial «a la vuelta de la esquina» con una realidad que desmiente cualquier optimismo mágico.

Si observamos bien, en la simple descripción de los hechos ya surge la contradicción. ¿Qué le sucede a un pueblo que es capaz de arrebatarle el poder a las fuerzas coligadas del imperialismo, pero que es impotente para desburocratizar el estado socialista y posteriormente termina entregándose al enemigo de clase? ¿En qué quedaron la previsiones de una avanzada revolucionaria mundial para la década de los ‘90 una vez caídas las burocracias del este europeo?

La base de la apreciación errónea es aquella que ya había definido Gramsci, cuando en el «Benedetto Croce...» planteaba el tema de la compleja relación entre teoría y práctica:

«Existen diversas filosofías o concepciones del mundo y siempre se hace una elección entre ellas. ¿Cómo se produce esta elección? ¿Es un hecho puramente intelectual o más complejo? ¿Y no ocurre a menudo que entre el hecho intelectual y la norma de conducta exista contradicción? ¿Cuál será, entonces, la verdadera concepción del mundo: la afirmada lógicamente como hecho intelectual, o la que resulta de la real actividad de cada cual, que se halla implícita en su obrar? Puesto que el obrar es siempre un obrar político ¿no puede decirse que la filosofía real de cada cual se halla toda contenida en su política? Este contraste entre pensar y obrar, esto es, la coexistencia de dos concepciones del mundo, una afirmada en palabras y la otra manifestándose en el obrar mismo, no se debe siempre a la mala fe. La mala fe puede ser una explicación satisfactoria para algunos individuos singularmente considerados, o también para grupos más o menos numerosos, pero es insatisfactoria** cuando el contraste se verifica en las manifestaciones de la vida de las amplias masas: en tal caso dicho contraste solo puede ser la expresión de contradicciones más profundas de orden histórico social.»8

Vemos pues que en este párrafo de Gramsci están claramente delineadas ciertas direcciones de pensamiento que debemos focalizar: por un lado pone la atención en el aspecto extra intelectual del obrar humano, por otro y sobre esta base, define que la falta de coherencia entre las palabras y los actos humanos, dada su profunda generalidad, no pueden ser explicados con el solo argumento de la mala fe. Por último, llama la atención sobre el carácter histórico, no eterno, del contraste entre lo que se dice y lo que se hace. Gramsci apunta en este párrafo contra un modelo estrecho y simplista de la actitud, que solo toma en cuenta los factores racionales en un individuo aislado y ahistórico. Llama la atención sobre la subestimación de la compleja transformación requerida en la personalidad para el desarrollo consecuente del socialismo. En ese modelo estrecho la personalidad aparece como un recipiente vacío, una estructura fija que alberga en su interior teorías e intenciones concientes y racionales y no como un sistema en el cual la transformación de las condiciones de vida y la asimilación de la nueva concepción del mundo trae aparejada una transmutación de la totalidad. Esta visión era advertida por Leontiev como una falencia de la psicología burguesa que «hace pasar la conciencia del hombre de clase por eterna y universalmente humana, la representa como algo absoluto, sin atributos e ‘insuperable’».9

Por esta vía, sin olvidar jamás la responsabilidad histórica de quienes traicionaron a la revolución en la dirección de organizaciones del proletariado, podemos entender que ninguna haya mantenido la actitud revolucionaria por una centuria; que las constantes recaídas en el oportunismo, repetidas una y otra vez desde mediados del siglo XIX, fueron producto de un proceso de maduración de la conciencia de los pueblos a nivel mundial. Este hecho es un llamado de atención para todos aquellos que pretendemos luchar contra la injusticia: no basta no desear hacer las cosas mal para hacerlas bien, no basta la buena voluntad de no repetir los errores del pasado, nadie tiene la garantía de no caer en el oportunismo. Asimismo, esta reflexión señala la profunda ligazón que existe entre la esencia de la nueva sociedad y la esencia de la nueva personalidad. Fue el Che, en su polémica de los años 63/64, quien expuso un modelo de caída del socialismo en el cual esta relación es puesta en un primer plano.

2) Debates del Che Guevara en el 63/64

En estos debates, el Comandante establece un contrapunto con aquellos que mantenían una excesiva confianza en la posibilidad de desarrollar el socialismo valiéndose exclusivamente de estímulos materiales y sin una lucha constante por restringir la acción de la ley del valor y demás categorías de la sociedad mercantil.

En su trabajo «Sobre el sistema presupuestario de financiamiento» plantea: «Entendemos que durante cierto tiempo se mantengan las categorías del capitalismo y que este término no pueda determinarse de antemano, pero las características del período de transición son las de una sociedad que liquida sus viejas ataduras para ingresar rápidamente a la nueva etapa. La tendencia debe ser, en nuestro concepto, a liquidar lo más vigorosamente posible las categorías antiguas entre las que se incluye el mercado, el dinero y, por lo tanto, la palanca del interés material o, por mejor decir, las condiciones que provocan la existencia de las mismas(...)» y más adelante: «La ley del valor y el plan son dos términos ligados por una contradicción y su solución; podemos pues decir que la planificación centralizada es el modo de ser de la sociedad socialista, su categoría definitoria y el punto en que la conciencia del hombre alcanza, por fin, a sintetizar y dirigir la economía hacia su meta, la plena liberación del ser humano en el marco de la sociedad comunista». En «El socialismo...» el Che advierte: «Se corre el riesgo de que los árboles impidan ver el bosque. Persiguiendo la quimera de realizar el socialismo con la ayuda de las armas melladas del capitalismo (la mercancía como célula económica, la rentabilidad, el interés material individual como palanca, etc.) se puede llegar a un callejón sin salida. Y se arriba allí tras de recorrer una larga distancia en la que los caminos se entrecruzan muchas veces y donde es difícil percibir el momento en que se equivocó la ruta. Entre tanto, la base económica adoptada ha hecho su trabajo de zapa sobre el desarrollo de la conciencia. Para construir el comunismo, simultáneamente con la base material hay que hacer al hombre nuevo. De allí que sea tan importante elegir correctamente el instrumento de movilización de las masas. Ese instrumento debe ser de índole moral, fundamentalmente, sin olvidar una correcta utilización del estímulo material, sobre todo de naturaleza social.»

Si analizamos bien los debates de aquella época, que parecieran remitir a temas puramente económicos vemos que en realidad no podían hallar su solución exclusivamente en ese terreno. En efecto, estas reflexiones abren nuevas preguntas ¿en qué consiste el carácter específico del «trabajo de zapa» que realiza el interés material sobre el desarrollo de la conciencia? ¿Cómo se logra y qué implica la definitiva victoria de los motivos morales por sobre los materiales?

Solo se puede abordar estas cuestiones tomando en cuenta la compleja transformación psíquica necesaria para el desarrollo del socialismo. La clave radica en que la nueva sociedad tiene como rasgo distintivo aquel que señalara el Che para la personalidad del hombre nuevo, que «los valores adquieren categorías nuevas». Así como el capitalismo no puede sostenerse sin revolucionar constantemente las fuerzas productivas, el socialismo, sobre la base del avance de la producción, debe fomentar una dinámica idéntica en el plano de los valores y las actitudes revolucionarias para su supervivencia.

Ahora bien, la respuesta al problema de la contradicción entre estímulos morales y materiales no puede ser abordada de manera simplista. Quienes solo se fijaban en el cálculo de productividad para fundamentar la necesidad de los estímulos materiales, terminaron considerando a los estímulos morales como un elemento decorativo. Con esto desdeñaban el trabajo de zapa que ejerce sobre la conciencia socialista el hecho de que el mayor esfuerzo haya sido logrado a cambio de un premio material. Pero por otro lado, el trabajo masivo con los estímulos morales no depende de la mera firma de un decreto; es parte de la grandiosa y compleja tarea de la construcción de una nueva humanidad. En la encrucijada actual del pensamiento marxista, no se puede seguir avanzando en el plano de la teoría económica sin primero dejar en claro algunos puntos fundamentales de la concepción marxista del hombre y su consecuencia, la teoría del hombre nuevo. A su vez, las respuestas que se puedan hallar a este respecto servirán como un nuevo fundamento para ir demoliendo la soberbia de los economistas neoliberales, quienes, desde una concepción estática y estrecha del ser humano, miran con desprecio todo lo que no esté de acuerdo con su dogma.

Nos encaminamos así por la vía de la investigación que el Che había vislumbrado cuando afirmaba «El hombre del siglo XXI es el que debemos crear, aunque todavía es una aspiración subjetiva y no sistematizada. Precisamente este es uno de los puntos fundamentales de nuestro estudio y de nuestro trabajo y en la medida en que logremos éxitos concretos sobre una base teórica o, viceversa, extraigamos conclusiones teóricas de carácter amplio sobre la base de nuestra investigación concreta, habremos hecho un aporte valioso al marxismo - leninismo, a la causa de la humanidad.»


* Cuando hablemos de "burocratización" para referirnos al estado en que cayeron las sociedades euroorientales se hará desde el lugar de quienes consideramos que estos sistemas, si bien debían ser superados, significaron el adelanto más importante en la organización política en milenios. Valga esta diferenciación para no confundir la nuestra con la crítica que contrapone el socialismo "burocrático" al capitalismo "ágil y democrático". Hasta el capitalismo más eficiente será siempre insoportablemente burocrático para el pueblo.

** La edición con la que contamos dice "satisfactoria", pero es a todas luces un error.

Lo social y lo psíquico

Llegamos aquí a la cuestión de la vinculación entre lo psíquico y lo social; un punto en el cual, ante el temor a caer en reduccionismos psicologistas o en alguna otra variante del idealismo, el pensamiento revolucionario no concretó las respuestas que ya hace años estaban a la altura de sus herramientas de análisis.*

Esto se debe, por un lado, a que el progreso del conocimiento no depende solo de la concatenación lógica de juicios coherentes, sino de la praxis social por medio de la cual se produce la necesidad del conocimiento. Las condiciones para el desarrollo de dicha necesidad, en este caso concreto, están dadas por la caída del Muro de Berlín, el pronunciado reflujo que vivió el movimiento revolucionario mundial y el desarrollo de la hegemonía cultural por parte del enemigo de clase. Por otra parte, como vimos, esta realidad obedece a que la teoría debió ahondar siguiendo el orden de determinación que se verifica en la realidad objetiva, comenzando por el modo de producción, que determina, finalmente, todo el devenir social. Con este aspecto aclarado, Marx pudo fundamentar claramente el carácter derivado de la superestructura. Tenía que abandonar el camino iniciado en su juventud, con los Manuscritos de 1844, donde el tema de la personalidad es abordado con párrafos sugerentes, pero aún carentes de una concepción más profunda sobre el rol de la estructura económica, si bien a lo largo de su obra Marx retoma constantemente estos temas.

¿Cuál es el lugar de la personalidad en el esquema base-superestructura? El filósofo francés Lucien Sève lo define del siguiente modo: "los individuos, aunque son determinados funcionalmente por la base social (y sus superestructuras) en la misma medida que las superestructuras en sí, no surgen sobre esta base con características superestructurales, sino que, en cierta manera, engranan lateralmente en ella y se le subordinan por entero, aunque no tengan en ella su fuente misma. Propongo el concepto de yuxtaestructura para designar este tipo específico de conexión esencial (...)(en la cual) por definición una de las estructuras se encuentra –aunque sus cimientos posean una existencia y un origen independientes- subordinada por completo a la otra, y entonces su determinación funcional, necesariamente recíproca, ofrece el aspecto de una circularidad orientada: en última instancia, una de las estructuras es siempre la determinante" 10

La situación en la que nos encontramos recuerda aquella que vivió el psicólogo soviético Lev Vigotsky en 1924, cuando los materialistas fisiologistas se negaban a abordar el problema de la psiquis. «Ser materialistas en fisiología no es difícil. Pero prueben serlo en psicología y, si no lo logran, continúen siendo idealistas»11 Hoy, parafraseando a Vigotsky podríamos decir «Ser materialistas en economía política no es difícil. Pero probemos serlo articulando la economía política con el problema de la personalidad y, si no lo logramos, continuemos siendo idealistas.»

Vamos a profundizar en el tema de la articulación entre el devenir social y la personalidad individual siguiendo con las explicaciones de Lucien Sève:

«El punto del cual partimos y que respecto de cualquier humanismo filosófico**, de cualquier idealismo psicológico, marca un límite desde donde ya no se puede regresar, es el fundamental descubrimiento que se consigna en la Sexta Tesis sobre Feuerbach***: la exterioridad y, si cabe decirlo, el carácter ajeno de la esencia humana con relación al individuo aislado, a la forma psicológica. La base de la personalidad no es una personalidad básica. Las relaciones sociales no son pautas culturales, comportamientos - tipo, formas de conciencia, etc., sino posiciones objetivas que los hombres ocupan en el sistema de la producción, la propiedad, la distribución sociales. Por ejemplo, el capitalismo no es espíritu de empresa + sed de ganancia + ética protestante, etc., sino un conjunto de relaciones objetivas, extrañas en sí mismas a los procesos psicológicos y a las representaciones ideológicas cuyo soporte constituyen, irreductibles a «roles» individuales y a «mentalidades» colectivas. So pena de hacer aparentemente infranqueable el foso que separa el campo de una psicología de la personalidad y el de las ciencias sociales, incluidas las psicosociales, hay que comenzar por aferrarse a esta diferencia cualitativa que existe entre individuo concreto y conjunto de las relaciones sociales, a la ausencia de correspondencia inmediatamente visible y pensable entre uno y otras.

(...)Aunque es indudable que en las realidades sociales objetivas encontramos formas psicológicas - tales como las creencias y sentimientos sociales, las formas psicológicas de la conciencia de clase, etc.- esto de ningún modo se vincula con una capacidad que poseería la sociedad de tomar, originaria y misteriosamente, la forma psicológica sin pasar por el psiquismo de los individuos concretos sino, al contrario, con el hecho de que la forma psicológica del individuo concreto se proyecta, a su vez, sobre los datos sociales. Hay en esto un conjunto de determinaciones dialécticas recíprocas, donde es muy posible extraviarse si se pierde la brújula del materialismo histórico. Al parecer, suele creerse que el punto de vista de la prioridad radical de las formas sociales del psiquismo y de la conciencia sobre las formas individuales es materialista y marxista por excelencia. En realidad, quien se quede allí no sale del idealismo, por cuanto atribuye a la sociedad como tal forma psicológica, o sea que la psicologiza. Pues bien, si la esencia social de las formas psicológicas es independiente de los individuos, si las superestructuras e ideologías, al igual que las infraestructuras, son en esencia no psicológicas, esto quiere decir precisamente que el hecho de que ellas cobren también forma psicológica no es de origen social. Por paradójico que esto pueda parecer a un materialismo simplista, la idea de que la forma psicológica pasa de los individuos a la sociedad, y no a la inversa, es justamente la que expresa el punto de vista en verdad materialista: en su origen, no hay psiquismo fuera de los individuos concretos sino por medio de estos(...).»12

Precisamente porque Sève pudo reflexionar en este nivel de profundidad sobre el vínculo entre lo social y la personalidad, afirmaba con certeza «Hay un vínculo directo entre el descubrimiento de la esencia humana real, el fundamento científico de la política comunista y la adopción conciente del punto de vista del proletariado.»13

La miseria de las corrientes psicológicas en boga (psicoanálisis, psicología cognitiva-conductual , sistémica, etc.) radica en su negación ideológica hacia el materialismo histórico. Terminan entonces eternizando las particularidades del psiquismo del hombre actual. Manifiestamente, con ello, terminan dando el mismo carácter absoluto a los valores y vicios de la sociedad burguesa y en última instancia, al capitalismo como modo de producción «natural». No pueden, por lo tanto, imaginar, visualizar, un modelo de la evolución de la personalidad. Ante tamaña falencia, y a pesar de los velos ideológicos que aún impiden el desarrollo científico, no es extraño que los aportes de Vigotsky, Luria y Leontiev deban ser hoy reconocidos mal que les pese a los mercaderes de la ciencia. Son esos velos los que impidieron ayer y hoy a esta ciencia seguir el camino que ya en 1930 marcaba Vigotsky siguiendo a Marx, cuando planteaba que «la construcción psicológica completa de los individuos depende directamente del desarrollo de la tecnología -el grado de desarrollo de las fuerzas productivas- y de la estructura del grupo social al que el individuo pertenece.»14

Hoy no basta con hacer estudios económicos o sociopolíticos, es preciso profundizar en la personalidad para describir la fuente de energía que permite al militante resistir y luchar en las más difíciles situaciones. Si hace un siglo, cuando Plejanov escribió «El Papel del Individuo en la Historia» podía describir esa fuerza señalando que «El gran hombre (...) ve más lejos que otros y desea más fuertemente», en la actual etapa del desarrollo del pensamiento marxista es menester profundizar en el significado real de ese desear más fuertemente.

Profundizar en los confines de la personalidad nos permite entrar en una de las últimas fortalezas donde el idealismo erigió su trinchera de ignorancia. Consideramos que la ciencia revolucionaria tiene una potencialidad enorme para profundizar con una metodología contundente en este punto. Un materialismo histórico que pretenda prescindir del rol de la personalidad del individuo en la sociedad es tan metafísico e idealista como el humanismo que toma a la historia como mero escenario de los hombres (o en el caso extremo, como escenario de las «grandes personalidades») y no ve al psiquismo como producto de su tiempo y de su clase. El materialismo histórico como proyecto de investigación queda trunco si no se vincula la evolución social con la del tipo de personalidad que produce cada sociedad, a su vez, este brinda las bases científicas para comprender el tema del ser humano.

Pensar el tema del hombre nuevo requiere de un grado de audacia teórica, de imaginación, para poder salir de la atmósfera cultural que nos impone el capitalismo. Requiere también de la guía epistemológica del marxismo y de los aportes del materialismo histórico, así como de un modelo científico de la personalidad.


* Nos hemos referido más profundamente al tema del individuo y la sociedad en el artículo "La Sexta Tesis sobre Feuerbach y la concepción marxista del hombre." Publicado en Revista Sexta Tesis Nº 2 y en el sitio web www.6tesis.com.ar.

** El humanismo filosófico especulativo niega el rol determinante del conjunto de las relaciones sociales en la conformación del psiquismo humano. Por lo tanto, desde este humanismo, el lugar de la investigación científica es ocupado por la invención de categorías ahistóricas e inherentes al individuo aislado que explican el devenir de la personalidad.

*** La Sexta Tesis sobre Feuerbach expresa que "La esencia del hombre no es ninguna abstracción inherente al individuo aislado. En su realidad es el conjunto de las relaciones sociales."

La personalidad

Para comprender el complejo funcionamiento de la personalidad explicaremos brevemente cómo surge y cuáles son sus características.

La personalidad es un producto esencialmente histórico social: «La personalidad, no es de ningún modo precedente con relación a la actividad que (el ser humano) realice, al igual que la conciencia humana, la personalidad es generada por la actividad. La investigación del proceso de génesis y transformación de la personalidad del hombre en su actividad, que transcurre ante condiciones sociales concretas, es asimismo el quid para su comprensión psicológica científica.» 15

En primer lugar es necesario remarcar, que al hablar de las condiciones de existencia concretas en las que se crea la personalidad humana, no sólo hacemos alusión a su carácter histórico, sino también a su origen, que se ancla en la realidad objetiva. Es importante, para desterrar toda concepción idealista de la personalidad, que nos quede más que clara la idea de la terrenalidad de la personalidad. La psiquis humana es la imagen subjetiva o reflejo psíquico de la realidad objetiva. Ahora bien, si el acerbo cultural es la fuente del desarrollo de la personalidad, el cerebro es su base material.

La psicología es una ciencia joven, en la que aun persisten escuelas de pensamiento, algunas con base científica y otras no tanto. Estas últimas son mayormente de raigambre religiosa o moral, cargadas de idealismo.

Con respecto al estudio psicológico de la conciencia y la personalidad, han primado esencialmente dos posturas, que fueron criticadas por el psicólogo soviético Alexei Leontiev, quien las ha superado ampliamente.

Una de estas visiones, considera a la psiquis humana surgida a partir de la influencia del medio sobre los sistemas receptores del sujeto, que provocan fenómenos de respuesta, objetivos y subjetivos; en otras palabras, se reciben estímulos del mundo y hay una respuesta del sujeto. La otra postura ve al sujeto como el portador de un alma innata que ejerce su influencia sobre el mundo.

La respuesta, como vimos, se aclara al introducir la categoría de actividad: «La conciencia -plantea Leontiev- está determinada por la unidad cotidiana social de las personas, que de acuerdo con la definición de Marx y Engels, no es algo distinto al proceso real de su vida.

¿Pero, qué es la vida humana? Es un conjunto, o más precisamente, es un sistema de actividades que se sustituyen unas a otras.

En la actividad tiene lugar la transición del objeto a su forma subjetiva, a la imagen; además, en la actividad se produce el paso de la actividad a sus resultados objetivos, a sus productos. La actividad tomada desde este aspecto actúa como un proceso en el cual tienen lugar los pasos de transición mutuos entre los polos ‘sujeto-objeto’. ‘En la producción se objetiva la personalidad; en el consumo se objetiva el objeto’.»16

Por consiguiente, en la actividad concreta del sujeto con los objetos o con otros sujetos, el hombre se transforma y transforma al mundo. La actividad es la responsable de la formación de la conciencia y la personalidad.

Desde el punto de vista evolutivo (filogénesis de la personalidad), cabe destacar el papel singular y determinante ejercido por dos actividades humanas por excelencia: el trabajo y el lenguaje.

La actividad es además la responsable de la similitud y diversidad interpersonal. Similitud porque la actividad del individuo humano es un sistema incluido dentro de otro, el de las relaciones de la sociedad, al margen de las cuales esa actividad no existe en absoluto, esto imprime ciertas características culturales y regionales. Diversidad por la imposibilidad de que dos personas tengan exactamente la misma experiencia de vida. Evidentemente, en la sociedad dividida en clases, estas diferencias están terriblemente exacerbadas.

Veámoslo con algunos ejemplos:

Carlos hijo de un alto empresario, desconoce el hambre, fue a los mejores colegios, hereda la empresa de su padre, pierde el sueño si no tiene el último modelo de BMW, sin embargo no le tiembla el pulso a la hora de despedir a obreros de su fábrica.

Juan hijo de un changarín, sufrió desnutrición infantil, su rendimiento escolar fue muy bajo porque le quedaron secuelas cognitivas, sumadas a su baja talla, repitió de grado y no terminó la primaria, comenzó a inhalar pegamento en el colegio junto a algunos de sus compañeros, fue violado en un instituto de menores, murió en la calle luego de una situación muy confusa.

Claro está que estos son tan solo dos ejemplos ilustrativos que no pretenden agotar la enorme posibilidad de destinos de la vida, pero que ponen en claro el grado de ceguera de los psicologismos innatistas.

Por consiguiente, la base real de la personalidad del hombre es el conjunto de sus relaciones con el mundo, que se realizan a través del conjunto de sus diversas actividades. Las actividades del sujeto son las unidades de las que parte el análisis psicológico de la personalidad.

La actividad se define como el proceso que es estimulado y orientado por un motivo, en el que se ha objetivado una necesidad. Definir acabadamente los conceptos de necesidad y motivación, es de fundamental importancia para dar por tierra con concepciones hedonistas o deterministas, que hablan de la «naturaleza humana» en términos tales como: El hombre nace egoísta, el hombre busca el puro placer, el hombre está dominado por pulsiones sexuales.

La necesidad por entero humana, no se limita a ninguna «herencia genética» o «impulso espiritual», sino que se gesta en la actividad social: «Es verdad que el camino general que recorre el desarrollo de las necesidades humanas comienza a partir de que el hombre actúa para satisfacer sus necesidades elementales, vitales; pero más adelante esta relación se invierte y el hombre satisface sus necesidades vitales para actuar. Este es el camino esencial del desarrollo de las necesidades del hombre. Pero este camino no puede ser directamente inferido del movimiento de las propias necesidades porque en él está implícito el desarrollo del contenido objetivo de aquéllas, es decir, de los motivos concretos de la actividad del hombre».17

Como vemos, el estudio de las necesidades nos lleva al estudio de los motivos de la actividad, que son su contenido objetal. Los motivos, presentan básicamente dos propiedades: impulsan la actividad y le otorgan lo que se denomina un sentido personal. Los sentidos personales son las valoraciones que el sujeto le va asignando a las significaciones sociales, que son aquellos conceptos objetivos, que se estabilizan en el devenir histórico. Veamos un caso: todos conocemos qué es un Hospital desde el aspecto conceptual, pero dependerá de la experiencia personal que tengamos, para que en algunos despierte sentimientos positivos, por ejemplo, si nos recuerda el nacimiento de un hijo, o negativos si en él perdimos a un querido familiar.

Volviendo a los motivos, cuando en el individuo se gesta su estructura, no todos presentan la misma importancia: unos a la vez que impulsan la actividad le otorgan un fuerte sentido personal, estos se llaman motivos dadores de sentido, mientras que otros carecen de esta función significadora y se denominan motivos-estímulos.

Debido a la complejidad y diversidad de las relaciones humanas con el mundo, surgen múltiples motivos que coexisten en la personalidad, pero aquellos que generan un fuerte sentido personal siempre ocupan un sitio jerárquico más elevado. Es decir que a partir de las circunstancias concretas de vida, cuando mayor sea la valoración que un sujeto le asigne a un motivo, mayor será el sentido personal que adquirirá su realización exitosa, despertará mayor repercusión emocional, será más motivadora, tendrá mayor importancia toda actividad que facilite o frustre su éxito.

La formación de la personalidad presupone la estructuración de una configuración relativamente estable de las principales líneas motivacionales jerarquizadas entre sí, estableciéndose un sistema armónico de sentidos personales. Pero dicha estructuración lejos de ser estática, refleja la dinámica de la actividad misma, motivos que ocupan un lugar subordinante de otros, pueden descender a la posición de subordinados o incluso pueden perder por completo su función generadora de sentido.

Una nota de la Revista «Resistencia», de las FARC-EP, que reproducimos a continuación, ilustra claramente la dinámica entre actividad, necesidad, motivación y objetivos, en la formación de la personalidad de un revolucionario, que se plasman en una determinada forma de sentir de pensar y de actuar:

«¿Por qué ingresó a la guerrilla?

Esta es una de las preguntas más comunes que se hace a guerrilleros y guerrilleras de las FARC-EP por la prensa nacional o extranjera, por amigos, por políticos o por los servicios de inteligencia en extenuantes interrogatorios cuando se cae en manos del enemigo. Y la respuesta aparentemente es obvia, resumiendo, pues por el pueblo.

No es así. No es precisamente lo común en tod@s, porque son muchos los motivos que hacen que una persona decida dar toda su vida, sus aspiraciones, sus sueños e ilusiones a una causa tan general, tan común, pero tan noble y humana como la revolución para cambiar el sistema económico cruel e infame en el que vivimos. Lo que sí es común en todos es la admiración por la justeza de los objetivos de la lucha.

Jenny ingresó porque le gustaba ver a las guerrilleras uniformadas que inspiraban en los hombres de su región respeto, ese respeto que no sentía en su entorno familiar, ni en la escuela. Ellos comentaban: «esa mujer sí vale, mire cómo explica de bien el por qué está en esa lucha, por qué debemos luchar los del sindicato..., ésa sí.»

Y cuando entra una columna de guerriller@s a los pueblos, el comentario general es de admiración porque esos jóvenes se incorporan a la lucha en nombre de su pueblo, para que l@s niñ@s puedan comer bien, tener acceso a la salud y educación, jugar, bailar y vivir como tal y no trabajar desde los 4 años. Por este motivo ingresó Juliana.

Y Jorge, ese flacuchento alegre, trabajador y cantante, ingresó porque quería cantar y hacer reír a l@s colombian@s pero dentro de un país más justo. No sabía cómo era la guerrilla, sólo escuchaba en la radio de su casa que era mala, que mataba, que secuestraba, que violaba el Derecho Internacional Humanitario ( DIH ) etc. Pero él veía que cuando las guerilleras y guerrilleros llegaban a los pueblos, a las casas, la gente los recibía con cariño. Entendía que una cosa es el miedo y otra el afecto. Y fue afecto lo que aprendió a sentir, este músico improvisado quien nunca tuvo oportunidad de ir al conservatorio de música a pulir su talento. No sentía miedo sino respeto y aprecio y quería compartir con esa gente porque entendía lo que explicaban.

Hernando ingresó porque pensaba que siendo guerrillero de las FARC-EP podía tener más presencia entre las mujeres de su pueblo, luego, en filas, vio que la cosa era más complicada, que había que dejar tanto vicio, que había que estudiar, aprender a leer y escribir, conocer el mundo y la misma Colombia por medio de los libros, las charlas de camaradas y el contacto con el pueblo, que la vida es mucho más que posar. Ahora vive feliz porque aprendió a ser un revolucionario.

Hoy estas personas dejaron de ser simples seres, de observar la vida pasar, ahora la viven, trabajan y cada uno aporta lo mejor para sacar adelante la liberación de nuestro pueblo, para construir la sociedad que nos merecemos, inspirados en el ideario bolivariano, en el marxismo, en el leninismo, en la teoría fariana arrancada de nuestra práctica. No importa el sexo, la edad, la raza, la religión, el tamaño. Bonit@s o fe@s.»18

Como vemos aquí, estos ejemplos nos muestran claramente lo dinámico que son los cambios motivacionales y de cómo la actividad va moldeando la personalidad. Para finalizar transcribimos una cita de Leontiev donde claramente define a la personalidad en el marco de la sociedad dividida en clases: "La estructura de una personalidad es una configuración relativamente estable de las principales líneas motivacionales, jerarquizadas dentro de sí. Se trata de que es incompleto describirla como ‘orientación de la personalidad’, y es incompleto porque, incluso cuando existe en el hombre una clara línea rectora de la vida, ella no puede mantenerse como única. El servir al fin elegido, a un ideal, no excluye ni absorbe en absoluto otras relaciones vitales del hombre, las que, a su vez, forman motivos generadores de sentido. Hablando metafóricamente, la esfera motivacional de la personalidad siempre posee una pluralidad de cimas, lo mismo que el sistema objetivo de conceptos axiológicos que caracteriza la ideología de una sociedad, de una clase dada, de una capa social que se comunica y es asimilado (o rechazado) por el hombre.

Las correlaciones internas de las líneas motivacionales dentro del conjunto de las actividades del hombre forman algo así como un ‘perfil psicológico’ general de personalidad. A veces este se conforma caracterizándose por su chatura, por su carencia de verdaderas cimas, entonces es cuando el hombre toma lo pequeño que hay en la vida por grandioso, en tanto que ni siquiera ve lo grande. Esa pobreza de la personalidad puede, en determinadas condiciones sociales, combinarse con la satisfacción de un conjunto desmedidamente amplio de necesidades cotidianas. En esto, dicho sea de paso, consiste la amenaza psicológica que entraña la moderna sociedad de consumo para la personalidad del hombre."19



1. Antidühring. Engels. Ed. Cartago. Vª Ed. Pág. 73. Seguir

2. Engels. G. Mayer. Ed. Intermundo. Págs. 161/162. Seguir

3. Tras las Huellas del Materialismo Histórico. Perry Anderson. Ed. Siglo XXI. Págs. 36 - 37.Seguir

4. El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce. Ed. Nueva Visión. Págs. 18 y 19.Seguir

5. La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo. Lenin. OO.EE. en 4 Tomos. Tomo IV. Ed. Problemas. Pág. 403. Seguir

6. El materialismo histórico... Pág. 106. Seguir

7. La enfermedad infantil... Lenin. OO.EE. en 4 Tomos. Ed. Problemas. Tomo IV. Págs. 325/326. Seguir

8. El materialismo histórico... Pág. 10. Seguir

9. Cit. en El problema del Inconciente. Filipp Bassin. Ed. Granica, 1972. Pág. 262. Siguiendo esta definición de Leontiev, para referirnos al psiquismo en su grado de desarrollo actual usaremos la expresión hombre de las sociedades divididas en clases, en contraposición al hombre nuevo. Seguir

10. Marxismo y Teoría de la Personalidad. Lucien Sève. Ed. Amorrortu. Pág. 148 Seguir

11. OO.EE. de Lev. Semionovich Vigotsky. Tomo I. Ed. Visor. Pág. 19 Seguir

12. Marxismo... Lucien Sève. Págs. 237/238. Seguir

13. Idem Pág. 358. Seguir

14. La modificación socialista del hombre. Artículo publicado en «La Genialidad y otros textos inéditos». Lev Vigotsky Ed. Almagesto. Pág. 110. Seguir

15. Actividad... Pág. 142. Seguir

16. Idem Pág. 65. Seguir

17. Idem Pág. 160. Seguir

18. Revista digital «Resistencia Internacional» No. 25 del 5/12/00. Página oficial de FARC-EP. Seguir

19. Actividad... Pág. 181. Seguir

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