domingo, abril 22, 2007

Celia.

LA HABANA, diciembre de 1956.- Cuando ella era niña llevaba el oriente en el alma, el sonido del mar y el dolor de su gente. Región de la isla marcada por la rebeldía, la suya, lleva en la memoria de todos la magia de Hatuey, aquel cacique que se hizo luz en la playa y en la montaña, y hoy cuando la noche no grita con la voz del trueno, ni silba el viento de los huracanes, ni llora la lluvia del diluvio, surca el cielo clareando las estrellas. También son memoria de ese lugar las luchas de un señor de apellido Martí, región de batallas. Pero su niñez no fue memoria de otros tiempos, sino rostros de una realidad que la golpeaba. En ese entonces, los gobernantes de su país decían que para encontrarse con la vida había que olvidar el sonido del mar y de la magia, hacer de la isla un gran casino para que entre dinero, y dejarse llevar por esa gran nación llamada Estados Unidos.
En ese momento descubrió que si para encontrar "la vida" debía dejar "su vida", ese país llamado Estados Unidos no tenía nada que ver ella, ni con su gente. Con los años, observando los uniformes en las calles y las fichas en las salas de juego, aprendería que la gente de Cuba era pensada en Estados Unidos, que sus vidas se inventaban (o imaginaban) allá, y aquí tenían que vivirlas como allá querían. Viviendo de poco y soñando del aire, sin Hollywood, sin John Wayne ni Búfalo Bill... pero con muchas ruletas en el horizonte. Una vida sin fama ni gloria, pero con mucha pena.
Allá estaba el presidente con más guardaespaldas del mundo, los espías más poderosos y los héroes del cine. Pero ahora esos espías están también acá. Vienen a dar clases acá y en todo lado. Dicen que su tarea es "ayudar" a los cubanos, pero para eso deben cumplir sus órdenes. Cuando Batista se hizo dueño de ministros y suministros, ella se dio cuenta que no solo la vida se dibujaba en Estados Unidos...
Ahora ya pasaron veintidós años de aquel andar, y solo cuatro desde que Fidel Castro y un grupo de cubanos intentaron tomarse el cuartel Moncada. Tiempo que acunó muchos rebeldes y rebeldías.
Ahora ella mira al mar como esperando la llegada de algún barco perdido y encontrado en el Caribe. Ahora ella presiente el amanecer y se prepara para recibirlo, para hacer que el mar se toque con la Sierra Maestra, para que la llegada de ese barquito de papel sea un buen comienzo del futuro.
Ella vuelve a mirar las olas y piensa en la realidad de su país, ese que el transcurso del tiempo le propuso una invariable secuencia de frustraciones. Como que a lo largo de los años, los cubanos han ido acumulando algo así como enfermedades crónicas: las leyes, las armas y el juego venidos del norte; los militares venidos de adentro. Muchos presienten eso, pero presienten también que algo está por empezar en esta pequeña isla.
Algo que la tendrá como protagonista importante. Ahora Norma piensa en el hoy, aunque es el mañana el que la acaricia: la Sierra en el corazón, el amor en cada rama y en cada bala, el fin de año del 58, la entrada en La Habana, los primeros años de cambiar todo y construir mucho. Ahora ella se preocupa porque el mar viene solo con sus ondas, porque nadie llega escalando la bravura, porque el barco no aparece en esta orilla. Ahora ella se encomienda a Santa Bárbara, como lo hace diariamente toda su gente y espera... Sabe que ellos llegarán...
Celia Sánchez. Nació en 1920 en un pueblo del oriente cubano. Desde joven tuvo gran ascendencia sobre la gente y fue muy querida en su región. En diciembre de 1956 cumplió un papel fundamental en el apoyo a los rebeldes que llegaron a Cuba en el Granma, para iniciar la lucha contra la dictadura de Batista. Fue la primera mujer que integró el ejército revolucionario como combatiente y secretaria de Fidel Castro, utilizando el apodo de "Norma". Se encargó de guardar un sin fin de documentos con los que más tarde se iniciaría el Archivo Histórico de la Revolución. Después del triunfo de la revolución, el 1 de enero de 1959 cumplió un papel importante en el fomento de la participación ciudadana en el nuevo gobierno. Es voz corrida en Cuba, que en la obras más importantes de los primeros años del gobierno, tuvo algo que ver Celia Sánchez. Por otra parte, para la mayoría de los cubanos, fue la compañera de Fidel Castro durante muchos años, aunque eso oficialmente nunca hubiera sido aceptado.

Kintto Lucas*

*Escritor y periodista uruguayo radicado en Ecuador. Esta semblanza pertenece al libro Mujeres del siglo XX, Editorial Abya Yala, Quito 1997.

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