domingo, mayo 07, 2006

El origen de los judíos.

Introducción

Recientemente, el primer ministro malayo, Mahatir Mohamed, declaró: "Hoy los judíos gobiernan este mundo por poderes. Consiguen que otros luchen y mueran por ellos". Esta es una expresión clara de antisemitismo. Por toda Europa estamos viendo no sólo violencia verbal antijudía, sino también ataques físicos. Un informe del Comité Jurídico de Derechos Humanos, publicado el año pasado y titulado Fuego y cristales rotos, describe los asaltos a judíos y población presumiblemente judía en Europa. Los atacantes gritaron consignas racistas, apedrearon a escolares y a fieles y rabinos que asistían a los servicios religiosos. Casas, escuelas y sinagogas judías fueron incendiadas. Se rompieron ventanas y se profanaron cementerios. Hubo ataques con cócteles molotov contra estudiantes, sinagogas, escuelas y casas judías francesas. En Marsella incendiaron una sinagoga y en París hubo agresiones a manos de encapuchados. Según la policía, en esta ciudad hubo diariamente cerca de una docena de incidentes antijudíos durante los meses que siguieron a la Pascua.
En Ucrania, cabezas rapadas atacaron a trabajadores judíos y al director de una escuela judía. En Holanda, los manifestantes portaban esvásticas y fotos de Israel, mientras coreaban "¡Sieg heil!" y "¡judíos al mar!". En Salónica fue destrozado el monumento en memoria del Holocausto. En Eslovaquia se arrojaron bombas incendiarias en los cementerios. En Berlín hubo agresiones a personas y aparecieron esvásticas en monumentos judíos, y en una sinagoga apareció la siguiente pintada: "Seis millones no son suficientes".
Todo esto es una terrible expresión del odio a los judíos, contra el que la clase obrera debe luchar. Demagógicamente, los defensores de los crímenes cometidos por el Estado israelí contra los palestinos están presentando la condena de dichos crímenes como la más peligrosa expresión de antisemitismo. El objetivo de esos nacionalistas judíos de derechas no es luchar contra el antisemitismo, sino justificar la opresión de los palestinos en nombre de la lucha "contra el terrorismo mundial", que otorga al gobierno de EEUU el derecho a ocupar y saquear cualquier país que él considere que apoya al terrorismo.
Para la clase obrera es importante comprender la diferencia entre el horrible antisemitismo y la lucha contra el imperialismo y el colonialismo, incluido el del Estado de Israel. Por esta razón, una breve historia de los judíos y del antisemitismo, incluido el papel del movimiento sionista, es importante.
Contrariamente a la creencia común fomentada por los sacerdotes cristianos y los rabinos judíos, según la cual el antisemitismo está arraigado en la religión judía, en realidad donde está arraigado es en las contradicciones de la sociedad de clases, empezando por la sociedad esclavista. No son las diferentes colecciones de dogmas religiosos las que han estado luchando entre sí durante miles de años, sino los intereses de clases sociales contrapuestas.
Dado que la historia de la humanidad está determinada, en última instancia, por el desarrollo de las fuerzas productivas —las cuales sustentan la superestructura política, las leyes y las ideas—, estamos obligados a buscar las raíces del antisemitismo en el lugar que los judíos han ocupado en las diferentes sociedades, es decir, su papel en los diferentes modos de producción y en las diferentes etapas de la evolución de esas sociedades.

¿Cuál es el origen de los judíos?

Una idea bastante común es que la historia de los judíos comenzó durante la Edad del Bronce Medio (siglo -XVIII), cuando las tribus nómadas hebreas se asentaron en Canaán. Según la tradición judaica, el padre de los judíos fue Abraham, que en aquella época emigró desde el Creciente Fértil, la parte del mundo donde comenzó la civilización humana hace menos de 10.000 años. El Creciente Fértil abarca desde el Nilo hasta el Tigris y el Éufrates, pasando por Israel/Palestina. Hace seis o siete mil años, la sociedad evolucionó desde la caza a la recolección, desde una sociedad que pasaba todo el día buscando comida a otra capaz de domesticar animales. Esto permitió la cría de ganado para obtener alimentos y pieles, y la cosecha de granos.
Cuando esto se produjo, apareció también un excedente de comida. Fue la primera forma de plusvalía, que provocó el aumento de la población y la división del trabajo. La sociedad se empezó a dividir entre los que trabajaban (artesanos, guerreros…) y los que estaban exentos del trabajo (sabios, sacerdotes…). Esto a su vez llevó al desarrollo de las ciudades.
El Creciente Fértil es el resultado de tres grandes ríos, responsables de la fertilidad y del consiguiente atractivo de la región. El Nilo es el río más grande del mundo. Sin él, Egipto sería un desierto. En la antigüedad, el 3 por ciento de Egipto era tierra cultivable y el 97 por ciento, desierto. Los ríos Éufrates y Tigris recorren la histórica región de Mesopotamia, que en griego significa "entre ríos".
Existe cierto debate sobre si la primera civilización apareció en Egipto o en Sumer (sur de Mesopotamia), pero la mayoría de los antropólogos creen que la escritura tuvo su origen en el Creciente Fértil.
La escritura fue un tremendo avance social que permitió a las personas comunicarse mejor y recoger la información necesaria para sus actividades, es decir, para la supervivencia. Comenzó con la pictografía. Por ejemplo, un palote significaba "hombre". Más tarde, los dibujos evolucionaron hacia símbolos más abstractos que representaban sonidos fonéticos, hasta que finalmente se convirtieron en un sistema de tres "letras", cada una de las cuales representaba un sonido y que se combinaban entre sí para formar palabras que expresaban una idea.
En apariencia, la tradición judaica tiene sentido. Pero realmente no sabemos por qué un grupo de personas abandonan Ur Kasdim (la Ur de los caldeos), encontrada por los arqueólogos en el actual Iraq. ¿Por qué abandonan una civilización desarrollada para asentarse en la más atrasada de Canaán? ¿Por qué se establecen en una zona menos fértil, es decir, en Canaán o en las montañas centrales? La mayoría sabemos, por supuesto, que la Biblia no es un libro de historia, sino de teología. Por esta razón estamos dispuestos a razonar que la Biblia, incluida la historia de Abraham, es un intento de demostrar la relación mítica entre los judíos y la Tierra Prometida. Sabemos que, a diferencia de Egipto, que está protegido por un desierto, Mesopotamia no tenía montañas ni desiertos que le sirviesen de defensas naturales, y que su fértil tierra era muy apetecible. Era una gigantesca llanura donde confluían las grandes corrientes migratorias de todos los pueblos antiguos. Cualquier conquistador proveniente de Asia o de Europa pasaba por allí. Por esta razón estamos dispuestos a aceptar la posibilidad de que los hebreos se convirtieron en nómadas después de escapar de Mesopotamia para salvar sus vidas.
¿Y si esta epopeya es sólo un mito?
La versión judía de su propia historia nos dice que el próximo capítulo importante es el éxodo de los esclavos hebreos desde Egipto.
En el año -1440, Egipto estaba gobernado por el faraón Amenofis II. La primera mención a los hapiru se encuentra en los textos egipcios. Algunos consideran que el término se aplicaba a los hebreos. Sin embargo, la palabra no significa "nómadas", sino "indeseables", y se usaba para definir a diferentes grupos sociales que no eran del agrado de los gobernantes egipcios. "Hebreo", como palabra para describir a gente que vivía en Egipto, no ha aparecido ni siquiera una vez en los hallazgos arqueológicos.
En -1365 llegó al poder Amenofis IV (Akenatón), que intentó infructuosamente promover una forma de culto monoteísta, con Ra (el sol) como dios creador. Si Moisés fuese una figura histórica real, la Biblia indica que esta época podría ser la de su nacimiento. Pero nuevamente en los restos arqueológicos no aparece ninguna mención a una rebelión y huida masiva de esclavos.
¿Es posible, entonces, que un grupo de esclavos cananeos escapara de Egipto en ese período y se fuera a Canaán? Sabemos que en Egipto había esclavos cananeos (la palabra egipcia para cananeo también significaba esclavo) y también que algunos escaparon. Pero, ¿es plausible que un grupo de esos esclavos huidos fuera el grupo original del "Éxodo" y que su historia se convirtiera en la historia bíblica?
Un experto en la cuestión ha escrito: "Oscura e incierta como es la historia hebrea de la época de los patriarcas, no cabe duda de que la migración desde Egipto aproximadamente en -1250 es el acontecimiento más importante de la historia hebrea. Más que cualquier otro hecho histórico, este acontecimiento dio a los hebreos una identidad, una nación, un fundador y un nombre, utilizados por primera vez en la primera línea del Éxodo, el relato bíblico de la migración: bene yisrael ('los hijos de Israel')" (Richard Hooker, World civilization, web de la Washington State University).
Por supuesto, estos eruditos son conscientes de que no hay ninguna evidencia de sus afirmaciones. El propio Richard Hooker escribe unos renglones después: "¿Cómo ocurrió esto? ¿Cómo estos diversos grupos tribales que adoraban a un dios al que llamaban Dios, de repente forman un grupo nacional más o menos unificado? ¿Qué ocurrió en Egipto que no ocurrió con otros extranjeros que vivían allí? Realmente no podemos responder a esta pregunta porque no tenemos ningún registro de los hebreos en Egipto, ni siquiera en la historia hebrea. A pesar de la gran trascendencia que, para los hebreos, tuvieron los acontecimientos de la migración y la naturaleza dramática de la liberación, incluidas las plagas y las catástrofes que asolaron Egipto, parece que los egipcios no repararon en ello e incluso que ni siquiera sabían que vivían en su país. Disponemos de varios registros egipcios sobre grupos extranjeros durante el Nuevo Reino, pero son registros de grupos expulsados por los egipcios por sentirlos como una amenaza o por su excesivo poder. Los hebreos no aparecen nunca en estos registros, ni ninguno de los acontecimientos relatados por la historia hebrea" (Richard Hooker, op. cit.).
Según la Biblia, Moisés sacó a los hebreos de Egipto, que durante cuarenta años deambularon por el desierto hasta que, finalmente, llegaron a la tierra prometida de Canaán (Palestina). Moisés murió antes de entrar en ella y Josué se convirtió en el siguiente patriarca, un líder brillante que derribó las murallas de Jericó. Los registros arqueológicos nos dicen que en el siglo -XIII, el momento histórico al que se refiere la Biblia, Jericó no tenía murallas. No sólo esto, sino que muchos documentos de la Edad del Bronce Tardío (-1550 a -1150) nos proporcionan informes detallados de que los egipcios, que en ese momento eran muy poderosos, gobernaban Canaán como una colonia y no permitirían que unos hapiru la conquistaran sin una lucha importante, y por supuesto nada se ha encontrado en Egipto sobre tal acontecimiento.
¿Y qué pasa si todo es un mito creado mucho más tarde?
Es evidente que la historia narrada en la Biblia acerca de la victoria de los hebreos sobre los cananeos y su posterior asentamiento en el territorio no es cierta. De hecho, existen pruebas de que, en realidad, los hebreos vivieron en la región montañosa del centro del país y en algunos lugares cercanos al valle del río Jordán, intentando defenderse de los cananeos y de los poderosos filisteos, algunos de los cuales poseían carros y guerreros pertrechados con armas de hierro, frente a las cuales poco podían hacer.
La Biblia nos habla de los grandes reyes de la casa de David. Nos dice que Salomón creó el gobierno central hebreo más rico y poderoso jamás visto, y que lo hizo a un coste extremadamente alto. La tierra proporcionaba lo suficiente como para pagar sus extravagancias, y la población estaba sujeta a trabajos forzados en Tiro, al norte.
Sin embargo, esta historia es imposible. El sur de las montañas (Judá, donde gobernaron los reyes David y Salomón) estaba mucho menos desarrollado que el norte, donde se encontraba Shomrón, la capital del reino de Israel. De haberse unido ambos reinos en el siglo -X, como nos cuentan, habría sido bajo la égida de Israel, no bajo la de la más atrasada Judá.
Sabemos que el rey David fue un personaje real. En 1993 se descubrió en Dan una tumba con una lápida en arameo que relata la historia de un rey arameo que derrotó a los reyes de la casa de David.
Pero aunque hay evidencias de la existencia del rey David, la historia de su gran reino es claramente un mito. De manera similar, sabemos que existió el rey Salomón. Sin embargo, él no pudo ser el constructor de un gran templo para el dios judío. Incluso la Biblia nos dice algo muy diferente: que Salomón no adoraba sólo a Yahvé, sino a muchos otros dioses. Así que el monoteísmo no era la ideología común ni siquiera en los tiempos del rey Salomón. A lo que parece, en esa época Yahvé era un dios más entre muchos otros:
Empero el rey Salomón amó, además de la hija de Faraón, muchas mujeres extranjeras: a las de Moab, a las de Ammón, a las de Idumea, a las de Sidón, y a las Hetheas;
Gentes de las cuales Yahvé había dicho a los hijos de Israel: No entraréis a ellas, ni ellas entrarán a vosotros; porque ciertamente harán inclinar vuestros corazones tras sus dioses. A éstas, pues, se juntó Salomón con amor.
Y tuvo setecientas mujeres reinas, y trescientas concubinas; y sus mujeres torcieron su corazón.
Y ya que Salomón era viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos; y su corazón no era perfecto con Yahvé su Dios, como el corazón de su padre David.
Porque Salomón siguió a Astaroth, diosa de los sidonios, y a Milcom, abominación de los ammonitas. (Primer Libro de los Reyes, 11, 1-6).
No sólo esto, también la historia de que los judíos fueron monoteístas desde el siglo -XIII o incluso el -XVIII no se sostiene. La Biblia está llena de referencias a que los hebreos adoraban a otros dioses, como El (Saturno), Júpiter y Astarté (Venus). Mencionaremos sólo unos cuantos.
La historia de un carnero en el sacrificio de Isaac señala a Júpiter. El carnero era el animal que representaba a ese planeta. Debemos tener en cuenta que el nombre del sumo sacerdote de Jerusalén en la época del patriarca Abraham, Melquisedec, indica que el principal culto de la ciudad era al planeta Júpiter (Sedek, en hebreo). Melquisedec significa "Júpiter es mi señor (rey)". Muchos de los salmos reflejan ideas que se encuentran en la religión astral. Los salmos del Hallel podrían haber sido adoptados de la adoración "pagana" al lucero del alba (Venus). Las visiones del Señor atravesando el cielo con rayos saliendo de su cuerpo, como en el libro del profeta Habacuc, no son monoteístas. Estos pasajes, como los pasajes de la Torá que nos hablan de los sacrificios a un Ser Supremo, contradicen la creencia de que los judíos eran monoteístas.
En realidad, ni el monoteísmo ni el panteísmo (muchos dioses con un dios central, como creían los griegos) pudieron surgir antes del período en que el desarrollo de las fuerzas productivas permitió la aparición de ciudades-estado, reinos e imperios. En el siglo -XIII encontramos rastros de los hebreos en Canaán, pero no existía un centro o ciudad para la adoración de Yahvé, al igual que no existía un gobierno central en forma de reino; cada tribu tenía sus propios dioses. Esto es de conocimiento general incluso entre los historiadores de esa época:
"Los propios hebreos, sin embargo, no parecen haberse asentado confortablemente en la religión de Yahvé. Según la historia hebrea, los hebreos abandonan regularmente la religión de Yahvé por cultos locales, particularmente los cultos cananeos. La religión cananea se centraba en el dios Baal, y los hebreos con frecuencia desmantelaban sus altares a Yahvé y construían altares a Baal. Aquellos hebreos que se establecieron en las ciudades cananeas desaparecieron literalmente en la religión cananea; la religión de Yahvé parece haberse mantenido principalmente entre los grupos nómadas de las montañas del país" (Ibíd.)

¿Desde dónde y cuándo llegaron los judíos a Canaán?

Los eruditos han debatido durante muchos años esta cuestión. Sin embargo, no es sólo una pregunta tendenciosa, sino engañosa.
Los arqueólogos que aceptaron la historia de la ocupación de Canaán por Josué intentaron descubrir restos de la cultura hebrea en las ruinas de las ciudades de Jericó, Biet El, Lachish y Hatzor. Encontraron muchas cosas interesantes de ese período, pero nada relacionado con los primeros israelitas. Esas ciudades están localizadas a lo largo de la costa y en los ricos valles, lejos de las montañas boscosas donde ellos residían, entre el valle de Israel y el de Beersheba, un territorio bajo ocupación israelí desde 1967. Aquí los arqueólogos encontraron los restos de muchas aldeas.
Estas aldeas son mucho más primitivas que las ciudades cananeas. No aparecieron palacios ni joyas refinadas, pero sí muestras de una cerámica muy basta. Estas aldeas indican una etapa del desarrollo social intermedia entre la cría de ovejas y la agricultura, el inicio de asentamientos permanentes que pueden volver a la cría de ovejas durante las malas cosechas.
Estas personas tenían también sus creencias religiosas. Sin embargo, Yahvé no pudo ser un dios traído por Abraham desde Ur. Según la historia bíblica, Moisés empezó a adorar a Yahvé en el Sinaí, tras la huida de Egipto. Tampoco puede haber sido el mismo dios de los últimos reyes hebreos. Yahvé sólo puede haber sido un dios local, uno entre otros muchos.
Este dios del siglo -XIII era antimonárquico. Según cuentan los libros primero y segundo de Samuel, los hebreos se acercaron a Samuel, el "juez" de Israel, y le exigieron un rey. El relato deja claro que tanto Samuel como Yahvé consideraron el deseo de un rey como un acto de desobediencia a Yahvé; el pueblo hebreo, según Samuel, sufriría enormemente por esa desobediencia. El conflicto entre Yahvé y los monarcas hebreos nos trae a la mente otro acontecimiento similar que tuvo lugar en Egipto, el del faraón Akenatón, que inició el culto a Ra como dios principal y fue por ello asesinado por los sacerdotes.

¿De dónde tomaron los hebreos su mitología?

Los elementos mitológicos que encontramos en la Biblia son parte de la mitología de toda la región. Además, debemos señalar otro descubrimiento interesante. La oleada de nómadas que se hicieron sedentarios en el siglo -XIII no fue la primera ola de este tipo, sino la tercera.
La primera fue en la Edad del Bronce Antiguo (-3500 a -2200 ) y terminó en torno al año -2100, cuando los colonos reanudaron la vida nómada. La segunda tuvo lugar durante la Edad del Bronce Medio (-2000 a -1550) y terminó después de una crisis en la Edad del Bronce Tardío (-1550 a -1150). Esta pauta, contrariamente a lo que relata la Biblia (que intenta dar la impresión de que los hebreos destruyeron las ciudades cananeas), indica que los colonos hebreos dependían de dichas ciudades, por lo que durante la crisis de éstas volvieron a convertirse en nómadas. Es posible que la última oleada de colonos cananeos, que acabaría por convertirse en los hebreos, tomara sus mitos de las dos oleadas anteriores.
Yahvé se convierte en el único soberano
Este conflicto, que finalmente llevó a la victoria de los reyes sobre la casta sacerdotal, formaría la base de un gran cambio en la naturaleza de la religión hebrea.
Más tarde, en los siglos -VIII y -VII, los últimos reyes de ambos reinos hebreos —Israel y Judá— se dieron cuenta de que el desarrollo histórico de los grandes imperios iba en contra de la independencia de los pequeños estados. La sociedad esclavista, como otras sociedades de la historia, sufría una importante contradicción. La economía se expandía y se convertía en una economía regional, pero la existencia de pequeños estados bloqueaba esa expansión. Cada imperio intentaba controlar toda la economía conocida. Para poder llevar a cabo esta tarea, los pequeños estados tenían que ser convertidos en colonias. Este proceso no alcanzaría su punto culminante hasta el Imperio Romano, que no sólo sería la etapa superior del modo de producción esclavista, sino también su etapa final.
En -722, el reino de Israel fue derrotado por Asiria, y muchos de sus habitantes fueron obligados a trasladarse a otras partes de su imperio. Al mismo tiempo, repoblaron con asirios el territorio conquistado. Los nuevos pobladores fueron los samaritanos. Esta nueva población de Samaria se adaptó a las condiciones locales. La prueba de ello es que, al principio, adoraban a Yahvé y a otros dioses, pero en un par de siglos se convertirían en adoradores exclusivamente de Yahvé. Esto causó un gran cisma en la religión de Yahvé entre los samaritanos y los judíos, que cambiaron algunos aspectos de sus creencias religiosas.
Los israelitas expatriados desaparecieron permanentemente de la historia y son conocidos como "las diez tribus perdidas de Israel". La razón no es difícil de entender. Los asirios no los trasladaron a un solo lugar, sino que los desperdigaron en pequeños grupos por todo el Oriente Medio. Eran campesinos que se integraron fácilmente en otras culturas.
La advertencia estaba clara para los gobernantes de Judá: la falta de un estado centralizado fuerte había ayudado a que los asirios conquistasen el reino israelita con sus muchos dioses.
Yahvé cambiaría su perspectiva política. El dios antimonárquico de la época de Samuel se tendría que convertir en el dios de una monarquía fuerte. Sin embargo, contrariamente a lo que relata la Biblia, esto no ocurrió bajo David o Salomón, sino trescientos años después. Fue quinientos años más tarde de que Dios supuestamente hablara a Moisés, al escribirse la Biblia en el siglo -VII, cuando Yahvé se convirtió en el jefe y dios único de los hebreos de Judá. La Biblia también se reelaboró en esa época para explicar la mitología judía desde el punto de vista ideológico de los sacerdotes monárquicos de Judá. Estos sacerdotes pretendían que había existido un reino unido de la casa de David, para así justificar un intento de organizar tal reino.
En -701, el rey asirio Senaquerib le arrebató territorios a Judá, y los judaítas habrían sufrido el destino de los israelitas de no haber sido porque en -625 los babilonios, bajo Nabopolassar, reafirmaron su control de Mesopotamia, creándose un vacío de poder. Josías, el rey judaíta, intentó extender su territorio aprovechando ese vacío, y en su intento de crear un poder central fuerte se armó con la ideología del único y supremo Dios, lo que condujo al monoteísmo y al tema fundamental de la Biblia: o adoráis a un solo Dios, o seréis castigados y exiliados.
La Biblia nos dice que Josías redescubrió el libro de las leyes de Moisés y destruyó los demás cultos. Así, hizo lo correcto a los ojos de Dios:
Y a los dieciocho años del rey Josías, fue que envió el rey a Saphán hijo de Azalía, hijo de Mesullam, escriba, a la casa de Yahvé, diciendo:
(…)
Entonces dijo el sumo sacerdote Hilcías a Saphán escriba: El libro de la ley he hallado en la casa de Yahvé. E Hilcías dio el libro a Saphán, y leyólo.
Viniendo luego Saphán escriba al rey, dio al rey la respuesta, y dijo: Tus siervos han juntado el dinero que se halló en el templo, y lo han entregado en poder de los que hacen la obra, que tienen cargo de la casa de Yahvé.
Asimismo Saphán escriba declaró al rey, diciendo: Hilcías el sacerdote me ha dado un libro. Y leyólo Saphán delante del rey.
Y cuando el rey hubo oído las palabras del libro de la ley, rasgó sus vestidos.
Luego mandó el rey a Hilcías el sacerdote, y a Ahicam hijo de Saphán, y a Achbor hijo de Michaía, y a Saphán escriba, y a Asaía siervo del rey, diciendo:
Id, y preguntad a Yahvé por mí, y por el pueblo, y por todo Judá, acerca de las palabras de este libro que se ha hallado: porque grande ira de Yahvé es la que ha sido encendida contra nosotros, por cuanto nuestros padres no escucharon las palabras de este libro, para hacer conforme a todo lo que nos fue escrito. (Segundo Libro de los Reyes, 22, 3, 8-13).
Entonces el rey envió, y juntaron a él todos los ancianos de Judá y de Jerusalén.
Y subió el rey a la casa de Yahvé con todos los varones de Judá, y con todos los moradores de Jerusalén, con los sacerdotes y profetas y con todo el pueblo, desde el más pequeño hasta el más viejo; y leyó, oyéndolo ellos, todas las palabras del libro del pacto que había sido hallado en la casa de Yahvé.
Y poniéndose el rey en pie junto a la columna, hizo alianza delante de Yahvé, de que irían en pos de Yahvé, y guardarían sus mandamientos, y sus testimonios, y sus estatutos, con todo el corazón y con toda el alma, y que cumplirían las palabras de la alianza que estaban escritas en aquel libro. Y todo el pueblo confirmó el pacto.
Entonces mandó el rey al sumo sacerdote Hilcías, y a los sacerdotes de segundo orden, y a los guardianes de la puerta, que sacasen del templo de Yahvé todos los vasos que habían sido hechos para Baal, y para el bosque, y para todo el ejército del cielo; y quemólos fuera de Jerusalén en el campo de Cedrón, e hizo llevar las cenizas de ellos a Beth-el.
Y quitó á los camoreos, que habían puesto los reyes de Judá para que quemasen perfumes en los altos en las ciudades de Judá, y en los alrededores de Jerusalén; y asimismo a los que quemaban perfumes a Baal, al sol y a la luna, y a los signos, y a todo el ejército del cielo.
Hizo también sacar el bosque fuera de la casa de Yahvé, fuera de ejército, al torrente de Cedrón, y quemólo en el torrente de Cedrón, y tornólo en polvo, y echó el polvo de él sobre los sepulcros de los hijos del pueblo.
Además derribó las casas de los sodomitas que estaban en la casa de Yahvé, en las cuales tejían las mujeres pabellones para el bosque.
E hizo venir todos los sacerdotes de las ciudades de Judá, y profanó los altos donde los sacerdotes quemaban perfumes, desde Gabaa hasta Beersheba; y derribó los altares de las puertas que estaban a la entrada de la puerta de Josué, gobernador de la ciudad, que estaban a la mano izquierda, a la puerta de la ciudad. (Segundo Libro de los Reyes, 23, 1-8).
Vemos cómo, según los sacerdotes de Yahvé, el rey hizo lo correcto. Pero también descubrió, para su asombro, que hacer lo correcto a los ojos del dios supremo no significa hacer lo correcto a los ojos de la historia.
El rey Josías declaró la guerra a Egipto y fue derrotado. Los sueños de grandeza de este rey eran sólo eso: grandes ilusiones. Es verdad, por supuesto, que cuando una clase progresista se atiene a las leyes de la historia es probable que eso la lleve a la victoria. Sin embargo, Josías no era el líder de una clase progresista ni tampoco se atuvo a las leyes de la historia. Actuó contra estas leyes, y fue derrotado.
Judá pronto cayó víctima de las luchas de poder entre asirios, babilonios y egipcios. Cuando el hijo de Josías, Joacaz, se convirtió en rey (puesto en el trono por los asirios), el faraón Necao atacó Judá y lo derrocó. Judá se convirtió entonces en un estado tributario de Egipto.
Después de que los babilonios derrotaran a los egipcios en -605, Judá se convirtió en un estado tributario de Babilonia. Pero cuando en -601 los babilonios fueron a su vez derrotados, el entonces rey de Judá, Joaquín, se puso del lado de los egipcios. Por esta razón, el rey babilónico Nabucodonosor ocupó Judá en -597. Joaquín le entregó Jerusalén y Nabucodonosor nombró un nuevo rey, Sedecías. Siguiendo la práctica mesopotámica, Nabucodonosor deportó a unos 10.000 judíos —elegidos entre los profesionales, los artesanos y los ricos; la gente corriente pudo quedarse en Judá— a su capital en Babilonia. Esta deportación fue el principio del exilio. Este período, que comenzó en -597 (aunque tradicionalmente se data en -586) y es conocido en la historia judía como la Diáspora, terminó cuando los persas conquistaron Babilonia en -538.
En el destierro, los judíos ricos establecieron comunidades separadas y desarrollaron un comercio internacional. Al mismo tiempo, desarrollaron su religión conforme a la nueva situación. El destierro era inexplicable para la teología hebrea porque ésta se basaba en la promesa de Yahvé de proteger a los hebreos y utilizarlos como el instrumento de sus propósitos para la historia humana. La pérdida de la tierra prometida por Yahvé hizo pensar a los judíos que toda la fe depositada en su promesa era inmerecida.
El nuevo dios judío ya no sería más un dios local de las guerras tribales por la tierra. La nueva religión judía del período posterior al exilio en Babilonia incluiría elementos de la nueva religión persa.
Esta religión, llamada zoroastrismo, era dualista y se basaba en que el universo estaba formado por dos partes distintas. Una era dios y la luz; la otra, el mal y la oscuridad. La historia cósmica era simplemente la batalla épica entre estas dos fuerzas divinas. Al final de los tiempos, una batalla culminante decidiría, de una vez y para siempre, cuál de ambas fuerzas dominaría el universo. Los seres humanos, en todo lo que hacían, participaban en esta lucha. Todos los dioses y religiones también eran parte de esta épica, casi eterna batalla. Si te viene a la mente El señor de los anillos, no es de extrañar. Este dualismo fue integrado en la nueva religión judía.
Los primeros hebreos creían que sólo Yahvé dominaba el universo. Después del exilio, los nuevos sacerdotes judíos adoptaron la idea persa de que el universo estaba formado por dos fuerzas diametralmente opuestas: una buena y otra mala. Ahora existía una fuerza maligna, Satán, que se oponía a Yahvé, como recoge la historia de Job.
Otro nuevo aspecto adoptado fue la creencia en una vida eterna dual. Antes del exilio, los hebreos creían que después de la muerte el alma era enviada a un lugar de polvo llamado sheol, donde morarían por un tiempo breve antes de que su existencia se apagase para siempre. Esta creencia era idéntica a todas las otras versiones semíticas de la vida después de la muerte. Los persas, sin embargo, creían que las almas buenas se reunirían con el principio de la bondad en la dicha eterna, y las almas malas se reunirían con el principio del mal para sufrir hasta la derrota final del mal. Esta visión de la vida después de la muerte explica el sufrimiento en la vida terrenal, como la diáspora; la justicia cósmica se hace evidente solamente tras la muerte del individuo, no durante su vida.
Antes del destierro, Judá e Israel eran reinos; ahora Judá se había convertido en un estado teológico y, al mismo tiempo, en una colonia persa. Yahvé había encontrado finalmente su lugar en este mundo. Se convirtió en el Ser Supremo y Creador de todo y, al mismo tiempo, en un criado al servicio del imperio persa. El templo fue reconstruido bajo la dirección de Zerobabel y, más tarde, de Ezra. La nueva sociedad hebrea perseguía y expulsaba a los no judíos, especialmente a quienes profesaban religiones extranjeras. Durante el período persa y posteriormente, Judá fue el estado donde se adoraba a Yahvé y solamente a él.
Durante los doscientos años de dominación persa de todo el Oriente Medio y Egipto, Palestina fue un estado tributario de Persia. Tras la conquista de ésta por Alejandro Magno (-332), pasó a ser una colonia griega. El imperio griego no duraría mucho más que la breve vida de Alejandro, cuyos generales se lo repartieron a su muerte. Antígono, y más tarde Tolomeo, heredaron Egipto; Seleuco se hizo con el Oriente Medio y Mesopotamia. Después de dos siglos de paz con los persas, el estado judío se encontró de nuevo en medio de una lucha de poder entre dos grandes imperios: al norte, el estado seléucida, con capital en Siria; al sur, el estado lágida, con capital en Egipto. Una vez más, Judea fue conquistada, primero por uno y después por el otro, pasando de ser un estado vasallo seléucida a ser un estado vasallo ptolemaico. Entre -319 y -302, Jerusalén cambió siete veces de manos.
En -168, una revuelta judía, encabezada por los macabeos como apoyo a Roma en su guerra contra los griegos, derrotó a los seléucidas. Durante un breve período, Judea se convirtió en un estado semi-independiente y, finalmente, en colonia romana.
Durante este período, los judíos vivieron en varias regiones, incluyendo Judea, Mesopotamia y otras partes del Oriente Medio, y también en Asia y Egipto y zonas del norte de África. La diáspora judía comenzó con el destierro en Babilonia. Grandes y poderosos grupos de judíos vivían por todo el imperio persa, y más tarde en los reinos helenísticos y el Imperio Romano.
Dado que bajo los griegos era posible que los extranjeros se convirtieran en ciudadanos de las polis, también fue posible que por todo el Oriente Medio los judíos se convirtieran en ciudadanos de otros estados, además de Judea. Esto es vital para comprender la dispersión judía. Los derechos de ciudadanía (o casi ciudadanía, llamados polituemata) permitieron a los judíos permanecer y prosperar fuera de Judea.
El estado judío desapareció en -70, cuando los romanos aplastaron las rebeliones judías. En -63, Judea se convirtió en un protectorado de Roma. Sin embargo, la diáspora había comenzado mucho antes, al menos desde que los asirios conquistaron Israel en -722 y Nabucodonosor deportó a Babilonia a los habitantes de Judá en los años -597 y -586. Otro grupo de habitantes de Judá huyó a Egipto, donde se estableció en el delta del Nilo. Desde -597 hubo tres grupos distintos de judíos: el de Babilonia y otras regiones de Oriente Medio, el de Judá y el de Egipto. Un gran número de los judíos egipcios se convirtieron en mercenarios en la isla Elefantina, situada en el curso alto del Nilo. Desde ese momento, la historia de los judíos es la historia de la diáspora y del papel cambiante de Yahvé.

SEGUNDA PARTE: EL SURGIMIENTO DEL ANTISEMITISMO

Desde los primeros tiempos, los judíos estaban alfabetizados, lo que unido al idioma común que compartían los diferentes grupos resultó muy útil para el comercio internacional. La alfabetización no sólo condujo a la adquisición de conocimientos, sino que también tuvo beneficios materiales.
Ser el "pueblo del libro" dio a los comerciantes judíos grandes ventajas. A través del tiempo, la participación de los judíos en la evolución del comercio fue proporcionalmente mucho mayor que su número.
Los judíos se convirtieron en parte integral de la actividad mercantil internacional de los países en los que se asentaron o a los que fueron arrojados. Esto no significa que todos los judíos se dedicaran al comercio o las finanzas; muchos eran pescadores, artesanos e incluso esclavos.
Antes del surgimiento del feudalismo
Según la información recogida en la web de la Hebrew History Federation, la historia marítima judaica comienza con la asociación de los judaítas con los fenicios, en los puertos de Tiro, Sidón y Cartago.
Los cananeos desaparecieron de la actividad marítima después de que los romanos derrotaran a los cartagineses y conquistaran el Levante. Los judíos, sin embargo, continuaron siendo un factor significativo en el comercio mediterráneo. No sólo poseían barcos y financiaban viajes comerciales, también eran marineros. Filo refiere que una de las cuatro principales ocupaciones de los judíos de Alejandría era la actividad marítima en todas sus formas. El líder eclesiástico Origen (185-254), que era alejandrino, escribió que no sólo los carpinteros, albañiles y otros trabajadores judíos de la ciudad descansaban en el sabbath, sino que también lo hacían los marineros judíos. Sinesios (375-413), obispo de Ptolemaida, informó que, en su viaje desde Alejandría, el capitán y más de la mitad de la tripulación eran judíos.
Durante la ocupación romana de Egipto, los empresarios judíos de Alejandría se involucraron cada vez más en el comercio marítimo. Sus barcos navegaban por el Mar Rojo, el Golfo de Adén y a través del Océano Índico.
Los dominadores romanos no eran comerciantes que viajasen por las rutas, a los que tenían en muy baja consideración, sino potentados que obtenían sus riquezas de la actividad de los comerciantes. Los romanos recaudaban impuestos en los campamentos militares establecidos para "proteger" las caravanas a lo largo de la ruta africana, impuestos que en ocasiones equivalían al 25 por ciento del valor de las mercancías.
Desde el siglo -VIII, cuando el gobernante asirio Tiglath-Pileser deportó, según él mismo, a más de 10.000 israelitas a Persia, los judíos han estado en primera línea del comercio internacional. El posterior destierro babilónico añadió muchas miles de familias judaítas al entorno persa-babilónico. Persia se convirtió en el centro del comercio entre Oriente y Occidente, y los judíos eran el puente entre ambos mundos.
Los banqueros judíos participaron en el desarrollo de la industria persa e iniciaron un sistema de crédito. Entre los documentos más relevantes del período persa hallados, se cuentan los registros de dos bancas judías: "Murashu e Hijos" y "Egibi e Hijos".
Tel Aviv es uno de los veintiocho asentamientos judíos de la zona de Nippur que aparecen en los textos de Murashu.
La mayoría de los judíos aludidos en los documentos de Murashu eran de las clases bajas, algunos esclavos. Dos de estos esclavos, uno con un claro nombre judaico, fueron contratados por el cabeza de familia de los Murashu para reparar el dique del canal de riego que atravesaba su finca. El contrato estipulaba que los daños serían asumidos por éstos si no cumplían lo acordado, ¡de lo que se deduce que los "esclavos" tenían propiedades con las que hacer frente a los pagos!
Existen varias referencias a ingenieros judíos que se ganaban la vida como expertos en irrigación. Los catorce directores de canales cuyos nombres constan en estos documentos eran todos judíos. Estos administradores tenían unas responsabilidades técnicas decisivas para la economía de la región.
Desde el siglo -V, los comerciantes judíos recorrieron las rutas terrestres a China, estableciendo colonias en puntos estratégicos de dichas rutas.
Los abalorios de cristal parecen estar entre los primeros bienes del intercambio comercial entre Babilonia y China. En tumbas de Loyang, la capital china en el período final de la dinastía Zhou, se encontraron, entre otros objetos, las omnipresentes cuentas de collar con forma de ojo, de la misma técnica, diseño y composición que las fabricadas en Judá y exportadas desde Tiro y Sidón a todo el Mediterráneo.
La misma ruta sirvió para intercambiar byssus judío (un tejido de lino) por seda, por lo que recibió el nombre de Ruta de la Seda.
Los chinos soñaban con el lino al igual que los occidentales lo hacían con la seda. El lino era tan apreciado en China como la seda en Occidente. El tejido del lino y la fabricación del cristal eran las principales ocupaciones de los judíos de Alejandría. Los artesanos judíos dominaban la industria textil y del tinte. Como comerciantes, controlaban el mercado de fibras y telas. Los tejedores judíos de Beth-shean tenían fama en todo el mundo por sus delicados tejidos. El Talmud de Jerusalén dice que "las más finas vestimentas litúrgicas de lino proceden de Beth-shean".
La calidad de las telas y ropas fabricadas por los judíos de Beth-shean fue reseñada por Diocleciano en su edicto de precios máximos: "Los productos textiles se dividen en tres calidades: primera, segunda y tercera. En cada grupo, los productos de Scythopolis [Beth-shean] aparecen en la primera clase".
Otra de las mercancías importantes provenientes de China eran las especias.
Los chinos pagaban el lino y el vidrio no sólo con seda, también con canela, casia (de cuya corteza se extrae un tipo de canela), jade, alcanfor y gran variedad de otros productos.
Tanto India como China eran fuentes de especias exóticas de gran valor, tanto por enriquecer el sabor de la comida como por ayudar a su conservación dos mil años antes de la aparición de la refrigeración. Las especias también eran muy valoradas por sus propiedades medicinales.
La producción y el uso de tintes era un secreto industrial de los comerciantes y artesanos judíos. La púrpura real (argaman) y el azul ritual (tekhelet) eran dos colores particularmente importantes en la cultura del antiguo Israel.
En la antigüedad, sólo los mesopotámicos usaban jabón. Egipcios, griegos y romanos lo desconocían. En la Biblia encontramos que los judaítas conocían tanto su fabricación como su uso: "Aunque te laves con lejía y amontones jabón sobre ti, tu pecado está sellado ante mí, dijo el Señor Yahvé" (Jeremías 2, 22).
Los comerciantes judíos anteriores a la Edad Media hablaban árabe, persa, franco, andalusí y eslavo. Viajaron de Oriente a Occidente y viceversa, tanto por tierra como por mar. De Occidente traían esclavos adultos, chicos y chicas, brocados, pieles de castor y otros animales, cueros, sables y espadas. Navegaban desde la tierra de los francos, en el Mediterráneo occidental, hasta a-Faruma, un puerto en el extremo oriental del delta del Nilo. Desde aquí transportaban sus mercancías a lomos de animales hasta Al-Qulzum, en el mar Rojo, a varias parasangas de distancia. Desde Al-Qulzum navegaban a Al-Jar (Medina) y Yedda (el actual puerto de La Meca), desde donde se dirigían al Sind (el valle del río Indo), a la India y a China, desde donde retornaban a Al-Qulzum con almizcle, madera de aloe, alcanfor, canela y otros productos.
Pero la seda y las especias no fueron los únicos bienes venidos de Oriente; también vinieron conocimientos.
Los comerciantes judíos conocieron el sistema decimal indio (que incluía el uso fundamental del cero) y en los siglos posteriores a la caída de Roma tradujeron al árabe las matemáticas indias e introdujeron su sistema decimal en el norte islámico de África, que más tarde sería conocido como sistema numérico arábigo, llamado así en Occidente no porque lo inventaran los árabes, sino porque los europeos lo tomaron de éstos.
La mayoría de los estudiosos de la Biblia coinciden en que la aceptación por los judíos, en el siglo -VI, de un monoteísmo abstracto estuvo de alguna forma ligada a la pérdida nacional del reino de Judá y del templo de Jerusalén, y al destierro en Babilonia. (John Bright, La historia de Israel; Gerhard von Rad, Teología del Antiguo Testamento; David Aberbach, Imperialismo y profecía bíblica 750-500 aC).
Ha habido muchos intentos de explicar por qué los judíos, que antes de la primera diáspora no eran menos politeístas que los cananeos, desarrollaron el concepto de un dios abstracto. Según el libro de Freud Moisés y la religión monoteísta, Moisés fue asesinado por los hebreos porque quería imponer una religión que para ellos era demasiado espiritual. Desde un punto de vista materialista, es decir, científico, la razón de la aparición de un dios abstracto fue la inexistencia, por culpa de la diáspora, de un estado judío que actuase como centro del comercio internacional.
Los judíos en la Edad Media
Tras la destrucción de Roma, la vida de la mayoría de los europeos fue muy miserable. Sin embargo, cuando la inestabilidad y el caos de la Baja Edad Media retrocedieron y las invasiones bárbaras pararon, la economía medieval se recuperó y prosperó. Aparecieron nuevos aperos agrícolas, como un arado más pesado, la herradura y el arnés. Los campesinos, que producían los alimentos básicos, fueron capaces de cultivar la tierra, triplicándose la extensión cultivada. Los campesinos eran el corazón de la sociedad medieval: la mayoría de la población europea vivía en aldeas de entre diez y varios centenares de familias. Estas aldeas estaban localizadas en feudos gobernadas por un señor o por un monasterio o convento cercano. Los feudos eran generalmente unidades económicas autárquicas que proporcionaban a los señores y a sus campesinos vasallos todo lo necesario. Las aldeas eran grupos de chozas en medio de los campos de labor. Cada familia tenía asignado el cultivo de varias parcelas, a menudo separadas entre sí y de las que obtenían suficiente comida para alimentarse, entregando el excedente como diezmo a la Iglesia y como impuestos al señor feudal. Cerca de la aldea normalmente había prados comunales donde pastaban los animales de tiro, los cerdos y el ganado. Existía también una zona arbolada donde el campesino recogía la leña para calentarse y cocinar. Las aldeas no tenían escuela, ni hospital ni edificios públicos, aunque en las ciudades ya empezaban a surgir. La iglesia era el centro cultural de la aldea; en ella se celebraban las fiestas religiosas, los bautizos y las bodas, y el tiempo se medía con sus campanadas.
El comercio europeo se expandió enormemente entre los siglos X y XIV. En la Baja Edad Media, el comercio fue fundamentalmente local, un intercambio a corta distancia de productos perecederos. Pero en el siglo XI comenzó a reactivarse el comercio a larga distancia. El Occidente medieval reanimó las relaciones con el Imperio Bizantino y el mundo islámico, intercambiado mercancías por plata islámica y oro bizantino, lo que ayudó a que en Occidente se restableciese una economía basada en la moneda.
A finales del siglo XII, los comerciantes de Europa occidental se movían continuamente por los ríos navegables y caminos europeos, de modo que el comercio fue desplazando a la agricultura como fuerza más dinámica de la economía europea. El boom comercial provocó el crecimiento de las ciudades y la industria. Este crecimiento se vio interrumpido temporalmente en la Alta Edad Media por la peste negra (siglo XIV) y también por una serie de guerras, pero la importancia creciente del comercio llevó al desarrollo de las ciudades y, finalmente, fue uno de los principales factores que puso fin al período medieval y a su sistema agrícola feudal. La manufactura europea se desarrolló más lentamente que el comercio. Los productos manufacturados medievales eran normalmente fabricados por los artesanos en sus propios talleres y vendidos directamente al público. Las distintas industrias se agrupaban en gremios, organizaciones profesionales que controlaban el funcionamiento de cada ramo industrial y protegían los intereses de sus miembros frente a los forasteros. Aseguraban a cada miembro una cuota del negocio, a través de la regulación de precios y la competencia, limitando el número de personas que podían comerciar. Los gremios también funcionaban como entidades sociales, organizaban banquetes y fiestas religiosas, cuidaban a las viudas y los huérfanos de sus miembros y garantizaban un entierro adecuado.
La expansión de la actividad económica provocó el crecimiento de la vida urbana. La palabra alemana burg, en sus distintas formas, se empezó a usar para las ciudades, cuyos habitantes eran conocidos como burghers. Las ciudades eran mucho más heterogéneas y volátiles que el campo, y contenían una mezcla de plebeyos y miembros de la aristocracia, estudiantes y profesores, así como siervos fugitivos y campesinos. Las ciudades y villas medievales eran relativamente pequeñas. En el siglo XI, la ciudad tipo tenía unos 5.000 habitantes, pero las ciudades crecieron con la expansión del comercio. En vísperas de la peste negra de 1347, muchas ciudades italianas superaban los 100.000 habitantes. Las ciudades eran el centro de la creciente herejía y una expresión temprana de antifeudalismo.
La Santa Inquisición se fundó como herramienta formidable para asentar el dominio papal. En el siglo XII, los papas ordenaron a los obispos acabar con la herejía en sus diócesis. A los acusados se les negaba el derecho al asesoramiento legal, se les torturaba y se les exigía que demostrasen su arrepentimiento delatando a sus cómplices. La Iglesia no necesitaba derramar la sangre de los "culpables" porque normalmente eran entregados a las autoridades civiles. Ser quemado vivo era un método común de ejecución de herejes. La Inquisición sólo iba dirigida contra los católicos heréticos, pero también persiguió a los conversos, tanto musulmanes como judíos.
Entre los años 900 y 1300, algunos reyes europeos consiguieron sustituir el orden político enormemente descentralizado de los siglos IX-X por estructuras políticas más organizadas: las monarquías feudales. La condición de monarca fue considerada sagrada por la Iglesia, para así darle legitimidad. El principal deber del rey era garantizar la paz interior del reino y administrar la justicia, así como organizar y dirigir los ejércitos nacionales contra los enemigos exteriores.
Los monarcas feudales eran los jefes supremos de la estructura feudal, pero no tenían autoridad directa sobre sus súbditos porque se interponían varias capas de vasallos menores con quienes el rey compartía el poder. En la estructura feudal, los reyes tenían fundamentalmente contacto con sus vasallos principales y los súbditos de los dominios reales; asimismo, tenían derecho a apoderarse del territorio de un vasallo desleal. Los reyes gobernaban a través de una serie de relaciones y sólo poseían medios económicos para proporcionarles a sus reinos los servicios básicos. En el siglo XII, Inglaterra era la monarquía feudal mejor organizada y gobernada. La monarquía feudal francesa se desarrolló más lentamente, pero en el siglo XIV se había convertido en un modelo para los demás estados. En Alemania e Italia no hubo monarquías feudales fuertes, un factor que influiría en su desarrollo posterior.
Los judíos de la Europa feudal, dominada por la ideología cristiana, tenían unas condiciones de existencia más duras que los que vivían en estados islámicos. Se les excluía de la mayor parte de los oficios, excepto del comercio y el préstamo de dinero; se alimentaba el antisemitismo entre los plebeyos, que creían todo tipo de estupideces sobre los judíos; se consideraba a los judíos colectivamente responsables de la muerte de Jesús porque los fariseos habían animado a los romanos a ejecutarlo; se extendían rumores, como que los judíos practicaban sacrificios humanos en sus ceremonias religiosas, asesinaban niños cristianos, envenenaban pozos y propagaban las enfermedades. Los judíos sufrieron ataques masivos durante las Cruzadas y durante la peste negra, cuando la población europea se volvió completamente histérica.
Durante los siglos IX y X, la reconquista cristiana de España provocó una gran migración judía porque los gobernantes españoles expulsaban de sus nuevos territorios tanto a los judíos como a los musulmanes. Muchos acabaron en territorios franceses y alemanes, así como en el norte de África y en Turquía. Dado que las persecuciones continuaban en Europa occidental, muchos judíos acabaron por trasladarse a Polonia y Lituania, donde formaron importantes comunidades.
En 1179, el Tercer Concilio Laterano prohibió que los judíos viviesen entre los cristianos y los confinó en guetos, barrios amurallados de la ciudad que los mantenían apartados del resto de la comunidad. Los gobernantes también daban periódicamente rienda suelta al sentimiento popular, asesinando o expulsando a prestamistas judíos y apoderándose de sus propiedades.
En el siglo XII se extendió una forma popular de devoción cristiana, el culto a la Virgen María, caracterizado por los relatos de santos populares y las historias de mártires, que mostraba a María jugando un papel prominente en la salvación de las personas, especialmente los niños. En estas piezas, que eran representadas en las iglesias y repetidas en las lecciones del dogma católico, los judíos aparecían a menudo como malvados. Se les pintaba conspirando permanentemente para raptar y asesinar a niños cristianos o atacar a la comunidad. Los judíos personificaban toda la incertidumbre y temor de la población, eran los cabezas de turco a quienes culpar de cualquier ruptura en el sentimiento medieval de seguridad.
La clave para comprender los orígenes del antisemitismo en aquella época es el hecho de que la Iglesia, como institución de la sociedad feudal, quería desalentar el crecimiento de las ciudades. El rasgo común a los judíos desde su destierro a Babilonia era su modo de vida urbano.
Desde ese destierro, las comunidades judías raramente se establecieron en las zonas de interior. Los judíos han vivido en los puertos, a lo largo de las rutas comerciales o en los centros administrativos e industriales, más que en el campo. La sociedad feudal era esencialmente una sociedad de castas y lo deseable era que cada cual "permaneciera en su lugar". Para un burgués era extremadamente difícil, sino imposible, entrar en la nobleza, de la misma forma que el noble no se rebajaba a practicar el comercio o sentía desdén por los negocios. A los campesinos se les impedía escapar a las ciudades, y para ellos los judíos eran parte de la peligrosa ciudad.
La Iglesia, que obligó a los judíos a dedicarse a la usura, más tarde utilizó ésta para justificar su persecución. Desgraciadamente, la idea de que la raíz del antisemitismo medieval fue consecuencia del papel de los judíos en la usura ha penetrado incluso en la izquierda.
La falsa interpretación de los orígenes del antisemitismo en la Edad Media
En 1942, poco antes de ser asesinado por los nazis, Abraham León escribió un libro muy conocido titulado La cuestión judía, en el que desarrolla su tesis de los judíos como un pueblo-clase, un pueblo comerciante al que la diáspora transformó en una clase financiera precapitalista: los usureros. Con el surgimiento del capitalismo, esta ocupación dejó de estar de moda y se convirtió en un obstáculo para un nuevo desarrollo de las fuerzas productivas. Como resultado, los judíos fueron empujados al este europeo, a regiones más atrasadas. Estos son algunos extractos del libro:
"Consecuentemente, fue el desarrollo económico de Occidente lo que destruyó la función comercial de los judíos, basada en un estado de producción atrasado. El monopolio comercial de los judíos declinó a medida que se desarrollaban los pueblos cuya explotación lo había alimentado.
"Al principio, la transformación económica sólo llegó a ciertos centros urbanos importantes. Los dominios señoriales se ven muy poco afectados por este cambio y el sistema feudal continúa floreciendo allí. Consecuentemente, la carrera de la riqueza judía todavía no está terminada. Los dominios señoriales todavía ofrecen un campo de acción importante para los judíos. Pero ahora el capital judío, principalmente comercial en el período precedente, se convierte casi exclusivamente en usurero (…) Si, durante el período precedente, ‘judío’ era sinónimo de ‘comerciante’, ahora cada vez más comenzaba a serlo de ‘usurero’.
"A partir del siglo XIII crece la importancia de las ciudades alemanas. Como en todas partes y por las mismas razones, los judíos son eliminados del comercio y se vuelven hacia el negocio bancario. El centro de gravedad de la usura judía se concentra en la nobleza. (…) Pero este estado de cosas no podía continuar indefinidamente. Lentamente, la usura destruyó el régimen feudal, arruinó a todas las clases de la población sin introducir una nueva economía en sustitución de la antigua.
"Por toda Europa occidental, y en parte de Centroeuropa, los siglos XII, XIII y XIV son la época del desarrollo de la usura judía. Pero la evolución económica trae consigo su rápido declive. La expulsión definitiva de los judíos tuvo lugar a finales del siglo XIII en Inglaterra, a finales del XIV en Francia y a finales del XV en España. Estas fechas reflejan la diferente velocidad del desarrollo económico en esos países. (…) El feudalismo deja paso progresivamente a un régimen de intercambio. Como consecuencia, el campo de actividad de la usura judía se contrae constantemente. Se convierte cada vez más en algo insoportable porque cada vez es menos necesario.
"La transformación de todas las clases de la sociedad en productores de valores de cambio, en propietarios de dinero, las alza unánimemente contra la usura judía, cuyo carácter arcaico enfatiza su rapacidad. La lucha contra los judíos se torna cada vez más violenta. La realeza, tradicional protectora de los judíos, tiene que ceder a las repetidas exigencias de la nobleza y la burguesía.
"De esta forma, los judíos son expulsados progresivamente de todos los países occidentales. Fue un éxodo desde los países más desarrollados hacia los más atrasados de la Europa oriental. Polonia, enfangada en el caos feudal, se convirtió en el principal refugio de los judíos expulsados de los otros lugares".
La tesis está clara, aunque es de gran interés para los historiadores marxistas que León no analizase las condiciones de los judíos en la España musulmana. Se limitó simplemente a escribir: "La posición económica y social de los judíos en la España musulmana no se conoce con certeza. Sin embargo, no hay ninguna duda de que pertenecían a las clases privilegiadas de la población".
Es una pena que León no estuviese familiarizado con la situación de los judíos en Al-Ándalus. Se habría ahorrado una tesis interesante pero equivocada.
Los judíos en España
Nadie que conozca la historia de los judíos en la España musulmana puede decir que los judíos son una clase o, más exactamente, un pueblo-clase dedicado a la usura.
Por supuesto, León tiene razón al evidenciar la estupidez del argumento idealista de los sionistas, que dicen que hay algo único en la supervivencia de los judíos que sólo puede explicarse por sus creencias religiosas. El hecho de que los judíos no hayan sido asimilados durante tantos siglos debe tener una explicación materialista basada en su papel en la producción. Nathan Weinstock, que en su libro El sionismo, un falso Mesías defiende la tesis de León de los judíos como un pueblo-clase, por supuesto tiene razón cuando escribe: "En realidad, la historia judía ofrece el ejemplo más notable del proceso por el cual las minorías étnicas que cumplen un papel socioeconómico distinto en una sociedad dada preservan su propia identidad y no son asimiladas por la población circundante. El mismo fenómeno se puede encontrar, de forma menos acabada, en el caso de los gitanos, los armenios expulsados de Turquía, los coptos, los mercaderes chinos del Sudeste Asiático, los comerciantes musulmanes de las ciudades chinas, los usureros hindúes de Birmania y, hasta la Segunda Guerra Mundial, las minorías alemanas en los países eslavos".
Sin embargo, esto no cambia el hecho de que Weinstock y León están equivocados cuando insisten en que los judíos eran simplemente un grupo de gente basado en una función económica precapitalista. Además, mientras que León no aborda la cuestión en la España musulmana, Weinstock nos da una información falsa cuando escribe lo siguiente: "Tras la caída de Roma, [los judíos] se transformaron poco a poco en una clase mercantil, a través de un proceso de selección que eliminó a los más pobres. Los campesinos judíos cristianizados se mezclaron con el resto de la población. Los únicos que preservaron sus características étnicas, culturales y religiosas judías, y originalmente por virtud de su función social, fueron los comerciantes y los cambistas y, sobre todo en los países de Europa oriental y en la España morisca, la clase artesana".
Y cita a Shelomo Dov Goitein, que describe "[la aceleración del] proceso por el cual los judíos pasaron de ser un pueblo dedicado principalmente a los oficios manuales, a otro cuya ocupación más característica era el comercio". Durante los primeros siglos del Islam, los judíos del mundo musulmán abandonaron la agricultura y comenzaron a dedicarse a las ocupaciones, y solamente a ellas, con las que tradicionalmente han sido asociados desde entonces: comerciantes, mercaderes de especias, financieros, orfebres, joyeros, artesanos, etc.
Esto simplemente no es verdad. Los judíos de la España musulmana estaban mucho más integrados en la sociedad española. Destacaron en política, economía y cultura, y se convirtieron en médicos, astrónomos, tesoreros y recaudadores de impuestos. Samuel Hanagid (993-1056) llegó a ser el jefe de los ejércitos del gobernante musulmán de Granada, al tiempo que escribía poesía y estudiaba filosofía.
Haim Hillel Ben Sasson, en su monumental obra Historia del pueblo judío, resume cómo se ganaban la vida los judíos de los países islámicos:
"Las distintas ramas de la artesanía y el comercio eran la principal ocupación de los judíos urbanos. Al mismo tiempo, en las zonas fronterizas del califato y en África había otros judíos que continuaron durante mucho tiempo dedicándose a la agricultura.
"En las ciudades abundaban los artesanos judíos, que eran una gran parte de la población judía. De hecho, parece que esta clase económica existía ya a finales del período clásico. Un escritor musulmán hostil llegó incluso a decir que ‘entre los judíos sólo se encuentran tintoreros, curtidores, barberos, cirujanos, carniceros y reparadores de odres’. Sin embargo, sólo hizo referencia a aquellas ocupaciones hacia las que quería llamar la atención [por ser las más degradantes]. Fuentes más objetivas mencionan también a herreros, orfebres del oro y la plata, fabricantes de arneses y zapateros, algunos de los cuales eran artesanos ambulantes que trabajaban en las aldeas musulmanas" (A History of the Jewish People, p. 395, Harvard University Press, 1976).
Juiciosamente, los otomanos dieron la bienvenida a los judíos que huían de las garras de la Inquisición. A cambio, éstos construyeron en el Bósforo las fábricas que suministraron las municiones y la artillería que permitió a los otomanos crear un gran imperio.
En 1791, William Lempriere describe la situación de los judíos en el libro de su viaje por Marruecos: "En todas las partes del imperio abundan más o menos los judíos, que originariamente fueron expulsados de España y Portugal, y que huyeron a la Berbería en busca de refugio. Estas personas no están confinadas a las ciudades, sino que se extienden por todo el país. El propio monte Atlas no es una excepción (…) Todo el país depende de su industria e ingenio, y a duras penas podría subsistir como nación sin su ayuda. Son los únicos mecánicos en esta parte del mundo a los que se les puede confiar el acuñamiento de moneda, como yo mismo he presenciado" (A Tour from Gibraltar to Tangier, Salee, Mogodore, Santa Cruz, Tarudent, and thence over Mount Atlas to Morocco..., pp. 188-92).
Según el libro de Abraham A. Neuman Los judíos en España (VI): un estudio político-económico:
"En la Alta Edad Media, la mayoría de los judíos españoles vivían en las aljamas [juderías] urbanas y sus trabajos estaban en la ciudad, aunque algunos dirigían haciendas en el campo.
"En Barcelona, bajo dominio cristiano, los judíos desarrollaban amplias operaciones comerciales. Poseían campos y viñedos en propiedad o en arriendo. Cuando negociaban tierras con los obispos u otros funcionarios eclesiásticos, las escrituras de transferencia se escribían en hebreo o al menos tenían una firma hebrea.
"Sus profesiones por toda la península incluían las siguientes:
"Altos funcionarios del gobierno: diplomáticos, alguaciles, ministros de finanzas, recaudadores de impuestos y concesionarios reales de molinos y salinas.
"Eruditos: médicos, abogados, maestros, rabinos, jueces, predicadores, notarios, amanuenses, cantores, empleados urbanos y mensajeros.
"Oficios financieros: cambistas, comerciantes de plata, prestamistas de dinero y mercaderes internacionales.
"Comerciantes de: pieles, pellejos, cuero, lana, seda, madera, especias, petróleo, carruajes, ganado, caballos, mulas, avena, trigo y otros granos.
"Tenderos: panaderos, carniceros y mercaderías en general.
"Además: mineros; criadores de ovejas; productores de lino; manufactureros de guantes y productos de cuero; fabricantes de jabón y velas; peleteros; fabricantes de armaduras; fabricantes de anclas; acuñadores de moneda; fundidores; latoneros; joyeros; fabricantes de relojes; marineros; armadores; zapateros; carpinteros; sastres; cerrajeros; herreros; vendimiadores; tejedores; tintoreros; doradores; fabricantes de pergaminos; encuadernadores; cordeleros; fabricantes de espadas; tapiceros; pañeros; ¡jugadores profesionales y domadores de leones!" (Jews in Spain VI: A Political-Economic Study, 1942).
A finales del siglo XIX, Mordechai Hacohen, en su obra Hanaghid Mordechai, documentaba que prácticamente todos los oficios y el comercio del norte de África estaban en manos judías:
"Los judíos aparecen como un grupo, especializado en el comercio y los oficios, ritual y socialmente separado de los musulmanes, que están especializados en la agricultura (…) Los judíos no son guerreros porque no se les permite portar armas. Pero en su papel de herreros son los responsables de fabricar y reparar las mismas.
"Los herreros [judíos] atizan los fuegos de carbón vegetal y crean herramientas útiles: martillos, hachas, guadañas, arados y todas las demás herramientas necesarias para la población de la región. También reparan las armas. Tienen sus negocios artesanales en las puertas de sus casas. El bereber que necesita alguna herramienta llevará el metal y el carbón a casa del judío".
La tesis de Abraham León justifica el antisemitismo. Si el judío era un obstáculo al desarrollo histórico, entonces la historia debía desembarazarse de él. Sin embargo, desde un punto de vista científico esta tesis es unilateral y, por tanto, falsa. No sólo porque a muchos judíos se les obligó a dedicarse al préstamo de dinero, sino porque los lombardos, que cobraban un tipo de interés del 250 por ciento, no eran perseguidos. Es más, al capitalismo ascendente le interesaba eliminar los obstáculos del camino hacia la completa integración de los judíos. Contrariamente a la tesis de León, el antisemitismo no expresa las necesidades de las fuerzas productivas, sino la decadencia feudal y, más adelante, la decadencia del sistema capitalista. Es un reflejo de que la historia ha dejado para el socialismo la tarea de la plena integración de los judíos.
La tesis de Abraham León es contraria a la postura de Lenin y Trotsky, e incluso a la de Karl Kautsky, que antes de la traición histórica de la II Internacional fue un destacado teórico marxista. Sus ideas sobre esta cuestión, como veremos, influyeron en Lenin y en su lucha contra todas las formas de racismo, incluido el antisemitismo.
Las tesis de Kautsky fueron publicadas por primera vez en 1912, con el título ¿Son los judíos una raza? A diferencia de Abraham León, que definió a los judíos como un pueblo-clase, Kautsky los define como una casta urbana medieval evolucionando en dirección a convertirse en una parte de la clase obrera de los países capitalistas desarrollados de Europa occidental y de EEUU, una idea correcta en el momento de publicación de su obra. Comenzaba con la siguiente explicación:
"… la gran masa de judíos ha constituido durante dos mil años una casta hereditaria y exclusiva de comerciantes urbanos, financieros, intelectuales, incluidos algunos artesanos, y ha desarrollado, a través de la práctica y la acumulación de generación en generación, cada vez más rasgos peculiares a todos estos estratos, frente a las masas campesinas del resto de la población.
"Los judíos siempre se han distinguido de éstas desde la desaparición del estado judío; al resto de la población siempre le han parecido extraños, factor alentado durante la Edad Media por el hecho de que cada confesión estaba siempre concentrada en un barrio determinado de la ciudad. Si en el barrio había varias razas, cada una tenía su sección específica. Además, en el caso de los judíos, también tenemos la peculiaridad de que su religión y sus ritos no tienen nada que ver con los rasgos raciales. Pero aunque los judíos pueden haber sido vistos siempre como extranjeros, no siempre fueron tratados como enemigos. Que a los judíos se les considerara favorablemente o no, dependió totalmente de las necesidades y las condiciones del país en que vivían. La hostilidad, que con frecuencia se achaca a una hostilidad racial natural, estaba determinada por circunstancias económicas muy cambiables".
A diferencia de la tesis de León sobre los caducos oficios judíos, Kautsky argumentaba lo siguiente:
"Dondequiera que se necesitaban comerciantes o financieros, o intelectuales en general, y dondequiera que la oferta nativa era insuficiente, los judíos eran bienvenidos.
"Con los judíos de la cristiandad ocurría algo similar a los alemanes de Bohemia. En la medida que eran necesarios para desarrollar e impulsar el crecimiento de las ciudades y para vigorizar el comercio, eran bienvenidos. Cuando las ciudades comenzaron a desarrollar una clase de financieros, comerciantes y artesanos nativos, los extranjeros, aunque ya asentados, dejaban de ser considerados como una ayuda bienvenida y pasaban a ser una competencia indeseable, unos ‘foráneos indeseables’ (…) Mientras que hasta el siglo XIII Europa occidental buscó judíos, a partir de entonces se les hizo la vida imposible: perdieron derechos, fueron maltratados, saqueados y expulsados, cuando no asesinados. Dondequiera que todavía pueden llevar una existencia desdichada, su actividad está restringida de todas las formas posibles. Se les impide participar en empresas comerciales a gran escala, se les prohíbe poseer tierras o practicar el comercio. Sólo les dejan la usura y la venta al por menor. El judío regateador como prototipo de la ‘raza’ judía es un producto de la caridad cristiana.
"Podíamos mencionar ¾ simplemente como curiosidad¾ que fue durante este período de mayor intensidad de la persecución contra los judíos cuando se les prohibió visitar los prostíbulos. La reina Juana I [de Nápoles] publicó esta prohibición en el año 1347 para la ciudad de Avignon. Esta pía y virtuosa potentada reservó a los cristianos el privilegio de visitar los burdeles. Dado que la restricción llegó hasta el siglo XVI, este privilegio se transformó, para los cristianos, en el gran privilegio de contraer la sífilis. Quizá como una medida de justicia compensatoria, a los cristianos se les prohibió recibir tratamiento de médicos judíos.
"El lector observará que la salud de los cristianos no mejoró con la persecución de los judíos".
La diferencia crucial entre la tesis de Kautsky y la de León es que éste ve el modo de existencia judío como un obstáculo para el desarrollo del capitalismo, mientras que Kautsky opina lo contrario.
"Hasta que no se fortaleció el capital industrial, la situación general no se volvió más favorable para los judíos.
"El capital industrial no sólo surge en oposición al latifundismo feudal, los gremios y el capital financiero. El ánimo de éste es obtener privilegios del estado, mientras que el capital industrial busca mantener la libre competencia dentro de sus filas. Cuanta más competencia haya entre los comerciantes y los detentadores del poder de conceder créditos, más florecerá la industria. A la industria le interesaba permitir a los comerciantes y financieros judíos competir con los cristianos, eliminar las barreras que excluían a aquéllos. Esta actitud estaba completamente de acuerdo con la tendencia general a abolir las instituciones medievales. El gueto era una corporación medieval. Tenía que desaparecer, en interés de una rápida evolución del capitalismo; aunque en algunas ciudades sobrevivió hasta la era moderna, su destino estaba sellado. (…)
"Para el nuevo y ascendente modo de producción, se hizo absolutamente necesario liberar a la intelectualidad judía y acabar con el baño de sangre permanente practicado por la Iglesia —particularmente la católica, con su precepto del celibato— contra la intelectualidad no judía. (…)
"Sólo derrocando a esta autoridad se podría limpiar la senda para una evolución más rápida del nuevo modo de producción. En este proceso, el capitalismo industrial solamente encontró aliados en las clases bajas, el proletariado y el campesinado, así como en la capa de la pequeña burguesía y la intelectualidad que no pertenecía a las clases privilegiadas y que sólo podría avanzar con la supresión de todos los privilegios. Así surgió la democracia moderna, con su declaración de igualdad entre todos los seres humanos. La consecuencia natural fue un esfuerzo para emancipar a los judíos, y también ¾ por otro lado¾ una alianza entre los elementos judíos más enérgicos y la revolución. Sólo a través de la revolución podían los judíos ser liberados.
"La emancipación de los judíos se llevó a cabo en la gran Revolución Francesa y en sus sucesoras menores. Fue anunciada, a comienzos del siglo XVII, por una creciente tolerancia hacia los judíos en los países capitalistas más desarrollados —primero en Holanda, después en Inglaterra—, cambio que atrajo a muchos capitalistas judíos o pseudocristianos españoles y portugueses. Finalmente, los judíos obtuvieron los mismos derechos que el resto de los ciudadanos. Acto seguido comenzaron a ascender rápidamente en la sociedad capitalista, a cuyas necesidades habían conseguido adaptarse perfectamente, en el comercio, la banca, el periodismo, la medicina, la jurisprudencia. Pero simultáneamente también empezó la adaptación del judío a la sociedad no judía, su asimilación".
Es evidente que hay una diferencia muy importante entre ambas tesis. Para León, el antisemitismo es el resultado de la necesidad del progreso histórico; para Kautsky, un reflejo de la crisis de la pequeña burguesía en el capitalismo decadente.
"La oposición al liberalismo asume, como es bien conocido, una forma bastante diferente entre el proletariado y entre la pequeña burguesía. Ambos encuentran intolerable su posición social en la sociedad capitalista. Pero en el caso del proletariado, las conquistas de la democracia y de la economía capitalista son supuestos de su propia liberación. El proletariado no busca neutralizar estas conquistas de la democracia, sino más bien anexionarlas, utilizarlas para su propia lucha. (…)
"Sectores considerables de la pequeña burguesía que abandonan el liberalismo no buscan su salvación en la superación de éste, sino más bien se sienten obligados a volver sobre sus pasos, a convertirse política y económicamente en reaccionarios, proceso en el cual encuentran aliados en los poderes que han sido derrotados por el liberalismo.
"Impotentes para combatir el capitalismo como sistema, no tienen más recurso que luchar contra las manifestaciones individuales, parciales, del capitalismo, de forma que se unen a la reacción política, de la que también esperan, evidentemente en vano, una reacción económica.
"En esta situación, las tendencias antisemitas encuentran un suelo abonado para su renacimiento. La batalla contra el capital en su conjunto parece perdida. Pero el conflicto con los judíos, con el capital judío, que tan desagradablemente sienten muchos capitalistas no judíos, parece proporcionar mejores perspectivas de éxito.
"Así, desde la década de los setenta del siglo XIX, de nuevo encontramos movimientos en sectores bastante amplios de la población de Alemania, Austria, Francia, etc. que favorecen la privación de los derechos políticos y una restricción legal, o al menos un boicot social, de los judíos. Estas aspiraciones conectan con el odio antijudío de los estrechos de miras y el desprecio de la arrogancia feudal, y confieren a ambos aspectos nuevos bríos".
La explicación de Kautsky sobre la situación de los judíos en Rusia y Polonia es muy diferente a la de León. Kautsky sostiene que el atraso de la Europa oriental, incapaz de superar esta limitación impuesta por la parte occidental, fue precisamente la causa de que los judíos no fueran capaces de desarrollar el modo de producción capitalista y tuvieran que vivir de oficios pobres, en lugar de la industria.
"La situación empeoró muchísimo con la entrada del capital occidental tras la guerra de Crimea (…) De un solo golpe, la economía natural del campesino se transformó en una economía mercantil que, dadas las circunstancias, no mejoró el rendimiento de su granja, sino que más bien la arruinó al intensificar el robo del suelo. Una proporción cada vez mayor de la población rural se trasladó a las ciudades (…) Pero en las ciudades estas personas no encontraban rápidamente la industria que podría haberles absorbido, ni los depauperados campesinos representaban un mercado adecuado para tal industria. La competencia entre los artesanos y los vendedores ambulantes se intensificó. Los judíos estaban ahora cada vez más oprimidos; su situación ¾ nunca muy brillante— era cada vez más desesperada. Pero la población no judía también sufrió; el marco de la producción era demasiado pequeño para acomodar a todos".

TERCERA PARTE: ANTISEMITISMO Y SIONISMO

La ley del desarrollo desigual y combinado

Contrariamente a la tesis de Abraham León, los judíos fueron bienvenidos en las sociedades en desarrollo y oprimidos en las sociedades en decadencia. Si la historia fuera simplemente un proceso mecánico y la Europa oriental hubiera sido capaz, a finales del siglo XIX, de repetir el proceso de la occidental, la historia de los judíos habría sido bastante diferente. Sin embargo, la historia, como Lenin y Trotsky dijeron en muchas ocasiones, es un proceso de desarrollo desigual y combinado. Cuando el capitalismo llegó a Europa oriental, el sistema capitalista mundial ya estaba en decadencia. El capitalismo no pudo desarrollarse plenamente en Rusia. Para que se produjera un nuevo desarrollo de las fuerzas productivas se necesitaba la revolución socialista. Así, en el siglo XIX la situación de Europa oriental empeoraba continuamente. La aristocracia sometió a los artesanos y la pequeña burguesía judíos a la feroz competencia de los nacientes pequeños capitalistas locales. Esta rivalidad nacional, combinada con el rápido desarrollo de la gran industria, minó las bases de la antigua economía agraria del campesinado y los artesanos, e imposibilitó que los judíos jugaran el papel de los capitalistas. Desde su primera aparición, el capitalismo europeo oriental llevó la marca de la degeneración. La crisis económica era permanente y el paro, endémico. En estas condiciones, el nacionalismo económico de la pequeña burguesía nativa se intensificó y adoptó la forma de un antisemitismo virulento. A finales del siglo XIX existía un proletariado judío bastante importante, pero su estructura de clase era bastante diferente de la estructura de la clase obrera en general. La mayoría de los asalariados judíos eran en realidad artesanos que trabajaban para pequeños empresarios judíos en talleres o pequeñas industrias de consumo. No es que la posición específica de los judíos en la sociedad feudal —la de agentes únicos de la economía monetaria— fuera minada por el desarrollo económico, ni de que ésa fuera la base para el moderno antisemitismo, como defienden León y otros. Es el declive del capitalismo mundial desde finales del siglo XIX lo que ha provocado esta horrible forma de racismo, el "socialismo de los tontos", como correctamente lo denominó Bebel.
Así, desde finales del XIX el antisemitismo creció en paralelo en el occidente y el oriente europeos. Fue un reflejo de la crisis histórica y general del sistema capitalista mundial. En la Europa oriental, el antisemitismo adoptó la forma de leyes discriminatorias y pogromos. En cuanto a la occidental, tras el crash de 1873 el antisemitismo creció en fuerza y la ideología antisemita (Treitschke, Marr, Dühring) se extendió. Francia sufrió una evolución similar (Drumont, caso Dreyfuss). El proceso fue alimentado por la creciente inmigración judía desde la Europa oriental.
El antisemitismo contemporáneo, como las demás formas de racismo, es una expresión ideológica de las contradicciones de los diversos imperialismos, que pugnan entre sí por un nuevo reparto del mercado mundial a la par que hay una falta de mercados internos para la pequeña burguesía. El fascismo se aprovechó del antisemitismo fomentado por la feroz competencia nacional de la pequeña burguesía, utilizándolo para desviar los confusos sentimientos anticapitalistas de las masas hacia el pantano del antisemitismo.
La consecuencia del antisemitismo de los nazis es bien conocida: seis millones de judíos exterminados en los crematorios.
Si hasta 1880 la emigración judía desde la Europa oriental fue principalmente a la parte occidental del continente, más tarde cambió de rumbo, dirigiéndose sobre todo a Estados Unidos y, posteriormente, a Israel. Esta tendencia se desarrolló considerablemente con los decretos reaccionarios de 1882 y con el aumento de los pogromos a partir de 1881.
Sólo entre 1881 y 1898 emigraron a Estados Unidos 533.000 personas. Y entre 1900 y 1914, 1.200.000. Así, la comunidad judía estadounidense, que en 1880 era de 230.000 personas, alcanzó en 1904 el millón y medio. Cuando en este país se impusieron duras restricciones a la inmigración, los judíos de la Europa oriental se dirigieron a la Europa occidental y central, Canadá, Argentina, Austria y otros países. En estos países se integraron mucho más y terminaron su existencia como miembros de una casta.
El sionismo
Los sionistas sostienen que ellos son la expresión del sueño histórico de los judíos de regresar a la Tierra Prometida. En realidad, cada vez que las bases de la vida social judía han estado en serio peligro, una parte de la población ha creado una forma de misticismo mesiánico.
Sin embargo, el nacionalismo judío, particularmente en su versión sionista, fue una nueva concepción nacida del contexto sociopolítico de Europa oriental en el siglo XIX. Víctimas del nacionalismo agresivo de la ascendente burguesía de los países europeos orientales, la clase media judía adoptó, a su vez, la ideología nacionalista de sus vecinos.
El dogma sionista ha incorporado muchos elementos de las doctrinas antisemitas, empezando por la idea de la incompatibilidad entre judíos y no judíos a través de la llamada a una migración masiva a Palestina con el ánimo de establecer un estado judío. El primer defensor del ideario sionista no fue Theodor Herzl, sino Moses Hess, que en su juventud fue colega de Marx y Engels. En 1860 escribió Roma y Jerusalén, obra donde llamaba al pueblo judío a retornar a su patria ancestral y que se convirtió en un manifiesto sionista. Sin embargo, esta idea ya se encuentra en un panfleto de 1860 escrito por Ernest Laharanne, el secretario personal de Napoleón III, que sugiere utilizar a los judíos para la ocupación francesa de Siria. De hecho, fue precisamente la misma idea que lord Palmerston había sugerido en 1840, cuando Gran Bretaña estableció un consulado en Jerusalén y propuso fundar una colonia judía europea para "preservar los importantes intereses del Imperio Británico" (Ralph Schoenman, Historia oculta del sionismo, capítulo 2).
Esta misma idea se expresa en Roma y Jerusalén, donde se defiende que los colonos judíos deberían iniciar la preparación militar para luchar contra la resistencia de los beduinos.
Pero el principal ideólogo del sionismo fue Theodor Herzl, quien publicó, como reacción al caso Dreyfuss, un panfleto titulado El Estado judío. En él, Herzl defiende que la única manera de acabar con el antisemitismo es concentrando a los judíos en un centro autónomo. Este centro, en opinión de Herzl, no tenía que ser necesariamente Palestina, sino un estado formado con el apoyo de las potencias coloniales a cambio de los servicios prestados por los sionistas: "Allí deberíamos ser un trozo de la muralla europea contra Asia, un puesto avanzado de la civilización frente a la barbarie" (Theodor Herzl, A Jewish State, p. 29, Londres, 1896).
Herzl apelaba al káiser Guillermo, al sultán Abdul Hamid II (en aquel entonces Palestina era una provincia de la Siria otomana), a Plehve, ministro del Interior ruso y uno de los principales organizadores de los pogromos, a Witte, otro ministro del zar y también rabioso antisemita, al Papa, al rey italiano Víctor Manuel III y al secretario de Estado británico para las colonias, Chamberlain. Herzl fracasó en esta misión, pero su sucesor, Haim Weitzman, que se convertiría en el primer presidente de Israel, sí fue capaz de conseguir la carta conocida como la Declaración Balfour (1917). El sionismo fue capaz de construir un estado, pero sólo dentro del marco de la expansión colonial occidental, en particular la británica.
El objetivo del sionismo nunca ha sido colonizar Palestina para explotar a la población nativa, como era el objetivo de los movimientos coloniales e imperiales de los siglos XIX y XX, sino establecer un estado judío, lo que no se podía hacer sin dispersar y desposeer a la población local. Desde el principio, los sionistas aparentaron que el país estaba vacío y esperando a que los dispersos judíos regresaran a su patria ancestral. En esencia, era la misma actitud de todos los colonialistas, que arguyen la doctrina del "descubrimiento" de tierras "vacías". Los sionistas tenían para los palestinos la misma solución que los europeos para los indios, a quienes veían como un obstáculo salvaje.
Pero a finales del XIX Palestina no estaba vacía, sino que había miles de aldeas. Jerusalén, Haifa, Gaza, Nablús, Acre, Jericó, Ramla, Hebrón o Nazaret eran ciudades florecientes. En vísperas de la ocupación británica, más de medio millón de palestinos vivían en el país.
Los británicos dictaron la declaración Balfour no sólo como pago a los años de apoyo de los dirigentes sionistas en la guerra contra la Alemania imperial, sino también como un instrumento para colonizar Palestina y controlar políticamente a sus pobladores: "El sionismo, tenga razón o esté equivocado, sea bueno o malo, está enraizado en las necesidades del presente y en las esperanzas del futuro, cuya trascendencia es más profunda que los deseos de los más de 700.000 árabes que ahora habitan esa antigua tierra" (Citado por Harry N. Howard, The King Comission: An American Inquiry in the Middle East, Beirut, 1963).
No es una ninguna sorpresa descubrir que, durante la I Guerra Mundial, el futuro primer ministro de Sudáfrica, el general Jam Smuts, en su calidad de delegado de su país en el gabinete de guerra británico, ayudó a garantizar el éxito de la declaración Balfour. En los albores del siglo XX, un gran número de judíos, fundamentalmente procedentes de Lituania, se habían asentado en Sudáfrica. Debido a su propio estatus de colonos en este país, los líderes sionistas los consideraron como seguidores potenciales de las ideas sionistas. Sin embargo, esto no significa que Israel y Sudáfrica sean idénticos. Sudáfrica se basa en la explotación de la clase obrera negra, mientras que Israel es una nueva sociedad de clases basada principalmente en la explotación de los trabajadores judíos.
En 1923, Zeev Jabotinsky, el padre del sionismo de derechas, escribió un sincero artículo titulado El muro de hierro, donde explicaba las premisas esenciales del sionismo, ya esbozadas anteriormente por Theodor Herzl aunque no de forma tan elocuente:
"No está en discusión la reconciliación voluntaria entre nosotros y los árabes, ni ahora ni en un futuro previsible. Todas las personas de buena voluntad, a excepción de los ciegos de nacimiento, comprendieron hace mucho tiempo la total imposibilidad de llegar a un acuerdo voluntario con los árabes de Palestina para la transformación de Palestina, de un país árabe en un país con mayoría judía. Cada uno de vosotros tiene una comprensión general de la historia de la colonización. Intentad encontrar un solo ejemplo en que la colonización de un país tuviera lugar con el acuerdo de la población nativa y veréis que nunca ha ocurrido tal cosa.
"Ya sea a través de la declaración Balfour o del mandato, la fuerza externa es necesaria para establecer en el país las condiciones de gobierno y defensa que priven, administrativa o físicamente, a la población local de la posibilidad de impedir nuestra colonización, independientemente de cuál sea su deseo. La fuerza debe jugar su papel, con contundencia y sin indulgencia. En esto no hay diferencias significativas entre nuestros militaristas y nuestros vegetarianos. Unos prefieren un muro de hierro de bayonetas israelíes; los otros, un muro de hierro de bayonetas inglesas".
Los crímenes del movimiento sionista contra los palestinos están muy bien documentados. Pero el alcance de los crímenes de los dirigentes de este movimiento burgués contra las propias masas judías es mucho menos conocido. Para empezar, los sionistas comparten con los antisemitas la visión del judío como un extranjero en los países donde los judíos han vivido durante generaciones.
El propio Herzl escribió lo siguiente: "Conseguí una actitud más libre hacia el antisemitismo, ahora comienzo a comprenderlo históricamente y a perdonarlo. Sobre todo, reconocí la vacuidad y la futilidad de intentar ‘combatir’ el antisemitismo" (Marvin Lowenthal, The Diaries of Theodor Herzl, p. 6. Citado por Lenni Brenner, Zionism in the Age of the Dictators, p. 6, Westport, Conn.; Lawrence Hill, 1983).
"El pueblo judío —escribió Jabotinsky en la misma tónica— es perverso; sus vecinos le odian, y con razón (…) su única salvación reside en la emigración general a la tierra de Israel" (Brenner, The Iron Wall: Zionist Revisionism from Jabotinsky to Shamir).
Los fundadores del sionismo no sólo no creían en la lucha contra el antisemitismo, sino que se veían a sí mismos como aliados de los antisemitas más reaccionarios en la batalla contra el movimiento revolucionario. En su reunión con el conde von Plehve, el organizador del peor pogromo de Rusia, el de Kishinev, Theodor Herzl le ofreció lo siguiente: "Ayúdeme a alcanzar la tierra [Palestina] cuanto antes y la rebelión [contra el poder zarista] acabará" (Ibíd., p. 14). Herzl también ofreció ayuda para librar a Rusia de esos "nocivos y subversivos judíos anarco-bolcheviques".
Plehve estuvo de acuerdo y comenzó a financiar el movimiento sionista. Más tarde se quejó a Herzl: "Los judíos se han unido a los partidos revolucionarios. Simpatizábamos con vuestro movimiento sionista en la medida que impulsaba la emigración. No tenéis que justificar el movimiento [sionista] ante mí. Estáis predicando a un converso".
Jabotinsky negoció una alianza con Simón Petilura, proponiéndole a éste que una fuerza policial judía acompañase a sus fuerzas en su lucha contrarrevolucionaria contra el Ejército Rojo y la Revolución Bolchevique. Petilura fue un fascista ucraniano que dirigió personalmente cientos de pogromos en los que murieron asesinadas un total de 28.000 personas.
Tras la llegada al poder de los nazis, hubo muchos intentos de cambiar las leyes de inmigración de EEUU y Europa occidental, para proporcionar refugio a los judíos perseguidos. Los sionistas intentaron activamente detener esos esfuerzos. Para ellos, los únicos judíos que contaban eran los que emigraban a Palestina. En una reunión de sionistas laboristas celebrada en Gran Bretaña en 1938, Ben Gurión dijo lo siguiente: "Si supiera que sería posible salvar a todos los niños en Alemania trayéndoles a Inglaterra y sólo a la mitad si los enviamos a la tierra de Israel, yo optaría por la segunda alternativa" (Brenner, Zionism in the Age of the Dictators, p. 48).
Tan tarde como en 1943, mientras los judíos europeos eran exterminados por millones, el Congreso de EEUU propuso la formación de una comisión para "estudiar" el problema. El rabino Stephen Wise, el principal portavoz estadounidense del sionismo, fue a Washington para testificar contra el rescate porque eso desviaría la atención de la colonización de Palestina.
Este es el mismo rabino Wise que en 1938 escribió una carta, como líder del Congreso Judío Norteamericano, en la que se oponía a cualquier cambio de las leyes de inmigración estadounidenses que permitiera a los judíos encontrar refugio. Expuso lo siguiente: "Podría ser de su interés saber que, hace unas semanas, los representantes de todas las organizaciones judías importantes celebraron una conferencia. (…) Se decidió que, en este momento, ninguna organización judía apoyaría ningún proyecto de ley que altere las leyes de inmigración" (Ibíd., p. 149).
Chaim Weizmann, el líder sionista que había preparado la declaración Balfour y que más tarde se convirtió en el primer presidente de Israel, planteó muy explícitamente esta política sionista: "Las esperanzas de seis millones de judíos europeos se centran en la emigración. Me preguntaron: ‘¿Puedes llevar a seis millones de judíos a Palestina?’. Respondí: ‘No’ (…) Desde lo más profundo de la tragedia quiero salvar (…) a los jóvenes [para Palestina]. Los viejos pasarán. Soportarán su destino o no. Son polvo, un polvo moral y económico en un mundo cruel. (…) Sólo la gente joven sobrevivirá. Tienen que aceptarlo" (Informe de Chaim Weizmann al congreso sionista de 1937 sobre su testimonio ante la Comisión Peel, en julio de 1937 en Londres. Citado en Yahya, p. 55).
Esta política de salvar a los judíos solamente para el proyecto sionista en Palestina condujo a los pactos entre el movimiento sionista y la Alemania nazi, que empezaron a salir a la luz en 1953. El doctor Rudolph Kastner, del Comité de Rescate de la Agencia Judía en Budapest, firmó un acuerdo secreto con Adolf Eichmann para "solucionar la cuestión judía en Hungría". Este pacto se firmó en 1944 y selló el destino de 800.000 judíos. Más tarde se revelaría que Kastner actuó bajo la dirección de los dirigentes sionistas en el extranjero. El acuerdo recogía la salvación de seiscientos destacados judíos a cambio de mantener silencio sobre la suerte de los judíos húngaros.
Sin embargo, el pacto salió a la luz en Israel gracias a un superviviente, Malchiel Greenwald, que denunció que Kastner había colaborado con los nazis y que sus actuaciones en Budapest costaron la vida a cientos de miles de judíos. Greenwald fue demandado por el gobierno israelí, o sea, por los mismos líderes que habían preparado los términos del pacto de Kastner.
El tribunal israelí llegó a la siguiente conclusión: "El sacrificio de la mayoría de los judíos, para así rescatar a los más prominentes, fue el elemento básico del acuerdo entre Kastner y los nazis. Este acuerdo fijó la división de la nación en dos campos desiguales: por un lado, un pequeño grupo de notables, que los nazis prometieron a Kastner salvar, y, por otro lado, la gran mayoría de los judíos húngaros, condenados por los nazis a morir" (Sentencia del 22 de junio de 1955. Protocolo de la causa criminal 124/53 en el tribunal de Jerusalén. Ibíd., p. 58).
El tribunal declaró que la condición imperativa de ese pacto fue que ni Kastner ni los líderes sionistas interferirían en la actuación de los nazis contra los judíos. Estos líderes no sólo no interfirieron, sino que además estuvieron de acuerdo en que ellos, en palabras del tribunal israelí, "no dificultarían el exterminio". La colaboración entre el Comité de Rescate de la Agencia Judía y los exterminadores de los judíos se cimentó en Budapest y en Viena.
Más tarde se supo que Kastner intervino para evitar que el general de las SS Kurt Becher fuese juzgado por crímenes de guerra. Becher fue uno de los principales negociadores del acuerdo con los sionistas de 1944 y comandante de las SS en Polonia. Heinrich Himmler lo nombró comisario de todos los campos de concentración nazis.
El estudio de la auténtica historia del movimiento sionista conduce a una conclusión clara: es un movimiento nacionalista que sirve a los intereses de la élite. Como marxistas, condenamos todos los crímenes cometidos contra los árabes o contra los judíos. Sin embargo, a diferencia de aquellos que piensan que el movimiento sionista no es igual al resto de movimientos nacionalistas que apoyan el decadente orden capitalista, para nosotros el sionismo posee la misma naturaleza de clase que los movimientos nacionalistas que pretenden que los otros nacionalismos son malos y el suyo es el único bueno. Nos oponemos a los intentos de los intelectuales de izquierdas, desde la guerra de 1967, de describir a los sionistas como un inusual grupo nacionalista monstruoso. Todos los nacionalistas sirven a este orden capitalista podrido que provoca enormes sufrimientos a las masas. El sionismo es igual de negativo que el resto de los nacionalismos.
Por supuesto, la mayoría de los sionistas intentan negar esta verdad obvia diciendo que el sionismo ha sido muy diferente de cualquier otro movimiento colonialista conocido porque protege los intereses de las masas judías. Según ellos, es un movimiento para la autorredención y el regreso a la tierra de sus orígenes de un pueblo desplazado. Todos los demás (griegos, asirios, romanos, turcos, ingleses…) fueron conquistadores. Los judíos que regresaron a Israel reclamaron la tierra y la recuperaron después de dos mil años de abandono. A pesar de las enormes dificultades y peligros, prosperaron. A medida que recuperaban la tierra y cada vez llegaban más judíos, también los árabes acudieron a esa nueva prosperidad.
La ideología sionista guarda una asombrosa similitud con la ideología del apartheid del movimiento afrikáner sudafricano, que también cree en la elección divina. Se consideran el "pueblo elegido", y Sudáfrica era su "tierra prometida".
Los holandeses arribaron a África en 1652, cuando la Compañía Holandesa de las Indias Orientales estableció un puesto avanzado. Poco después, la compañía empezó a llevar colonos desde Holanda, a los que se conocería como bóers ("granjeros") o afrikáners.
En 1836, sintiéndose perseguidos por los británicos, los afrikáners abandonaron la región de El Cabo y se dirigieron al Transvaal, en el norte, con el fin de establecer allí su propia república. Esta migración es conocida como la Gran Marcha y, en sus esquemas, es la "prueba épica nacional de que Dios eligió al pueblo afrikáner y de Su destino especial para él". Según su punto de vista, al emprender la marcha con sus carretas "fueron seguidos por el ejército británico, como el del faraón, y por todas partes estaban rodeados de ‘cananeos’ negros no creyentes. Dado que el pueblo de Dios actuaba según Su voluntad, Él les libró de las manos de sus enemigos y les dio su libertad en la Tierra Prometida" (Apartheid and the Promised Land: Afrikaners and the ‘Great Trek’).
Muchos afrikáners murieron durante la Gran Marcha. Otros cayeron en batallas con los africanos. La batalla decisiva fue la del Río Sangriento, el 16 de diciembre de 1838. Diez mil guerreros zulúes atacaron a los expedicionarios. Murieron más de 3.000 zulúes, pero no hubo bajas entre los afrikáners, que atribuyeron su victoria a la intervención divina. Dijeron que Dios había hecho un pacto con ellos. Establecieron su propia república, pero continuaron en conflicto con los británicos por la tierra y los minerales. Los afrikáners derrotaron a los británicos en la primera guerra anglo-bóer (1880-1881), pero en la segunda (1899-1902) sufrieron la derrota definitiva.
Esta amarga experiencia histórica fue percibida como la "saga sagrada de los afrikáners". Los relatos del Antiguo Testamento, especialmente del Éxodo, y las tradiciones de la Tierra Prometida fueron prominentes y una guía para comprender su suerte. Un poeta afrikáner lo expresó así:
¡Pero mirad!, el mundo se vuelve más salvaje;
las alimañas son más fieras,
hordas de negros completamente desnudos
que siguen a tiranos.
Cómo sufre el puñado de expedicionarios,
los que van en pos de la libertad, creadores de un Pueblo.
Como otro Israel,
rodeados de enemigos, perdidos en el veld,
pero elegidos para otro Canaán,
guiados por el plan de Dios.
Los afrikáners eran el Pueblo del Pacto. La tierra fue decisiva en esta visión. La columna vertebral de la historia afrikáner (no menos que el sentido histórico de las escrituras hebreas en las que se basaba) implica arrebatarle la "Tierra" al extraño, a las fuerzas del mal en realidad. Había que recuperar la tierra. Estas fuerzas extrañas y malignas incluían a los británicos, pero especialmente a los indígenas africanos, a los que consideraban seres inferiores. Eran los cananeos destinados a ser sirvientes de los afrikáners. Con los años, los negros fueron expulsados de sus granjas y tierras de pasto, así que muy pocos pudieron seguir viviendo en las zonas rurales como propietarios de tierras.
Como ya hemos dicho, a pesar de la similitud de sus ideologías hay una diferencia fundamental entre la situación en Israel y el apartheid. Los sionistas expulsaron a la mayor parte de la población nativa y crearon en Israel una nueva nación y una nueva clase obrera. Es una lástima que las masas judías llegaran a Palestina y expulsaran a los palestinos, en vez de intentar resolver la cuestión nacional judía dentro del marco de la federación socialista de la Unión Soviética, pero esto fue imposible debido al surgimiento del estalinismo, como veremos más adelante. Es importante comprender la diferencia entre Israel y el apartheid, dado que los sectarios que insisten en que ambos son esencialmente iguales defienden una solución que niega el derecho de autodeterminación de los israelíes en la forma de una autonomía socialista dentro de un estado socialista federal, como parte de una Federación Socialista del Oriente Medio. A algunas de las sectas que se reclaman trotskistas les gusta basarse en la posición de los trotskistas sobre Sudáfrica cuando Trotsky aún vivía.
En junio de 1939, Tony Cliff, conocido en aquel entonces por el seudónimo de L. Rock, escribió Políticas de clase en Palestina, en donde respondía a un artículo de los compañeros sudafricanos publicado en el Spark: "Los marxistas revolucionarios tienen el deber de apoyar el movimiento de liberación nacional con todas sus fuerzas incluso si la burguesía o los feudalistas están momentáneamente al frente. Sin embargo, al mismo tiempo deben preservar su independencia mostrando el camino proletario a la emancipación nacional, porque sólo la hegemonía proletaria y la diferenciación de clase en el movimiento nacional pueden garantizar la emancipación total y estable del pueblo colonial".
Por esta razón, Rock defendía que había que oponerse al sionismo por ser un movimiento reaccionario. Sin embargo, esto no debería llevar a negar los derechos de las masas judías:
"A la negación del sionismo no debe seguir la negación del derecho de existencia y extensión de la población judía en Palestina. Esto sólo se justificaría si existiera una identidad objetivamente necesaria entre esta población y el sionismo, y si la población judía fuese necesariamente un puesto avanzado del imperialismo británico, y nada más. Son los feudalistas árabes, los dirigentes judíos sionistas y los imperialistas ingleses quienes consideran a la población judía y al sionismo como idénticos. Los feudalistas árabes necesitan esta concepción para reclutar a las masas árabes para la lucha antijudía chovinista, diciendo: ‘¡Aplastad a los judíos porque son conquistadores sionistas!’. Los líderes judíos afirman que esta identidad existe para anclar la ideología sionista entre las masas judías, y dicen: ‘¡Sois judíos, por lo tanto también debéis ser necesariamente sionistas!’. El imperialismo británico utiliza estos argumentos porque ofrecen una magnífica base para los antagonismos nacionales. Deseamos, por tanto, examinar si el campo judío es realmente parte integral del campo imperialista y si la lucha antiimperialista también exige la lucha contra esta población, o si, por el contrario, podemos y debemos ganar a la mayoría de ella, es decir, a las masas oprimidas judías, para la lucha antiimperialista.
"Los estalinistas de Palestina consideran a la población judía como una parte integral del campo imperialista, y así llegan a consignas como éstas: ‘¡Bloqueo a la inmigración judía! ¡Prohibir la venta de tierras a los judíos! ¡Expropiar la tierra de los judíos y armar a los árabes!’. El Partido Comunista de Palestina se pavonea ante la población árabe con actos terroristas antijudíos. Estas consignas estalinistas se basan en su idea del papel objetivamente pro-imperialista de la población y los inmigrantes judíos. Para justificar estos esquemas, a menudo hacen una analogía simple entre la posición de los oprimidos judíos y la posición de los blancos en Sudáfrica. Es especialmente peligroso que esta analogía perversa eche raíces entre los marxistas sudafricanos. Desgraciadamente, en el artículo del Spark había varios errores basados en esta analogía. Los dirigentes reformistas del movimiento obrero judío en Palestina también han comparado la posición de los judíos en el país con la de los blancos en Sudáfrica. Esta analogía se hace para demostrar que el trabajador judío no debe unirse con el árabe, como argumento contra la organización internacional de los trabajadores en Palestina. Por supuesto, el PCP hizo suya la analogía, para así poder demostrar el ‘carácter imperialista’ de los judíos en Palestina. Deseamos someter a examen esta analogía para demostrar claramente que el trabajador judío en Palestina no forma parte del campo imperialista y que sus intereses objetivos le llevarán a unirse con el trabajador árabe.
"En primer lugar, hay que reseñar que los trabajadores judíos son más de la mitad del total de la clase obrera, mientras que en Sudáfrica (según las cifras de 1922-25) los trabajadores blancos eran sólo una quinta parte de la clase obrera. Los trabajadores blancos sudafricanos son en su mayor parte artesanos, y los negros hacen los trabajos más duros. En Palestina hay trabajadores de todas las categorías, tanto entre la clase obrera árabe como entre la judía. A una gran parte de los trabajadores blancos en Sudáfrica se les echan algunas migajas sobrantes de la mesa de la gran burguesía inglesa que explota al trabajador negro. El resultado es que el salario del trabajador blanco es entre cinco y seis veces superior al del trabajador negro. Es decir, los trabajadores blancos sudafricanos representan una fina capa aristocrática. En Palestina, los trabajadores judíos no son una capa, sino una clase en la que, aunque hay aristócratas obreros, hay más que son simples obreros. Los blancos sudafricanos tienen amplios derechos políticos (leyes democráticas, legislación laboral avanzada, etc.), mientras que los negros son esclavos coloniales oprimidos. En Palestina, tanto los judíos como los árabes son oprimidos por la potencia extranjera y no tienen ningún derecho democrático".
La similitud entre los sionistas y la ideología de los bóers es conocida por muchas personas politizadas. Pero también es importante darse cuenta de la similitud de Herzl y el sionismo con otros movimientos políticos, por ejemplo con Marcus Garvey y la Asociación Universal para la Mejora del Negro (UNIA).
La UNIA fue probablemente el mayor movimiento de masas de la población negra en toda la historia de Estados Unidos. Con un mensaje nacionalista negro de retorno a África, a principios de la década de 1920 Garvey y la UNIA establecieron 700 delegaciones de su movimiento en treinta y ocho estados. Más tarde, grupos como el Father Divine's Universal Peace Mission Movement y la Nación del Islam obtuvieron adeptos y se inspiraron en Garvey, cuya filosofía y organización tenían un gran componente religioso, que él mezcló con aspectos económicos y políticos. Garvey decía que su Declaración de los Derechos de los Pueblos Negros del Mundo, junto con la Biblia, eran "las Sagradas Escrituras de nuestra raza negra". El llamamiento de la UNIA y su influencia no sólo se dejaron sentir en EEUU, sino también en Canadá, el Caribe y el continente africano.
Garvey nació en 1887 en St. Anne's Bay (Jamaica). En 1912 viajó a Inglaterra, donde permaneció dos años. En esa época entró en contacto con las ideas de los nacionalistas irlandeses. También accedió a la autobiografía de Booker T. Washington, titulada De la esclavitud a la libertad. Washington creía que los afroamericanos necesitaban, en primer lugar, mejorarse a sí mismos, demostrando a los estadounidenses blancos que merecían los mismos derechos. Washington rechazó reiteradamente la acción política de masas. Decía que no sería el activismo político lo que beneficiase a los afroamericanos, sino la formación profesional práctica. Garvey abrazó las ideas de Washington y regresó a Jamaica en 1914 para fundar la UNIA bajo el lema "¡Un Dios! ¡Un objetivo! ¡Un destino!". Se trasladó a EEUU y descubrió la menguante esperanza, entre los afroamericanos, de conseguir disfrutar algún día de los mismos derechos que el ciudadano blanco estadounidense. Estaban perdiendo la esperanza de llegar a integrarse algún día en la sociedad estadounidense. Los afroamericanos habían participado en gran número en la guerra mundial, y muchos esperaban alguna clase de reconocimiento de que también eran ciudadanos con plenos derechos. Sin embargo, a la par que los soldados negros regresaban de la guerra y más y más afroamericanos se trasladaban a las zonas urbanas, crecían las tensiones raciales. Entre 1917 y 1919 estallaron disturbios raciales en St. Louis, Chicago, Tulsa y otras ciudades, demostrando que los gobernantes blancos pretendían seguir tratando a los afroamericanos de la misma manera que antes de la guerra.
Garvey, como Herzl, estaba convencido de que nunca habría integración. En 1917 estableció en Nueva York el cuartel general de la UNIA y comenzó a propagar el mensaje del nacionalismo negro y el retorno a África de toda la población de ascendencia africana. La ideología de Garvey llegó a defender que dicha población podría crear una gran nación independiente en su antigua patria africana. Como Herzl, adoptó el mensaje de Washington y optó por no luchar contra la clase dominante, convirtiendo así la lucha de clases en un sueño nacionalista.
En 1919, Garvey compró un auditorio en Harlem y lo bautizó como Liberty Hall (Sala Libertad). Celebraba reuniones nocturnas para lanzar su mensaje, a veces ante audiencias de seis mil personas. En 1918 comenzó a editar el periódico Negro World (Mundo Negro), que en 1920 tenía una circulación de entre 50.000 y 200.000 ejemplares. La afiliación a la UNIA es difícil de calcular. En un momento dado, Garvey afirmó que tenía seis millones de miembros. Esta cifra es probablemente muy exagerada. Sin embargo, sí es verdad que mucha gente, incluso millones, se involucró.
Garvey insistió en la idea del orgullo racial, celebrando su pasado africano y animando a los afroamericanos a estar orgullosos de su herencia y de su aspecto. Garvey proclamó el black is beautiful ("lo negro es hermoso") mucho antes de que la frase se hiciera célebre en la década de 1960. Quería que los afroamericanos se vieran a sí mismos como miembros de una raza poderosa: "Debemos canonizar a nuestros propios santos, crear nuestros propios mártires y elevar a un lugar de fama y honor a hombres y mujeres negros que han hecho distintas contribuciones a nuestra historia racial".
Garvey creó una Legión Africana que vestía prendas de estilo militar, bandas de desfile uniformadas y otros grupos auxiliares, como las Enfermeras de la Cruz Negra.
En 1922, Marcus Garvey y otros dirigentes de la UNIA, como Gabriel M. Johnson, de Liberia, y G. O. Marke, de Sierra Leona, presidieron el desfile de apertura de la conferencia de la UNIA en Nueva York.
Aunque que el orgullo y la unidad racial jugaban un papel importante en el nacionalismo negro, Garvey reverenciaba al capitalismo como la herramienta que establecería a los afroamericanos como un grupo independiente. Su mensaje fue llamado el "evangelio del éxito negro" porque él creía que el éxito económico era la vía más rápida y eficaz a la independencia. En 1919 formó la Negro Factories Corporation y ofreció la compra de acciones a los afroamericanos. Quería producir todo lo que una nación necesitaba, para que así los afroamericanos pudiesen basarse totalmente en sus propios esfuerzos. En un momento dado, la corporación gestionó tres tiendas de comestibles, dos restaurantes, una imprenta y una lavandería, además de poseer varios edificios y camiones, solamente en la ciudad de Nueva York. Su aventura económica más famosa fue la naviera Black Star Line, réplica de otra de propiedad blanca llamada White Star Line. Su actividad empezó en 1919, para promover el comercio y transportar pasajeros a África, en particular a Liberia. Creía que también podría servir como signo tangible del éxito negro. Sin embargo, la empresa finalmente fracasó debido a los excesivos gastos de mantenimiento, la mala gestión y la corrupción.
Con todo su discurso sobre una raza poderosa que un día gobernaría África, como los sionistas, Garvey comprendió el importante papel de la religión en el control de las personas. El cristianismo jugó ese papel entre la comunidad afroamericana.
Los ritos y el lenguaje religiosos abundaban en las reuniones de la UNIA en el Liberty Hall, como Randall Burkett señala en su libro Redención negra: Los clérigos hablan para el movimiento de Garvey.
Garvey mezclaba bastante dramáticamente su nacionalismo negro, basado en intereses capitalistas, con su actitud cristiana. Planteaba que los afroamericanos deberían ver a Dios "a través de sus propios ojos". Si los blancos podían ver a un Dios blanco, entonces los negros podían ver a un Dios negro.
En 1922 su retórica dio un giro desde la postura de confrontación con la América blanca racista a otra de separatismo combinado con la suficiente cooperación. Al igual que Herzl, que se reunió con los pogromistas rusos, Garvey aplaudió a los blancos que promovían la idea de enviar a los afroamericanos de vuelta a África. Ese año incluso se reunió en Atlanta con un destacado dirigente del Ku Klux Klan, para discutir sus ideas sobre el mestizaje y la igualdad social.
El mensaje de Garvey encontró una considerable resistencia entre otros dirigentes afroamericanos más inclinados a la izquierda, como W.E.B. DuBois, que en 1924 dijo que "Marcus Garvey es el enemigo más peligroso de la raza negra en EEUU y en el mundo". Philip Randolph y Chandler Owen, cuyo periódico veía la cuestión racial como una cuestión de clase y no del color de la piel, llamaban a Garvey el "chico de los recados del Ku Klux Klan" y el "supremo burro jamaicano negro", a la par que etiquetaba a la UNIA como la "Asociación Infame de Negros Desinformados".
El sionismo nació como expresión de la crisis y la incapacidad de la clase media judía de integrarse con la clase dominante europea y, al mismo tiempo, como rechazo a la alternativa proletaria frente a la opresión de los judíos. Al igual que Garvey se reunió con el líder del KKK, Herzl se reunió con Plehve, el ministro ruso del Interior, el fundador de las Centurias Negras y el hombre al que los judíos consideraban, no sin razón, responsable del pogromo de Kishinev. Pero Herzl se daba cuenta de que ambos compartían un mismo interés: mantener el orden político capitalista.
Es verdad que el sionismo nunca ha estado formado por un solo grupo social. En el flanco izquierdo del movimiento sionista hubo muchas personas que honestamente se consideraban socialistas. Contrariamente a los socialistas judíos, activos en los partidos obreros no judíos o en el Bund, los sionistas de izquierdas perdieron la esperanza en la solidaridad de la clase obrera y desertaron de la lucha de clases. Los sionistas de izquierdas abrazaron el dogma reformista de la revolución en dos etapas, para así poder ser sionistas y, al mismo tiempo, declararse socialistas. De esta forma pudieron renunciar a la lucha por el socialismo en el presente y dejarla para más adelante, en una futura Palestina judía cuya estructura social se hubiese "normalizado".
El ala obrera del sionismo estaba representada por el partido Poale Zion (Trabajadores de Sión) y su principal teórico fue Ber Borochov (1881-1917). Sin duda, muchos de ellos aspiraban a ser sionistas y revolucionarios. Durante la I Guerra Mundial, el Poale Zion ruso mantuvo una postura antiimperialista. Durante la guerra civil rusa, el Regimiento Borochov luchó al lado del Ejército Rojo.
Borochov se reunió con Lenin y le preguntó qué pensaba él de su teoría. Lenin le dijo que debía de ser muy difícil sentarse entre dos sillas. El análisis de Borochov parte de la idea de que los judíos eran económicamente Luftmenschen (literalmente, "hombres suspendidos en el aire"), una observación que conecta con la famosa observación de Marx acerca de que los judíos polacos vivían "en los poros" de la sociedad. Para Lenin, la clase obrera judía estaba en desventaja por culpa de la anormal estructura social del pueblo judío. Los trabajadores judíos, predominantemente artesanos arruinados y asalariados de las pequeñas industrias manufactureras, eran particularmente vulnerables a la más leve recesión económica. Además, la tendencia del capitalismo es a eliminar a las empresas más pequeñas del comercio minorista, lo que dejaba a los trabajadores judíos expuestos a una despiadada competencia nacional. En estas condiciones, dada la ausencia de una adecuada "base estratégica", ni el proletariado judío pudo librar una lucha de clase ni las masas de la pequeña burguesía se proletarizaron. Por tanto, era necesario "normalizar" la estructura social judía, y en este punto el sionismo apareció una necesidad histórica.
La formación de un proletariado judío en la agricultura y la industria básica solamente sería posible a través de una "autonomía político-territorial" judía. Esto no se podía llevar a cabo en la Rusia revolucionaria, sino en un país subdesarrollado, un país semiagrario donde el pequeño capital y el trabajo judíos pudieran ser utilizados. En tal país de bajo desarrollo cultural y político no habría temor a la competencia.
Pero, ¿por qué precisamente Palestina? Borochov no da una respuesta clara a esta pregunta, y la razón es simple: sus esquemas teóricos son realmente una racionalización y un intento de armonizar el socialismo y el nacionalismo.
En Clase y nación, Borochov extiende la noción de la competencia nacional a todas las clases, resolviendo la cuestión nacional a través de la "solidaridad entre los intereses nacionales", que asegurará al proletariado una base normal para su trabajo y combate de clase. Una vez más, clase y nación parecen estar en armonía para él, y no concibe el desarrollo de la lucha nacional de un proletariado oprimido como parte de la lucha general de la clase obrera por la emancipación social. Esta postura estaba en contradicción con la de la larga lista de dirigentes socialistas de origen judío (Rosa Luxemburgo, Áxelrod, Mártov, Trotsky, Zinóviev, Kámenev…).
Borochov destacó el problema de la relación de las masas judías con los sectores productivos de la economía. Pero lejos de ser un "problema judío", esto implica una cuestión mucho más decisiva: la necesidad de que los trabajadores de las naciones oprimidas formen parte del movimiento internacional de la clase obrera. Además, sólo cuando este movimiento proletario unido tome el poder podrán empezar a resolverse los problemas creados por el sistema capitalista. Irónicamente, los mismos problemas que Borochov señaló en sus escritos sobre la cuestión judía existen hoy para la clase obrera palestina.

Israel y el antisemitismo

Estamos asistiendo a una nueva oleada de antisemitismo. Como en el pasado, hunde sus raíces en la crisis económica e histórica del capitalismo. Al mismo tiempo, las acciones criminales de la clase dominante israelí contra los palestinos están contribuyendo al ascenso del antisemitismo. Contrariamente a las previsiones de los marxistas, se creó un estado israelí. Sin embargo, el éxito sionista no es sólo el resultado del antisemitismo europeo que culminó en el Holocausto. No se puede olvidar el ascenso del estalinismo, que, junto con el nazismo, echó a los judíos en brazos de los sionistas. Israel ha sido la principal herramienta de dominación imperialista en Oriente Medio. El auge económico posterior a la II Guerra Mundial atrajo a muchos judíos, que en Israel encontraban una sociedad segura. Mucha gente identifica a Israel con los intereses del imperialismo estadounidense y el apoyo a EEUU en Iraq. En la mente de muchas personas, el odio a la clase dominante estadounidense está ligado al odio antijudío. Es el "socialismo de los tontos", como correctamente denominó Bebel al odio a los judíos, a quienes se identificaba con la clase dominante. Pero mientras los judíos continúen identificándose con los crímenes de EEUU y del estado israelí, será difícil luchar con éxito contra las difamaciones racistas de los antisemitas. Sin embargo, ahora vivimos en una situación diferente. La clase dominante israelí está al frente de un sistema atrapado en una crisis económica, social y política muy profunda. La clase obrera israelí está sufriendo ataques y, tarde o temprano, empezará a luchar, a pesar de la dirección derechista en la confederación sindical Histadrut. Esa lucha abrirá la posibilidad de que muchos judíos se separen de la clase dominante estadounidense e israelí, lo que les permitirá identificarse con el internacionalismo proletario. Esta es la única manera de luchar contra el antisemitismo.

CUARTA PARTE: LA REVOLUCIÓN RUSA. BOLCHEVISMO, BUND Y ESTALINISMO

En 1898 se fundó el Partido Obrero Social-Demócrata de Rusia (POSDR). Desde el principio, muchos de sus dirigentes fueron judíos. Las dos alas del partido (los mencheviques reformistas y los bolcheviques revolucionarios) se opusieron tanto a la idea de que los judíos eran una nación como a todas las manifestaciones de antisemitismo. La postura bolchevique era que la lucha contra todas las formas de chovinismo requería la unidad de todos los trabajadores en un solo partido. Por esta razón, Lenin se enfrentó al Bund, un partido formado un año antes que el POSDR. En aquel entonces, el Bund tenía más apoyo entre la clase obrera que cualquier otra organización socialdemócrata rusa.
La Unión General de los Trabajadores Judíos de Lituania, Polonia y Rusia, conocida habitualmente como Bund, se fundó en Vilna y unió a diferentes grupos de trabajadores judíos. Al principio, el Bund utilizaba el ruso en sus actividades, pero a partir de 1910 reconoció oficialmente el yiddish como la lengua nacional judía.
Aunque opuesto al sionismo y a la emigración a Palestina, el Bund fue poco a poco deslizándose hacia posiciones cada vez más nacionalistas. En su tercera conferencia, celebrada en Kovno en 1899, el Bund aún rechazaba firmemente cualquier reivindicación nacionalista, enfatizando que ese tipo de agitación acarreaba el riesgo de desviar a los trabajadores de la lucha de clases y romper la solidaridad obrera. Pero esto ocurriría en el congreso de Bialystok (1901). La mayoría, utilizando la doctrina de la autonomía cultural-nacional de Otto Bauer y los austro-marxistas, declaró que el concepto de nacionalidad era de aplicación al pueblo judío, aunque todavía no llegó a plantear la organización por separado de los trabajadores judíos, paso que se daría en 1903. Este año, después de que en el segundo congreso del POSDR la mayoría bolchevique y menchevique se negara a reconocer al Bund como el único representante de la clase obrera judía, los bundistas se escindieron.
Lenin era muy consciente de la terrible opresión de los judíos, que sufrían una discriminación sistemática, estaban sometidos a pogromos sangrientos y eran obligados a vivir en la "zona de asentamiento" (la monarquía zarista estableció una serie de leyes que determinaban dónde podían vivir los judíos, región conocida por esta denominación y que incluía fundamentalmente a Ucrania y la antigua Polonia). Pero para Lenin, ésta no era razón suficiente para dividir a la clase obrera según su origen nacional. Realmente, el tema era el contrario. La lucha contra todas las formas de opresión exigía la unidad de todos los trabajadores, los de las naciones oprimidas y los de la nación opresora, los rusos. Cuando el Bund invocó la idea de una nación judía, Lenin escribió lo siguiente: "Desgraciadamente, esta idea sionista es absolutamente falsa y, en esencia, reaccionaria".
Karl Kautsky, uno de los más destacados teóricos marxistas de la época, dijo: "Los judíos han dejado de ser una nación porque una nación sin territorio es impensable" (Iskra, nº 42). Al examinar el problema de las nacionalidades en Austria, Kautsky se esforzó en dar una definición científica del concepto de nacionalidad, estableciendo dos criterios principales: idioma y territorio (Neue Zeit, nº 2, 1903). Un judío francés, el radical Alfred Naquet, dice prácticamente lo mismo, palabra por palabra, en su controversia con los antisemitas y los sionistas: "Si a Bernard Lazare le complació —escribe del bien conocido sionista— considerarse un ciudadano de una nación separada, ése es su problema; pero yo digo que, aunque nací judío (…) no reconozco la nacionalidad judía (…) No pertenezco a más nación que la francesa (…) ¿Son los judíos una nación? Aunque lo fueran en un pasado lejano, mi respuesta es un categórico no. El concepto de nación implica ciertas condiciones que no existen en este caso. Una nación debe tener un territorio sobre el que desarrollarse y, en nuestra época al menos, hasta que una confederación mundial haya ensanchado esta base, una nación debe tener un idioma común. Y los judíos ya no tienen ni un territorio ni una lengua común (…) Al igual que yo, Bernard Lazare probablemente no sabía una palabra de hebreo, y no le habría resultado fácil, si el sionismo hubiera conseguido sus propósitos, conseguir entenderse con sus congéneres de otras partes del mundo" (La Petite République, 24/9/1903).
Además, en el Iskra encontramos lo siguiente: "Los judíos alemanes y franceses son bastante diferentes a los judíos polacos y rusos. Los rasgos característicos de los judíos no incluyen nada que lleve la marca de la nacionalidad. Si se pudiese reconocer a los judíos como una nación, como hace Drumont, sería una nación artificial. El judío moderno es un producto de la selección antinatural a la que sus antepasados fueron sometidos durante casi dieciocho siglos. Todo lo que queda, para los bundistas, es desarrollar la teoría de una nación judeo-rusa separada, cuya lengua es el yiddish y su territorio, la ‘zona de asentamiento’." (La posición del Bund en el partido, en Iskra, nº 51, 22/10/1903).
Claramente, Lenin estaba de acuerdo con Kautsky en definir a los judíos de Europa oriental no como una nación, sino como una casta urbana oprimida especial:
"Lo mismo podemos decir de la nación judía, la más oprimida y perseguida. La cultura nacional judía es una consigna de los rabinos y de los burgueses, es una consigna de nuestros enemigos. Pero en la cultura judía y en toda la historia del pueblo judío hay también otros elementos. De los diez millones y medio de judíos que existen en el mundo, poco más de la mitad vive en Galitzia [Polonia] y Rusia, países atrasados y semisalvajes, donde los judíos son mantenidos por la fuerza en una situación de casta. La otra mitad vive en el mundo civilizado, donde los judíos no están aislados como casta. Allí se han manifestado con toda evidencia los grandes rasgos progresistas, de significación mundial, de la cultura judía: su internacionalismo y su capacidad de hacerse eco de los movimientos avanzados de la época (el tanto por ciento de judíos que participan en los movimientos democráticos y proletarios es, en todas partes, superior a su porcentaje general en la población)". (Lenin, Notas críticas sobre la cuestión nacional (1913), en Problemas de política nacional e internacionalismo proletario, p. 19, Ed. Progreso, Moscú).
Tras la Revolución de Octubre, los bolcheviques ofrecieron la autodeterminación a los judíos, garantizándoles Birobiyán como una patria a la que emigrar si así lo deseaban. Esto estaba en línea con su política hacia todos los grupos étnicos, incluso aquellos que no habían llegado a convertirse en una nación. Sin embargo, el proyecto de Birobiyán fracasó debido a tres factores principales. Primero, los judíos estaban urbanizados y, por tanto, era poco probable que se trasladasen desde los centros urbanos a una región agraria. Segundo, el ascenso del estalinismo resucitó, entre otras cosas, el viejo antisemitismo. Y tercero, hubo una gran presión sionista contra el proyecto. La combinación de todos estos factores lo hizo fracasar.
Trotsky escribió lo siguiente sobre esta cuestión:
"Los Amigos de la URSS están satisfechos con la creación de Birobiyán. No me detendré, en este momento, a considerar la solidez de sus cimientos ni el tipo de régimen que allí existe. (Birobiyán no puede evitar reflejar todos los vicios del despotismo burocrático). Pero ninguna persona progresista y pensante objetará que la URSS haya designado un territorio especial para aquellos de sus ciudadanos que se sienten judíos, que usan preferentemente la lengua judía y que desean vivir como una masa compacta. ¿Es o no es esto un gueto? Durante el período de la democracia soviética, de migraciones completamente voluntarias, no se podía hablar de guetos. Pero la cuestión judía, por la propia forma en que se dio el asentamiento de los judíos, adquiere una faceta internacional. ¿Estamos equivocados si decimos que una federación socialista mundial tendría que hacer posible la creación de un ‘Birobiyán’ para aquellos judíos que deseasen tener su propia república autónoma como palestra de su cultura? Podemos presumir que una democracia socialista no recurrirá a la asimilación forzosa. Podría muy bien ser que, en dos o tres generaciones, las fronteras de una república judía independiente, al igual que las de otras entidades nacionales, se borrarán. No tengo ni tiempo ni ganas de pensar en ello. Nuestros descendientes sabrán mejor que nosotros qué hacer. Yo tengo en mente un período histórico transitorio durante el cual la cuestión judía como tal sea todavía aguda y demande medidas adecuadas de una federación mundial de estados obreros. Exactamente los mismos métodos para resolver la cuestión judía que bajo el capitalismo decadente tienen un carácter utópico y reaccionario (sionismo), tendrán, bajo el régimen de una federación socialista, un significado verdadero y saludable. Esto era lo que yo quería señalar. ¿Cómo un marxista, o incluso un demócrata coherente, puede poner objeciones a esto?" (Termidor y antisemitismo, 22/2/1937).
Este enfoque es muy relevante para la solución de la cuestión nacional palestino-israelí. Para aquellos que, debido a los crímenes de la clase dominante israelí, se oponen a la idea de que los israelíes puedan ejercer el derecho de autodeterminación dentro de un estado socialista federal, la política de Lenin —garantizarles a los judíos una patria aunque no los consideraba una nación— debe de ser chocante. Como Alan Woods escribió en El marxismo y la cuestión nacional: "Aunque los judíos carecían de los atributos que caracterizan a una nación, y Lenin no los consideraba como tal, sin embargo, después de la Revolución de Octubre, los bolcheviques ofrecieron la autodeterminación a los judíos, garantizándoles una patria a la que podrían emigrar si lo deseaban (Birobiyán), aunque pocos eligieron esta posibilidad. Esto era infinitamente preferible a la creación de un estado judío en Palestina, una tierra que ocupaban los árabes desde hacía miles de años, y que fue el origen de interminables y sangrientas guerras en Oriente Medio. La creación del estado de Israel fue un acto reaccionario al que se opusieron en su momento los marxistas. Trotsky advirtió de que sería una trampa cruel para el pueblo judío. Y la historia del último medio siglo ha demostrado que era verdad. No obstante, ahora Israel existe como estado, y no se puede dar marchar atrás al reloj de la historia. Israel es una nación y no debemos pedir su desaparición. La solución al problema nacional palestino (…) sólo se puede conseguir con la creación de una Federación Socialista de Oriente Medio en la que árabes e israelíes puedan coexistir con sus propias patrias autónomas y con total respeto por todos los derechos nacionales".
En 1934, Trotsky concedió una entrevista sobre el problema judío, donde habla del conflicto en Palestina. Para aquellos que ponen objeciones al derecho de autodeterminación de los judíos que viven en Israel, la postura de Trotsky debe de ser un enigma:
"Tanto el Estado fascista en Alemania como la lucha árabe-judía suscitan nuevas y muy claras verificaciones de que la cuestión judía no se puede resolver en el marco del capitalismo. No sé si los judíos se constituirán de nuevo en nación. Pero no cabe ninguna duda de que las condiciones materiales para la existencia de los judíos como nación independiente sólo podrán ser creadas por la revolución proletaria. En nuestro planeta no cabe la idea de que unos tienen más derecho a la tierra que otros.
"El establecimiento, en Palestina o en cualquier otro país, de una base territorial para los judíos sólo es concebible con la migración de grandes masas humanas. Sólo un socialismo victorioso puede encargarse de tal tarea. Se puede prever que podría tener lugar gracias a una comprensión mutua o con la ayuda de una especie de tribunal proletario internacional que consideraría y resolvería esta cuestión.
"Los callejones sin salida en que se encuentran tanto los judíos alemanes como el sionismo están inseparablemente unidos al callejón sin salida del capitalismo mundial en su conjunto. Solamente cuando los trabajadores judíos vean claramente esta interrelación podrán precaverse contra el pesimismo y la desesperación" (Respuesta a una pregunta sobre Birobiyán, febrero 1934).

Estalinismo y antisemitismo

Lenin y los bolcheviques combatieron el antisemitismo tanto antes como después de Octubre. Con Lenin al frente, el gobierno soviético derogó todas las leyes que discriminaban a los judíos y convirtió el antisemitismo en un crimen. Pero bajo Stalin, el viejo antisemitismo volvió a levantar su fea cabeza. Fue otro aspecto más de la reaccionaria contrarrevolución política. En su lucha contra la Oposición de Izquierdas, Stalin explotó las tendencias antisemitas que había en el país.
En Termidor y antisemitismo, escrito en 1938, Trotsky explicó las raíces del antisemitismo en la antigua URSS:
"La Revolución de Octubre abolió el estatus de proscritos de los judíos. Sin embargo, esto no significa en absoluto que el antisemitismo pueda ser barrido de un solo golpe. Una lucha larga y persistente contra la religión no ha evitado que, incluso hoy en día, los suplicantes llenen miles y miles de iglesias, mezquitas y sinagogas. La misma situación prevalece en la esfera de los prejuicios nacionales. La legislación por sí sola no cambia a la gente. Sus pensamientos, emociones y actitudes dependen de la tradición, las condiciones materiales de vida, el nivel cultural, etc. El régimen soviético todavía no cumplió veinte años. La mitad más vieja de la población se educó bajo el zarismo. La mitad más joven ha heredado muchas cosas de los mayores. Estas condiciones históricas generales bastan para que cualquier persona pensante se dé cuenta de que, a pesar de la legislación modélica de la Revolución de Octubre, es imposible que los prejuicios nacionales y chovinistas, en particular el antisemitismo, no hayan persistido fuertemente entre las capas atrasadas de la población.
"Pero esto no es todo ni mucho menos. En realidad, el régimen soviético inició una serie de nuevos fenómenos que, por causa de la pobreza y el bajo nivel cultural de la población, eran capaces de generar nuevamente —y de hecho lo generaron— un clima antisemita. Los judíos son una población típicamente urbana. Constituyen un porcentaje considerable de la población urbana en Ucrania, la Rusia Blanca y hasta en la Gran Rusia. El régimen soviético, más que cualquier otro del mundo, necesita un gran número de funcionarios públicos. Los funcionarios públicos son reclutados entre la población urbana más culta. Los judíos ocuparon de forma natural una porción desproporcionadamente grande de la burocracia, principalmente en sus niveles medio y bajo. Por supuesto, podemos cerrar los ojos a este hecho y limitarnos a vagas generalidades sobre la igualdad y hermandad entre todas las razas. Pero la política del avestruz no nos hará avanzar ni un solo paso. El odio de los campesinos y trabajadores a la burocracia es un hecho fundamental de la vida soviética. El despotismo del régimen, la persecución de toda crítica, la atrofia de todo pensamiento vivo y, finalmente, las farsas judiciales son un mero reflejo de este hecho básico. Incluso a través de un razonamiento apriorístico, es imposible no llegar a la conclusión de que el odio a la burocracia asumiría unos tintes antisemitas, al menos en aquellos lugares donde los funcionarios judíos constituyen un porcentaje significativo de la población y son puestos frente a frente de una amplia capa de masas campesinas".
Los prejuicios chovinistas y nacionales, particularmente el antisemitismo, continuaron existiendo tras la revolución. Pero además, bajo la burocracia estalinista, el antisemitismo de las masas una vez más volvió a basarse, por un lado, en la caracterización particular de la población judía y, por otro, en la actitud de la capa privilegiada de la burocracia hacia los judíos. El odio de los campesinos y los trabajadores a la burocracia se centró en aquellos burócratas con los que se enfrentaban cotidianamente, muchos de los cuales eran judíos. Para protegerse, la capa más elevada de la burocracia, celosa de sus privilegios, explotó los prejuicios más arraigados entre las masas. Y por si esto no fuera suficiente, tras la II Guerra Mundial el régimen de Stalin comenzó una serie de farsas judiciales contra los judíos. La vida soviética se caracterizaba por el abuso burocrático, similar al sufrimiento de los palestinos de los territorios ocupados que necesitan los servicios de la administración israelí. El soborno, la corrupción, la malversación, la violación de mujeres, etcétera son hechos cotidianos. De vez en cuando, la élite de la burocracia sentía la necesidad de protegerse desviando la indignación de la clase obrera con la burocracia hacia procesos judiciales ejemplares. En el caso de la URSS, un porcentaje significativo de los encausados fueron judíos.
En la lucha contra la Oposición de Izquierdas, los altos burócratas utilizaron cualquier arma a su disposición. No sólo se acusó a Sergei Sedov, hijo de Trotsky, de un envenenamiento masivo de la población, sino que el propio Trotsky fue acusado de estar detrás de todos los crímenes cometidos en la URSS. La maquinaria propagandística de Stalin alimentó los prejuicios y el antisemitismo de las masas contra los judíos "cosmopolitas" que estaban en el campo de Trotsky y su hijo, que eran judíos. El fomento del antisemitismo de las masas atrasadas comenzó después de que Zinóviev y Kámenev se unieran a la Oposición de Izquierdas. Los estalinistas, sin ningún reparo, hablaban de los tres "intelectuales judíos insatisfechos". Para reforzar la cuestión, los judíos fueron separados de sus cargos. La consigna "golpear a la Oposición" a menudo adquiría el tono de la vieja consigna "golpear a los judíos y salvar Rusia". El propio Stalin sacó una declaración que decía: "Luchamos contra Trotsky, Zinóviev y Kámenev no porque sean judíos, sino porque pertenecen a la Oposición". Para cualquier persona inteligente, es claro que, aunque formalmente Stalin hablaba contra los excesos del antisemitismo, el mensaje era que los oposicionistas eran judíos.
Tras el asesinato de Trotsky por un agente estalinista, el antisemitismo continuó en la antigua Unión Soviética. Hubo dos famosos juicios contra los judíos. El primero tuvo lugar entre 1948 y 1952, y se vio acelerado por la creciente paranoia de Stalin a los judíos soviéticos. Todas las víctimas eran miembros del Comité Antifascista Judío, creado con la aprobación de Stalin durante la II Guerra Mundial, para recoger apoyo financiero, principalmente de norteamericanos ricos, para el esfuerzo de guerra soviético. Stalin sintió la necesidad de reprimir a los judíos porque él mismo fomentó el nacionalismo judío en la antigua URSS al apoyar la partición de Palestina.
Con el nacimiento del estado de Israel y el inicio de la Guerra Fría, consideró que ya no podía confiar en la lealtad de los ciudadanos judíos. Creía que eran leales tanto al estado que él controlaba como al estado que él había ayudado a crear. Un viaje a EEUU en 1943, con autorización del Estado, de los miembros de dicho comité fue presentado en el juicio como espionaje porque el envío de propaganda a Occidente era considerado una divulgación de información clasificada. Una petición para reasentar a los supervivientes del Holocausto en la península de Crimea fue etiquetada de complot siniestro para que la región proclamase su independencia de la URSS.
En 1953, Stalin alegó la existencia del llamado "complot de los médicos", organizado por judíos, para envenenar a los máximos dirigentes soviéticos. Stalin murió antes de que se celebrase el juicio, pero había estado planificando la deportación forzosa a Siberia de dos millones de judíos. Es posible que lo envenenasen sus ayudantes no judíos que temían por su vida. Las ejecuciones por "crímenes económicos" de principios de los años sesenta afectaron en gran parte a judíos.
De este modo se cerró el círculo. La revolución socialista de 1917 había puesto las bases para la erradicación del antisemitismo y las demás formas de discriminación. De haberse extendido la revolución a otros países, podría haberse producido un movimiento armonioso hacia el auténtico socialismo. Gracias a la economía planificada, todo el mundo habría tenido garantizado un empleo, una vivienda digna, una sanidad y una educación de calidad, etc. A largo plazo, el racismo y todas las otras formas de discriminación sólo pueden ser erradicadas si se eliminan las condiciones económicas que las producen.
Al quedarse aislada en un país atrasado, la revolución degeneró. Una burocracia usurpó el poder político, convirtiéndose en un freno para el desarrollo de la Unión Soviética. Ante los problemas sociales crecientes, la burocracia recurrió a los viejos métodos sucios del antiguo régimen zarista, incluido el antisemitismo.
Sin embargo, el breve período (principios de los años veinte) en que en la URSS existió un estado obrero relativamente sano dejó ver el potencial del verdadero socialismo. El antisemitismo y las demás formas de discriminación todavía existen. Nuestra tarea hoy es continuar la lucha de los bolcheviques. Una vez que el socialismo se convierta en un sistema mundial, se establecerán las condiciones materiales para erradicar de una vez para siempre todas las formas de racismo y discriminación.

Yossi Schwartz

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